En la memoria colectiva del tenis español hay nombres que resuenan con fuerza: Santana, Nadal, Alcaraz. Pero el primero de todos, el que se atrevió a dar el salto antes que nadie, sigue siendo un gran desconocido. Se llamaba Luis de Olivares, y hace justo un siglo, en Wimbledon 1920, se convirtió en el primer español en disputar un torneo de Grand Slam (no en ganar un partido sobre la hierba londinense). Su historia, casi borrada del relato oficial, merece ser contada.
Era el 21 de junio de 1920. Wimbledon celebraba su 40ª edición, apenas la segunda tras la I Guerra Mundial. Aquel año, Bill Tilden conquistaría su primer título importante, mientras en el cuadro masculino debutaba, casi en silencio, un joven español que marcaría un hito para el tenis nacional.
Luis de Olivares, una de las mejores raquetas del país en aquella época, logró entrar en el cuadro gracias a sus méritos deportivos y sus contactos con el entorno del tenis británico.
Su participación fue fugaz pero histórica. Se enfrentó en primera ronda al local H.S. Milford, y aunque cayó en cinco sets (3-6, 7-5, 6-2, 1-6, 4-6), ese partido quedó registrado como el debut absoluto de un tenista español en un Grand Slam. Nadie antes que él había pisado la hierba sagrada del All England Club representando a España.
La primera victoria en Wimbledon, en 1921…
La primera victoria española en un major llegaría justo un año después, también en Wimbledon. Fue obra de Manuel Alonso de Areyzaga, otro nombre fundamental para entender los orígenes del tenis español. En la edición de 1921, el jugador donostiarra firmó una actuación memorable ganando seis partidos y alcanzando la fase decisiva del torneo bajo el formato entonces vigente. En esa época, el campeón del año anterior esperaba en la final (el llamado Challenge Round), mientras los demás disputaban un cuadro largo (All-Comers’ Final). Alonso estuvo muy cerca de retar a Bill Tilden por el título, pero cayó en cinco sets ante el sudafricano Brian Norton tras un arranque fulgurante (7-5, 6-4, 5-7, 3-6, 3-6).
Aquel Wimbledon no solo significó su consolidación internacional: un año más tarde, en 1922, se convirtió también en el primer español en disputar el US Open, donde alcanzó los cuartos de final. El legado de Alonso se amplió más allá de esos torneos, pero sus primeros pasos internacionales llegaron como continuación directa del camino que había comenzado Luis de Olivares.
Olivares jugó también el US Open de 1934
Tras su única experiencia en Wimbledon, Olivares solo volvería a competir en otro ‘major’: el US Open de 1934, catorce años más tarde, donde también cayó en primera ronda. Las lesiones, la falta de apoyo federativo y el paso de los años lo empujaron poco a poco al olvido. Ni siquiera fue seleccionado para representar a España en los Juegos Olímpicos de Amberes 1920, donde debutó la ‘Armada’ con Manuel Alonso, Eduardo Flaquer y Enrique de Satrústegui.
El tenis español tardó décadas en consolidarse en la élite. Roland Garros no aceptó extranjeros hasta 1925, año del debut de Lilí Álvarez, pionera entre las mujeres. El Open de Australia, por su lejanía, fue inaccesible hasta 1935. Y los grandes logros en individuales no llegaron hasta los años 60 con Santana, y luego con las gestas de Arantxa, Conchita, Nadal, Muguruza y ahora Alcaraz.
Pero todo empezó aquel día de junio en Wimbledon, cuando un joven con apellido compuesto, raqueta de madera y espíritu valiente decidió cruzar el Canal de la Mancha para representar a un país sin tradición, sin referentes, sin historia.
Luis de Olivares fue el primer español en un Grand Slam. El primer eslabón de una cadena que hoy presume de títulos, ídolos y generaciones inolvidables. Su nombre, rescatado del olvido, merece ocupar un lugar de honor en la historia del tenis español.