El Benfica – Chelsea fue un partido difícilmente descriptible que refleja bien lo que está siendo el Mundial de Clubes de EEUU. Un encuentro que el equipo inglés dominó hasta que aparecieron dos tormentas: la primera, eléctrica, que paralizó el partido durante dos horas. La segunda, llamada Di María, que tras la reanudación transformó un penalti que él mismo buscó forzando una falta y poniendo un centro donde Malo Gusto metió la mano donde no debía. Echó por tierra todo lo construido 85 minutos antes. Por suerte, apareció Nkunku para que el partido no se convirtiese en la peor tarde-noche en la historia del Chelsea. A partir de ahí se derramó el Benfica, que encajó otros dos tantos: de Pedro Neto y Dewsbury-Hall que completaron la tormenta imperfecta.
De la boca de Maresca salió una emoción incontenible poco después de que brotasen rayos y centellas después de tener la clasificación tan cerca antes del tiempo extra. Pronto se unió al vociferio Bruno Lage, quien vio como en el arranque de la prórroga Prestianni se sumaba al disparate de un encuentro que empezó a la hora de la comida en EEUU y terminó con la cena servida. Una patada del argentino dejó al Benfica en inferioridad toda la prórroga, con Di María como un tornado buscando la heroicidad. Al final, salió el sol en Londres y Lisboa se quedó en un fado eterno.
El Chelsea buscará un puesto en las semifinales ante el Palmeiras (viernes, 14: 21:00 horas) después de una victoria que se suspendió a cinco minutos para el final por la enésima alerta de tormenta eléctrica. Una situación que está trastocando el torneo como también lo hará en el Mundial 2026 que se disputa en EEUU, además de en México y Canadá. Con solo cinco minutos por delante, y a la vista de la concepción del deporte en Norteamérica, la mayoría de los espectadores se fueron a casa, perdiéndose la prórroga.
Cucurella, un tormento para el Benfica
El Chelsea es una empresa de trabajo temporal donde cada mes aparece un jugador nuevo. Con todo, Enzo Maresca ha conseguido unificar las continuas rotaciones para lograr la cohesión necesaria para competir. El conjunto londinense fue mejor en el arranque ante un Benfica donde empezó y terminó suplente Carreras, castigado primero por sanción y después por su entrenador, Bruno Lage, a sabiendas de que preferiría estar en el Real Madrid en este Mundial de Clubes.
Sin ser el mejor torneo del lateral ferrolano, su todavía equipo notó la ausencia. Fue otro jugador de banda, Cucurella, el mayor protagonista en la primera parte contra un Aursnes que se sentía más cómodo como central. El campeón de Europa con España estuvo a punto de hacer el primer gol en el minuto 20 tras librarse de su marca y enganchar un disparo que Antonio Silva salvó de cabeza bajo palos.
El equipo portugués desarrolló un plan básico de contención, buscando aminorar el empuje de Cole Palmer. Cucurella fue un auténtico tormento, incorporándose como extremo y rompiendo las líneas de un Benfica que se fue al descanso con otra gran oportunidad del español. Trubin sacó a flote a su equipo con una mano prodigiosa que paliaba el sufrimiento portugués.
El Chelsea gana antes y después de la tormenta
Todo el trabajo que hizo el ucraniano en el primer acto lo echó por tierra poniendo apenas dos jugadores en la barrera y descuidando su palo en un disparo lateral de falta con el que Recee James sorprendió al Benfica. Era la justa recompensa para el Chelsea, el equipo que más lo había intentado en un partido que amenazaba con estancarse por la falta de acierto de los de Maresca.
Al Benfica no le quedó más remedio que deshacerse de una coraza que en realidad había sido un mero pañuelo en el que el Chelsea acumuló centros. Justamente el más decisivo no fue capaz de defenderlo un equipo que, cuando tuvo que ponerse a atacar, se precipitó. No tardó en hacerle daño al conjunto londinense, lo que demostró que el plan de contención había sido erróneo. Prestianni, uno de los cambios en la segunda mitad, se llevó las manos a la cara tras mandar a las manos de Robert Sánchez una buena contra. Su ‘show’ no había terminado ahí.
Cuando faltaban cinco minutos de partido, se activó el estricto protocolo por las tormentas que hizo desesperar al público, los locutores y hasta a los jugadores. Todos, menos Di María, querían irse a casa lo antes posible. El de Rosario se negó a que este fuese su último partido con el Benfica. Forzó una falta en la frontal y de la ejecución nació un penalti absurdo que redondeó el surrealismo del partido. Prestianni tenía otros planes y se autoexpulsó para dejar al cuadro portugués con 10 toda la prórroga.
Pero al Chelsea se le habían roto todos los planes. En un estadio donde solo quedaron los que quisieron disfrutar de cada centavo de su entrada, el Benfica volvió al plan de contención y quiso aprovechar la precipitación de un cuadro londinense que funcionaba con prisas. Ni por asomo quería un desenlace desde los once metros que ya le habían condenado a media hora más en un encuentro eterno que perdió el escaso sentido que tenía. Para rematar esta hilarante historia, el Chelsea volvió a retomar la ventaja en el 108 con un gol que marcó Nkunku por puro aplastamiento. Pedro Neto y Dewsbury-Hall hicieron posible la goleada en una prórroga a la altura del encuentro. Así fue el final de un partido de cuatro horas y media que pervivirá en la mente de los valientes que se atrevieron a seguir un desarrollo que ni el guionista más retorcido podría haber escrito. Y en caso de hacerlo, habría muerto en el intento.