La ansiedad es el síntoma psicológico más frecuente entre las personas afectadas por la dana del pasado 29-O. La padece el 21 % de la población con una intensidad de entre 5 y 8, en un rango con el 10 como máximo valor. De hecho, su tasa de incidencia más que duplica a la registrada en otras comarcas valencianas, donde se sitúa en el 10,3 %.
Esta es una de las principales conclusiones del informe exploratorio e identificativo de los efectos de la salud mental entre los afectados por la dana, elaborado por Médicos del Mundo para el Comisionado de Salud Mental del Gobierno, con el que se ha obtenido una radiografía de la afectación psicológica en la zona cero para habilitar el número exacto de Unidades de Salud Mental en Emergencias (USME), doce, que se van a desplegar en el territorio, y la cantidad de profesionales participantes, casi medio centenar.
El malestar ante la lluvia y los fenómenos meteorológicos, cuyos efectos padece el 17,9 % de los afectados, la preocupación (15,2 %) y el estrés (14,1%) son los otros tres problemas de salud mental más repetidos entre los afectados por la dana. Como con la ansiedad, su penetración es mayor respecto al resto de la ciudadanía valenciana, donde la incidencia es del 10,3% el 9,2% y el 7,3%, respectivamente. De hecho, para estos es la impotencia el síntoma más frecuente: la sufre el 17,6 %.
Ahora que puedo dormir mejor, sueño mucho con barro y con fango y con montones de coches, uno encima del otro
Otras manifestaciones detectadas son la tristeza con una profunda pena y desánimo, y el cansancio emocional (7%), la dificultad de concentración (6,7%), la desesperanza (4,2 %), el aislamiento social (3,2%) por el que se evita salir de casa o interactuar con otros, o la impotencia (3,3%). «Tengo desánimo, estuve más de un mes metida en la cama -relata una vecina de Paiporta realizadas para el estudio-. A día de hoy, estoy mejor, pero no me apetece salir ni juntar con la gente», se lee en el informe de 123 páginas, al que ha tenido acceso Levante-EMV.
Una muestra basada en entrevistas
Esta radiografía se obtiene de los datos extraídos en una serie de entrevistas a 188 residentes de las poblaciones afectadas por la dana -han participado adultos y también adolescentes- y grupos focales con la participación de 43 personas. Estos datos se han comparado con los de un grupo de control de otros dos municipios valencianos alejados de la zona cero de la catástrofe. La muestra se ha obtenido de 188 personas, 165 de nacionalidad española y 23 migrantes, en su mayoría de origen latino. La mayoría de ellos, el 83 %, reside en los municipios afectados desde hace más de 10 años, mientras que el 13 % vive allí menos de una década. El 4 % restante son, prácticamente, recién llegados «con menos de un año de estancia efectiva». Por géneros, la representación femenina es el doble de la masculina y un 19 % de personas no informó sobre su género.
El objetivo del informe ha sido «ayudar a comprender su estado emocional y psicológico» para poder elaborar y desarrollar una respuesta en salud mental ajustada a la realidad de la zona cero. Para ello, se han identificado los síntomas reportados, así como las formas de afrontarlos, el acceso al apoyo o los cambios emocionales experimentados por la población. Una de las características repetidas en el relato de las personas entrevistadas es que los síntomas psicológicos y físicos no se dan «de forma aislada», sino a experiencias concretas de «pérdida, incertidumbre y falta de apoyo».
Consecuencias físicas y en las rutinas
Los problemas de salud provocados por la vivencia de las inundaciones no solo se manifiestan en el espectro emocional, sino que tienen su traslación al terreno físico. Una gran parte de los entrevistados ha padecido -los mencionan- dolores de cabeza, tensión muscular o problemas gastrointestinales. Otros han sufrido un agravamiento de sus condiciones preexistentes, multiplicando los problemas de presión arterial alta. Y hay quienes han trasladado manifestaciones físicas significativas relacionadas con la ansiedad como palpitaciones, dificultad para respirar y sensación de desmayo.
Problemas de sueño en el 70%
Otra de las consecuencias comunes es no poder dormir, un síntoma repetido entre el 70 % de las personas entrevistadas. «Entre los síntomas físicos, destacan las alteraciones vinculadas con el sueño, dificultad para dormir, pesadillas, episodios de insomnio -explica una vecina de Benetússer-. Ahora que puedo dormir mejor, sueño mucho con barro y con fango y con montones de coches, uno encima del otro«.
Aproximadamente el 60 % reporta problemas de alimentación, como falta de apetito, y el 65 % han visto afectada su capacidad para llevar a cabo actividades cotidianas o de cuidado personal. «Me paralizó la situación -cuenta un vecino de Paiporta-. No comía y me daba igual. Estaba bien durmiendo, me metía en la cama y no hacía nada».
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