Durante años, los cálculos sobre la contaminación plástica en los océanos se ha centrado en residuos de gran tamaño como, por ejemplo, las gigantescas islas de residuos que flotan sobre las aguas o los elementos que, por su tamaño, interfieren en la vida marina y ahogan a especies como las tortugas. ¿Pero qué pasa con todos aquellos residuos microscópicos y casi invisibles que invaden las aguas, acaban en el estómago de animales y finalmente llegan hasta nosotros? ¿A cuánto asciende la presencia de microplásticos en los mares del mundo? Según desvela una investigación pionera publicada este miércoles en la revista ‘Nature’, la presencia de estos fragmentos microscópicos de polímero podrían alcanzar hasta 27 millones de toneladas solo en la capa superficial del Atlántico Norte. El análisis también afirma que las concentraciones más alarmantes de estos residuos se han detectado cerca de las costas europeas, donde estos residuos invisibles se acumulan en niveles récord.
El hallazgo, liderado por científicos del Centro Helmholtz de Investigación Ambiental de Alemania y el Centro Nacional de Oceanografía de Reino Unido, marca un antes y un después en el estudio de la contaminación marina. Sobre todo porque, según afirman sus impulsores, se trata del primer trabajo académico centrado en el estudio de residuos de 1 a 100 nanómetros (0,001 a 0,1 μm). Para lograrlo, explican, los investigadores realizaron una expedición científica a bordo del buque holandés ‘Pelagia’ para recoger muestras en una docena de puntos estratégicos del Atlántico norte y, después, utilizaron métodos innovadores de espectrometría de masas para analizar la presencia de plásticos.
Los investigadores aseguran que es el primer estudio centrado en residuos de 1 a 100 nanómetros
El análisis demostró que las concentraciones de nanoplásticos en la superficie de estas aguas suman una media de 18,1 miligramos por metro cúbico. En zonas costeras europeas, la cantidad de residuos asciende a un total de 25 miligramos por metro cúbico, la cifra más alta registrada en este análisis.
La concentración media de microplásticos en el Atlántico Norte suma 18,1 miligramos por metro cúbico, mientras que en las costas europeas llega a los 25 miligramos
Los nanoplásticos más detectados en el Atlántico Norte fueron polietileno tereftalato (PET), poliestireno (PS) y cloruro de polivinilo (PVC), tres tipos de plásticos ampliamente utilizados en productos cotidianos. El PET es el material con el que se fabrican la mayoría de botellas de bebidas, envases de alimentos y ropa sintética; el PS se emplea en vasos y bandejas desechables, envoltorios protectores y materiales de embalaje tipo poliespán; y el PVC, más resistente, se encuentra en tuberías, tarjetas plásticas, cables eléctricos y algunas cortinas de baño.
Los análisis apenas encontraron rastros de polietileno (PE) y polipropileno (PP), dos de los polímeros más abundantes en residuos plásticos visibles, presentes en bolsas de supermercado, envoltorios de snacks, tapones o envases de yogur. Pero su ausencia, según afirman los expertos, podría estar más relacionada con procesos de degradación o por otro tipo de fenómenos físicos que podrían estar dificultando su reconocimiento.
Amenaza silenciosa para la vida marina
El estudio estima que solo en la capa superior del Atlántico Norte se almacenan 12 millones de toneladas de PET, 6,5 millones de PS y 8,5 millones de PVC. El epicentro de esta «sopa plástica» se encuentra en el giro subtropical del Atlántico, una zona de corrientes lentas donde los residuos tienden a acumularse, degradarse y dispersarse en partículas aún más pequeñas.
También se han encontrado concentraciones alarmantes de estos residuos microscópicos en el fondo marino. «Los nanoplásticos están en todas partes, y en cantidades tan grandes que ya no podemos seguir ignorándolos», advierte Dušan Materić, uno de los investigadores que ha liderado este trabajo, en el que incluso se plantea que «los nanoplásticos podrían representar la mayor fracción de la masa plástica en el océano«.
«Los nanoplásticos están en todas partes, y en cantidades tan grandes que ya no podemos seguir ignorándolos»
Los investigadores afirman que, aunque la acumulación de estos residuos sea imperceptible para el ojo humano, la mera presencia de estos fragmentos microscópicos puede suponer un problema grave para todo el ecosistema marino. Investigaciones anteriores, de hecho, apuntan a que este tipo de residuos minúsculos pueden atravesar barreras biológicas y acumularse en tejidos animales, alterar funciones celulares e incluso interferir con procesos metabólicos esenciales. También hay trabajos que apuntan a que su alta reactividad química les permite absorber y liberar toxinas con mayor facilidad. Y todo esto, lejos de limitarse a las aguas, también puede acabar repercutiendo en nuestra especia cada vez que, por ejemplo, comemos algún producto relacionado con el mar.
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