Ecólogos de la Universidad de Yale (EEUU) han descubierto un linaje de lagartijas que consiguió sobrevivir al asteroide que exterminó a los dinosaurios y siguen presentes en la actualidad en zonas de América, gracias a unas inesperadas características evolutivas de supervivencia. Las actuales lagartijas nocturnas (familia Xantusiidae) sobrevivieron a la extinción masiva del Cretácico-Paleógeno hace 66 millones de años, a pesar de que sus crías eran pocas y de pequeño tamaño y la especie ocupaba, además, áreas de distribución limitada. Este hallazgo cambia la visión de por qué unas especies sobrevivieron y otras no a ese cataclismo.
Antes de la extinción, la Tierra era un planeta cálido y próspero con frondosos bosques y diversos ecosistemas, tanto terrestres como oceánicos. Los dinosaurios estaban ampliamente distribuidos por el planeta y había una gran diversidad de ellos, los reptiles marinos nadaban en los mares y los pterosaurios surcaban los cielos. Los humanos del futuro seguían siendo criaturas arborícolas parecidas a musarañas; eran solo la primera fase de un pequeño pero creciente experimento evolutivo hacia los mamíferos placentarios.
Una hecatombe planetaria
Un asteroide de más de 9,6 kilómetros de diámetro, que se desplazaba a unos 70.000 kilómetros por hora, impactó la región de Chicxulub, en Yucatán, México, liberando una impresionante energía de 1.023 julios. En comparación, si todos los explosivos que la humanidad ha fabricado hasta ahora detonasen a la vez, la energía liberada no se acercaría siquiera a la del asteroide de Chicxulub.
Lagartija correspondiente a la familia que sobrevivió al impacto / Joel Sartore
Un radio de 1.600 kilómetros de bosque quedó quemado al instante por el calor extremo, al tiempo que el impacto abría un cráter de más de 160 kilómetros de ancho y 19 kilómetros de profundidad. Tsunamis de una altura similar a la de la Torre Eiffel se propagaron por los océanos, devastando costas y fondos marinos de todo el planeta, y resonaron en el manto terrestre como una campana, desencadenando lo que hoy serían megaterremotos de magnitud superior a 10, capaces de arrasar ciudades hasta los cimientos.
Y justo cuando lo peor parecía haber pasado, la cosa empeoró. Los escombros expulsados por el impacto, que se habían elevado por encima de la atmósfera terrestre, comenzaron a caer de nuevo, como si fuera lluvia. Además de sobrecalentar el aire en su reentrada, estos escombros azotaron el planeta con una lluvia mortal de proyectiles fundidos que provocó incendios globales.
Pero no todo volvió al suelo. Grandes cantidades de hollín, polvo y aerosoles permanecieron en la estratosfera, bloqueando la luz solar y sumiendo al planeta en un «invierno global” con un desplome de las temperaturas mundiales. Sin fotosíntesis, la vida vegetal comenzó a extinguirse y las cadenas tróficas, desde el plancton oceánico más pequeño hasta los dinosaurios más grandes, fueron destruidas. La lluvia ácida, producida por rocas vaporizadas ricas en azufre, indujo rápidos cambios en la química oceánica, lo que condujo a la extinción generalizada del plancton, los amonites y muchos reptiles marinos.
Pero las lagartijas sobrevivieron
Al final, el 75% de las especies, producto de miles de millones de años de evolución, habían desaparecido. Por ello, resulta asombroso que algo sobreviviera a tan catastrófico evento, pero así sucedió.

Escombros caídos del cielo tras el impacto / Agencias
En el estudio «Las lagartijas nocturnas sobrevivieron a la extinción masiva del Cretácico-Paleógeno cerca del impacto del asteroide», publicado en Biology Letters, los investigadores combinaron la datación filogenética con la reconstrucción de rasgos ancestrales para determinar si las lagartijas xantúsidas se originaron antes de ese gigantesco impacto e identificar características que podrían haber contribuido a su supervivencia.
Los datos genéticos de 34 especies vivas de lagartijas nocturnas, integrados con fósiles que abarcan desde el Cretácico Inferior hasta los estratos del Mioceno en América del Norte, América Central y Cuba, fueron el centro de los análisis.
Los investigadores descubrieron que las 34 especies vivas de lagartija nocturna descienden de al menos dos linajes antiguos que surgieron hace aproximadamente 92 millones de años y sobrevivieron al impacto del asteroide. A diferencia de los supervivientes entre aves o mamíferos, estos lagartos mantuvieron una estrategia de vida con camadas pequeñas.

Otra de las especies supervivientes / J. Escalante
La reconstrucción estadística estimó que las hembras ancestrales produjeron aproximadamente dos crías cada vez, una cifra limitada por las puestas de un solo huevo de Cricosaura y las especies más prolíficas observadas en las especies isleñas de mayor tamaño. El tamaño corporal y la fecundidad aún varían a lo largo del linaje, lo que sugiere que las camadas más grandes evolucionaron posteriormente, posiblemente en respuesta a los hábitats insulares.
Desafiando la lógica
Los autores sostienen que la persistencia de las lagartijas nocturnas durante la extinción masiva del Cretácico-Paleógeno cuestiona las suposiciones sobre qué rasgos protegen a las especies de la aniquilación. La conclusión es que la supervivencia no dependió, en ese caso, de tener amplias áreas de distribución geográfica ni de grandes cantidades de crías, cualidades que a menudo se atribuyen a mamíferos y aves. Por el contrario, las lagartijas nocturnas parecen haberse salvado de la extinción ocupando reducidos hábitats y teniendo solo una o dos crías por puesta.
Debido a la intensidad del impacto, no puede haber evidencia fósil directa de que las lagartijas nocturnas del Cretácico (ni ningún otro animal) ocuparan la región más inmediata al choque. En cambio, sí permite comprobar este hecho la reconstrucción de las áreas de distribución ancestrales en América del Norte y Central, junto con la datación molecular que sitúa a su ancestro común en el Cretácico Superior. Todo ello demuestra que estaban en condiciones privilegiadas para afrontar el evento más devastador en la historia de la Tierra.
El conocimiento de la supervivencia de estas lagartijas podría refinar la forma en que los científicos prevén qué especies tienen más probabilidades de resistir los rápidos cambios ambientales, especialmente a medida que se acelera la actual extinción masiva provocada por el hombre.