Ni mi hermano era un escudo ni sus hijos, propaganda

Originario de la Franja de Gaza, Ahmed Deeb es un reconocido fotoperiodista y cineasta palestino, que reside desde hace una década en Estambul. Una carrera de más de catorce años avala su credibilidad periodística: ha cubierto noticias y reportajes en toda la región de Turquía y Oriente Medio, incluyendo Siria, Irak, Palestina y Egipto, para medios destacados como The Wall Street Journal, The Washington Post, Al-Jazeera, ARTE, Agence France Press (AFP) o DPA, entre otros.

Es necesario incluir la destacada trayectoria de Deeb porque son muchos quienes creen que los periodistas que informan desde dentro de Gaza se deben a la narrativa del grupo terrorista Hamás. Puede ser así para los medios locales, pero no para quienes informan para prensa internacional con estándares de calidad, como es el caso de Deeb. Recordemos que 221 periodistas han muerto dentro de Gaza desde octubre de 2023 por ataques de Israel.

También es necesario destacar que las cifras de muertos en la Franja de Gaza que facilita el Ministerio de Sanidad palestino están avaladas por estudios académicos independientes revisados por pares, como The Lancet, Springer, o Brown University; por organizaciones humanitarias como Human Rights Watch, Oxfam; y por instituciones internacionales y agencias de Naciones Unidas.

Lo que es más importante: la historia de las últimas décadas de guerra entre Israel y Palestina avala la fiabilidad de las cifras del ministerio gazatí, y el propio gobierno israelí las ha admitido. Hasta hoy, la contraofensiva israelí ha dejado más de 54.000 muertos en Gaza, la mayoría civiles. En el ataque del 7-O, Hamás causó la muerte a 1.200 israelíes y secuestró a 250, también civiles en su mayoría.

Durante años, quienes nos hemos relacionado con Deeb en Estambul hemos tenido un acceso privilegiado a lo que sucede dentro de Gaza sin ningún tipo de censura y con voluntad de neutralidad. Se da la circunstancia, además, de que la mayoría de los corresponsales de esta región hemos visitado tanto Israel como -cuando aún era posible- Palestina.

La mayoría de periodistas de mi entorno han informado con imparcialidad tanto sobre los terribles y condenables atentados de Hamás del 7 de Octubre de 2023 como de la brutal y masiva represalia israelí, considerada un genocidio por instituciones como la ONU, la Unión Europea, Amnistía Internacional y por académicos independientes del derecho internacional que aseguran que “el caso legal y las evidencias de genocidio son más creíbles cada día”.

Estas mismas instituciones también consideran que Hamás cometió crímenes de guerra y de lesa humanidad el 7-O. Avalar y documentar las muertes de civiles en ambos lados no responde a narrativas antisionistas ni islamófobas: el periodismo se ocupa de verificar y difundir datos fehacientes.

Desde que empezaron los ataques de Israel, muchos corresponsales en Estambul nos hemos preocupado por el bienestar de la familia Deeb mientras huía a lugares seguros o alejados de los incesantes bombardeos. Hace pocos días, supimos que la suerte de los Deeb se había acabado cuando en sus redes sociales volvió a compartir su campaña de crowdfunding, esta vez para ayudar a sobrevivir a sus sobrinos huérfanos.

“He contado muchas historias mientras hacía mi trabajo”, explica a EL ESPAÑOL. “Pero ahora me encuentro viviendo una que nunca quise contar. Mi propia familia se ha convertido en noticia”.

En su carta abierta, Deeb explicaba lo ocurrido: “Me llamo Ahmed Deeb y escribo con el corazón roto”. El 30 de mayo el hermano y varios miembros de su familia murieron en un bombardeo ampliamente documentado en el que murieron al menos 27 civiles. Arafat, el hermano muerto, había conseguido evacuar a cinco de sus hijos, de entre 4 y 14 años, pero al regresar a la tienda improvisada donde todavía se encontraban su mujer y tres de sus hijios, fueron abatidos por las bombas israelíes. Los ahora huérfanos “han perdido a sus padres, a sus hermanos y la poca seguridad que les quedaba en este mundo”.

Gaza se muere de hambre bajo las bombas. Estamos viviendo bajo bombardeos constantes, desplazamientos forzados, hambruna y el colapso total de los servicios esenciales para la vida. Las familias duermen en tiendas sin agua potable, sin comida, ni siquiera analgésicos. Los niños crecen rodeados de muerte, hambre y trauma. La historia de mi familia es solo una entre miles, pero es personal, y les pido ayuda”, escribía el fotógrafo.


Palestinos evacuados tras un ataque israelí del 30 de mayo contra civiles.

Ebrahim Hajjaj

Reuters

En conversación con EL ESPAÑOL, Deeb expresa con una claridad conmovedora lo que le ha sucedido a su familia, cómo se sobrevive en la Franja y cómo vive las informaciones y las narrativas tan polarizantes que rodean a este conflicto.

¿Qué sucedió en la noche del 30 de mayo?

La noche del 30 de mayo, un ataque aéreo israelí alcanzó la tienda de campaña en la que se refugiaban mi hermano mayor Arafat y su familia, en el norte de Gaza. Arafat, su esposa Wafa’a y tres de sus hijos: Janat (de 18 años), Musab (de 15) y Misk, que solo tenía 3 años, murieron en el acto. Cinco de sus hijos supervivientes se han quedado huérfanos.

Un par de meses antes, mi hermano menor Yasser, su esposa y cuatro de sus hijos resultaron gravemente heridos cuando otro misil incendió su tienda. Yasser sufrió múltiples lesiones y heridas por metralla en todo el cuerpo, lo que le dejó incapacitado para hablar o caminar. Es diabético y le tuvieron que amputar tres dedos del pie porque el sistema médico de Gaza se ha colapsado. Su esposa y sus hijos sufrieron quemaduras y se están recuperando lo mejor que pueden en condiciones imposibles.

