Hoy ha cumplido 90 años el dalái lama, un “simple monje” o “un lobo disfrazado con hábitos de monje”, según atendamos a sus palabras o las de Pekín. Sus planes de reencarnación desvelados durante la semana de celebraciones multitudinarias en Dhramsala, donde ha vivido desde que huyó de Lhasa, han sacado de la nevera la causa tibetana, eclipsada durante años por los vecinos uigures.
El dalái lama ha devuelto un esquizofrénico ejercicio periodístico habitual, tan ubicuo su aniversario en la prensa mundial como invisible en la China. Del Tíbet sólo hablaba hoy el matutino Global Times, bajo el paraguas del Diario del Pueblo, para felicitarse por el regreso de los fieles budistas indios al monte Kailash, “la montaña más sagrada de Asia”, como símbolo de los saludables vínculos con Nueva Delhi. Lo conseguía sin mencionar al dalái lama y dejando un mensaje sutil: “Al igual que los peregrinos miden el camino de la fe con sus pies, el futuro de las relaciones sino-indias necesitan construirse con la confianza mutua, paso a paso con paciencia y sabiduría”.
Exilio tibetano en Nepal celebra el 90º cumpleaños del dalái lama en pleno desafío a China / EFE
El dalái lama ha perturbado las relaciones de las dos grandes potencias demográficas asiáticas desde que llegó a India en 1959 tras un levantamiento fracasado contra Mao. El entonces líder, Jawaharlal Nehru, desafió a buena parte de su Gobierno asegurándole el derecho “a vivir en paz” en su país. No han escaseado los roces desde entonces, agravados por viejos pleitos fronterizos en el Himalaya, que en 2020 dejaron decenas de muertos. Pero desde entonces se han esforzado ambos en bajar el suflé y se esperaba con atención la reacción india a un asunto que solivianta sin remedio a Pekín. No ha sido tibio esta mañana el primer ministro, Narendra Modi, en su comunicado leído en Dhramsala: “Me uno a los 1.400 millones de indios extendiendo nuestras más calurosas felicitaciones a Su Santidad el dalái lama en su 90 cumpleaños. Ha sido un constante símbolo de amor, compasión, paciencia y disciplina moral”. Colecciona el ultranacionalista Modi denuncias por discriminar a otras religiones, especialmente la musulmana.
Los parabienes desde Washington y Taipei eran más previsibles. “Apoyamos los esfuerzos para preservar el patrimonio religioso, cultural y lingüístico de los tibetanos, incluido su derecho a elegir libremente y venerar a sus líderes sin interferencias”, decía el secretario de estado de Estados Unidos, Marco Rubio. También han llegado mensajes de tres expresidentes: Bill Clinton, George W. Bush y Barack Obama. China no ha olvidado el documentadísimo apoyo propagandístico y militar de la CIA a la resistencia tibetana durante décadas en el marco de su lucha contra la expansión comunista. El presidente taiwanés, Lai Ching-te, ha afirmado que el dalái lama “resuena en todos lo que aprecian la libertad, la democracia y el respeto por lo derechos humanos”.
Los anhelos del pueblo tibetano
La conversaciones que mantuvieron Pekín y las autoridades tibetanas en el exilio se rompieron en 2010. Cinco años después confiaba el dalái lama en retomarlas con el nuevo líder, Xi Jinping, al que había calificado de “realista”. Pero un proceloso documento oficial llamado “El camino hacia el desarrollo del Tíbet está empujado por una corriente histórica irresistible” quebró su optimismo. No ha abandonado desde entonces Pekín su línea dura, por más que insista el dalái lama en que ha abandonado sus juveniles anhelos independentistas del “gran Tíbet”, un territorio que ocupa casi un tercio de China, por pretensiones más humildes de una mayor autonomía. China le desdeña como un separatista y le señaló como el responsable de la violenta revuelta en Lhasa de 2008, en vísperas olímpicas, la más sangrienta en décadas. El pogromo de tibetanos contra chinos de la etnia han y musulmanes de la etnia hui y la posterior respuesta del ejército contra los agresores dejó decenas o centenares de muertos. También le responsabilizó de estimular una ola de autoinmolaciones de monjes tibetanos, quienes se quemaban a lo bonzo en público, por no condenarlas con firmeza.
Un estudio certificaba que las exportaciones chinas caían en aquellos países que habían dado audiencia al dalái lama. No conviene enfadar a China. El expresidente de la Generalitat, Josep Montilla, le esquivó en 2007 alegando que no era un líder político, y delegó en Carod-Rovira, al cargo de los asuntos religiosos. La campaña de Pekín por adelgazarle la agenda al dalái lama con variadas amenazas a los Gobiernos ha sido tan exitosa como fracasada ha sido la de borrar su huella en el mundo. Continúa inmarchitable el fervor y respeto global hacia el Nobel de la Paz a sus 90 años, reivindicado como un icono por admiradores de cualquier religión y continente.
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