El juez ha mandado a Santos Cerdán a dormir entre rejas con pijama a rayas. El hombre que sabía demasiado y cobraba en proporción a su sabiduría mercantil, ya está en la cárcel. Era de esperar la decisión del magistrado: quien aparecía en las páginas amarillas en la lista de fontaneros con licencia para romper el fregadero, disponía por tanto de herramientas suficientes para procurar la destrucción de pruebas. En España, cuando se investiga a un político lo más difícil no es encontrar el delito, sino rescatar el disco duro antes de que algún sicario destroce el ordenador a martillazos.
En la mejor tradición socialista, Santos Cerdán era el que no salía en la foto -apenas en alguna de reciente recorrido, arrimando cebolleta a compañeras de filas- pero estaba siempre detrás de la cámara, decidiendo la composición y el encuadre. El discreto cachicán de Pedro Sánchez ha pasado en unas horas de mover todos los hilos a acabar colgado de uno de ellos. El exnúmero tres del PSOE era secretario de organización criminal, según el auto del juez que lo ha metido en chirona. Secretario con cargo en el consejo de administración de empresa constructora con sede en Navarra. ¡Viva San Fermín!
Un tipo de partido y de pasillos que jugó la partida más arriesgada, como era negociar la ley de amnistía con Puigdemont por encargo directo del amo, va a pasar más tiempo en el corredor de Soto del Real que en Waterloo. Amigo Cerdán, a lo cohecho, pecho. Presuntamente, eso sí.
Suscríbete para seguir leyendo