Uno de los grandes logros de la Revolución Francesa (1789) fue esparcir por el mundo el lema «Liberté, Égalité, Fraternité». La introducción del Sistema Métrico Decimal en nuestras vidas, consecuencia de la revolución mencionada, representó el mayor esfuerzo efectuado para alcanzar el segundo enunciado, la equidad en las mediciones. Nada igualó más a la humanidad que el que el metro, el litro o el kilo fuesen idénticos en cualquier lugar donde se evaluaran. Los intermediarios bajaron su cotización cuando las cosas cotidianas tuvieron las mismas reglas y dejaron de estar sometidas a la arbitrariedad. El número 10 no fue una invención casual. Una larga historia precedía al éxito que acabaría obteniendo por la gran simplicidad de su manejo.
Aunque los habitantes de Babilonia fueran los primeros en usar el sistema sexagesimal, con división de las horas en 60 minutos y los 360 grados de la circunferencia, los sumerios desarrollaron el sistema de 12 horas para utilizar en los calendarios. Para los judíos el número 7 tenía y tiene poderes sagrados, y se asocia a la perfección y al equilibrio. No en vano la creación del mundo se realizó en 7 días, los mismos brazos del candelabro (Menorá), símbolo de la zarza ardiente de Moisés en el Sinaí. Los romanos adoptaron lo mejor de todos los sistemas conocidos, aunque no fuesen un buen ejemplo en cuanto a la notación numérica, que nos llegó desde la India, a través del mundo árabe y por el camino de al-Ándalus y los Omeyas cordobeses.
El comienzo del Sistema Métrico Decimal fue la medición del cuadrante de meridiano terrestre, que tuvo lugar entre Barcelona y Dunkerque y corrió a cargo de los astrónomos y matemáticos franceses Jean-Baptiste Delambre (1749-1822) y Pierre Méchaine (1744-1802). En la terraza del castillo de Montjuïc se conserva el recuerdo de este punto cero, que fue determinante para el cálculo que se realizó entre 1792 y 1798. Los representantes españoles que acudieron a la llamada de la Academia de las Ciencias de Francia, fueron el matemático asturiano Agustín Bernardo de Pedrayes (1744-1815) y el también matemático y marino valenciano, Gabriel Ciscar (1760-1829). No obstante, esta nueva forma de medir no se adoptó en nuestro país hasta la implantación de la Ley de Pesas y Medidas de 1849.
Un múltiplo inmediato del sistema decimal es el número 100. La centuria romana alcanzó fama universal y el centurión es uno de los protagonistas de los evangelios. Cien metros es la distancia corta y mítica de las celebraciones olímpicas, el agua hierve a 100º Celsius a nivel del mar, los porcentajes son la base del cálculo de interés de un capital, también representa el número de años de un siglo o la suma de los primeros nueve números primos. El Consejo de Ciento dirigió la ciudad de Barcelona durante un largo periodo, cien fue una expresión de velocidad extrema, superada en la actualidad y un símbolo de riqueza, también sustituido por ser millonario. «Cien años de soledad» es el título emblemático de la novela de Gabriel García Márquez (1927-2014). El número de personas centenarias crece entre nosotros (en España están censadas 16.902 y en Asturias 498, según datos del 2024). Finalmente, debo confesarles, que a lo largo de estos últimos 5 años he alcanzado, con éste, el artículo número 100 en mis colaboraciones en LA NUEVA ESPAÑA.
Cien no es más que un punto y aparte, aunque supone una satisfacción y un estímulo. Dice erróneamente el saber popular que «No hay mal que cien años dure» y casi siempre nos olvidamos de la segunda parte del refrán, «ni cuerpo que lo resista». Efectivamente, las enfermedades agudas se hacen crónicas y aprendemos a convivir con ellas, y el cuerpo, cada vez más entrenado, aguanta los achaques del día a día. Dejen que rinda un pequeño tributo a mi profesión, que algo ha tenido y tiene que ver con la longevidad y la calidad de vida. En cualquier caso, el mensaje de la sentencia es que las adversidades son pasajeras y que tarde o temprano las cosas mejorarán.
Mientras lo hacen, no dejen de escuchar algo de música. Les propongo un bolero, «La número cien», compuesto por los autores mexicanos Ernesto Cortázar Hernández (1897-1953) y José Sabre Marroquín (1909-1995), interpretado por la Orquesta Sonora Matancera y por el cantante dominicano, Alberto Beltrán (1923-1997): https://youtu.be/9cZ6knV0hfM?si=qx71HgjsRudpeuZ.
La letra es un canto donjuanesco, sólo superado por el «Aria del Catálogo» del «Don Giovanni» de Mozart, cuando Leporello lee textualmente: «In Italia seicento e quaranta. In Allmagna duecento e trentuna. Cento in Francia, in Turchia novantuna. Ma in Ispagna son già mille e tre». Para los amantes de la ópera mozartiana, mi recomendación es la versión que nos ofrece el barítono galés Bryn Terfel, en una producción de la Metropolitan Ópera de New York: https://youtu.be/WjDpxfAyolk?si=eKxHRImf_IsbYoMv. En ambos casos, el texto no resultaría admisible para los valores actuales.
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