Dos hermanos descubren una olla en Palencia y lo que había dentro sorprendió a todo el pueblo

En agosto de 1937, en plena Guerra Civil española, una tormenta descubrió bajo tierra uno de los hallazgos arqueológicos más sorprendentes de la Hispania romana: el tesoro de Valsadornín. Lo encontraron de forma fortuita los hermanos Tomás y Eusebia Roldán, vecinos de Gramedo, mientras recorrían un antiguo camino rural entre su localidad y Valsadornín, en Palencia. En un paraje llamado Valdiquecho, dentro del término de Santa Águeda, tropezaron con un recipiente semienterrado que resultó estar lleno de monedas romanas.

El hallazgo pesaba entre 45 y 50 kilos, contenido en una olla de cocina común, deformada y deteriorada, pero cargada de antoninianos, monedas de aleación de cobre y plata que se acuñaron entre los siglos III y IV. Las monedas estaban completamente amalgamadas por la oxidación, lo que evidenciaba su antigüedad. Una parte del tesoro fue trasladada inicialmente al Museo de Palencia, aunque no completa, ya que tanto los descubridores como vecinos de Cervera de Pisuerga, e incluso autoridades de la época, se quedaron con parte de las piezas.

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Tesoro de Valsadornín. Estado final del caldero.

Un caldero repleto de monedas del siglo III

El análisis posterior determinó que la mayoría de las monedas pertenecían a los reinados de Galieno, Claudio II y Salonina, aunque en total se identificaron dieciocho emperadores romanos distintos. Se calcula que el tesoro original contenía unas diez mil monedas, lo que indica un valor considerable para la época. El conjunto fue probablemente ocultado alrededor del año 270 d. C., en un momento de inestabilidad interna del Imperio romano, lo que sugiere que su dueño quiso proteger su riqueza escondiéndola.

Los antoninianos, que empezaron a acuñarse en tiempos de Caracalla en 214 d. C., son fácilmente reconocibles por la corona radiada de los emperadores y el creciente lunar bajo las emperatrices. Inicialmente contenían un 50 % de plata, pero su contenido metálico se fue reduciendo progresivamente hasta llegar a un 2 %, o incluso a simples monedas blanqueadas con cinc y plomo, como muchas de las halladas en Valsadornín.

Detalle de moneda del emperador Gordiano después del tratamiento

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Detalle de moneda del emperador Gordiano después del tratamiento

En 1951, el caldero con el bloque principal de monedas fue trasladado al Museo Arqueológico Nacional (MAN) en Madrid, dejando en Palencia unas 2.421 monedas sueltas, que pesaban solo un 14 % del conjunto original. A lo largo del tiempo, las monedas compactadas del MAN quedaron sin restaurar durante décadas, hasta que, entre 2016 y 2018, el Instituto del Patrimonio Cultural de España (IPCE) acometió su estudio y restauración.

Un tratamiento complejo para una joya arqueológica

El estado de conservación del caldero era preocupante: con apenas 0,26 mm de grosor, presentaba zonas hundidas, deformadas, fisuradas y fragmentadas, cubiertas de depósitos arcillosos. Las monedas estaban fuertemente compactadas y recubiertas por capas de malaquita, cuprita, sulfuros de plata y cerusita. Muchas se encontraban adheridas entre sí por la corrosión, lo que hacía casi imposible identificar los relieves originales.

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Para limpiar el conjunto sin deteriorarlo más, los técnicos optaron por un microabrasímetro con microesferas de vidrio, descartando tratamientos acuosos que pudieran alterar las sales y arcillas presentes. Con este sistema se eliminaron los depósitos y se accedió a monedas en planos más profundos. También se usó láser para eliminar cloruros y, tras consolidar los fragmentos del recipiente, se aplicaron varias capas protectoras.

Finalmente, el tesoro fue devuelto a Palencia en 2019, donde se expone completo en su museo provincial. Un legado arqueológico que, tras casi un siglo desde su hallazgo y años de abandono, ha sido recuperado para mostrar el esplendor y las sombras de la Hispania romana.

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