¿Cómo te sientes ahora mismo?

Sinceramente, estoy devastado. Afligido, enfadado, abrumado. Hay una profunda impotencia que te invade al ver sufrir a tus seres queridos desde la distancia, sabiendo que no puedes protegerlos. He visto la guerra antes, he filmado pérdidas antes, pero nada te prepara para perder a tu propio hermano, a tus sobrinas, a tus sobrinos, y luego verlos sufrir sin atención básica, sin comida ni agua ni nada. Intento mantenerme fuerte porque ahora hay cinco niños huérfanos que dependen de mí, pero el dolor es constante.

¿Crees que sus vidas podrían haberse salvado en otras circunstancias?

Sin duda alguna. Si hubiera habido una protección real para los civiles en Gaza, si la comunidad internacional hubiera intervenido, si Israel no hubiera bombardeado a familias enteras en nombre de la “autodefensa”, ellos seguirían vivos. Los hijos de Arafat no eran una amenaza para nadie. Solo intentaban sobrevivir. Estas muertes no son daños colaterales, y estas muertes no son inevitables. Son evitables. Son el resultado de un sistema que trata la vida palestina como desechable.

¿Cómo es tu relación con tu familia en Gaza? ¿Cuántos familiares siguen viviendo en la Franja?

Casi toda mi familia sigue en Gaza. La familia de mi hermano, mis sobrinas y sobrinos, mis primos y muchos amigos cercanos y amigos de la infancia siguen allí. Siempre he estado muy unido a mi familia. Hablo con ellos cada dos o tres días, dependiendo de su acceso a Internet. Estuve hablando con mi hermano por WhatsApp solo dos horas antes de que un misil israelí impactara en su tienda de campaña. Siempre intento apoyarlos en todo lo que puedo desde fuera. Aunque vivo en el extranjero, Gaza sigue siendo mi hogar. Es donde me crié, donde están mis raíces, donde sigue estando mi gente.

«No creer las cifras es una forma de negarse a afrontar la realidad de lo que está sucediendo»

Hace más de un año, lanzaste una campaña de recaudación de fondos para apoyarlos. ¿Cuáles eran sus principales necesidades en ese momento y cómo reflejaban las condiciones de vida en Gaza?

Sus necesidades eran básicas: comida, agua potable, medicinas, combustible para calentarse. La gente piensa que Gaza es solo guerra, pero también es pobreza extrema, un bloqueo asfixiante y ahora hambruna. Incluso antes del 7 de octubre, la vida era una lucha diaria por la supervivencia. Empecé esa campaña para ayudar a mi familia a superar la guerra y el asedio. Ahora estoy tratando de mantener con vida a los niños que sobrevivieron.

¿Qué piensas cuando oyes afirmaciones como “Hamás utiliza a los palestinos como escudos humanos” o “los palestinos exhiben a sus muertos con fines propagandísticos”?

Es deshumanizante. Esas afirmaciones se utilizan para justificar el asesinato de civiles y eludir la responsabilidad. Mi hermano no era un escudo. Sus hijos no eran propaganda. Eran seres humanos con nombres, sueños e historias. Cuando alguien dice estas cosas, no solo se equivoca, sino que es cómplice. Da cobertura a un Estado que comete crímenes de guerra a plena luz del día.

¿Qué piensa cuando oye afirmaciones de que el número de muertos en Gaza es exagerado o poco creíble?

No creer las cifras es una forma de negarse a afrontar la realidad de lo que está sucediendo. El número de muertos no es exagerado, en todo caso, está infravalorado. Muchas personas siguen bajo los escombros. Cuando digo que mi hermano y sus tres hijos fueron asesinados, no es una estadística. Es mi familia. El dolor es real. Los cuerpos son reales. Los niños son reales. Y cada intento de negarlo es otra capa de violencia.

«Si el mundo hubiera actuado hace meses, mi hermano podría seguir vivo. Su hija Misk podría seguir viva»

Como periodista, ¿cómo has documentado las violaciones de los derechos humanos y lo que muchos consideran ahora crímenes contra la humanidad, incluso genocidio, en Gaza?

Cuando comenzó esta guerra, me sentí impotente. Israel impidió la entrada de todos los periodistas internacionales en Gaza, cortando el acceso directo del mundo a lo que estaba sucediendo. Al mismo tiempo, Gaza cuenta con muchos periodistas locales excelentes y valientes, muchos de los cuales han sido asesinados simplemente por hacer su trabajo. Pero carecían de las plataformas y el alcance necesarios para que su trabajo llegara a los medios de comunicación occidentales y se publicara o difundiera ampliamente.

Así que tuve que adaptarme. Empecé a coordinar a los periodistas locales dentro de Gaza con los medios internacionales fuera. Ayudé a facilitar el flujo de noticias, fotos y vídeos verificados, asegurándome de que estas historias no desaparecieran. También codirigí, de forma remota, varios documentales cortos desde dentro de Gaza, centrándome en la magnitud de la catástrofe humanitaria y en la destrucción de la vida cotidiana.

¿Qué pedirías a los gobiernos o instituciones que tienen el poder de presionar para que se ponga fin a este conflicto?

Les preguntaría: «Han pasado más de 600 días desde que comenzó esta guerra, la más brutal que ha presenciado la humanidad, ¿cuántos niños más tienen que morir para que actúen DE VERDAD?». Dejen de tratar esto como una cuestión política y reconózcanlo como una catástrofe humana. Necesitamos un alto el fuego permanente. Necesitamos acceso a alimentos, agua y medicinas. Y, sobre todo, dejen de tratar a los palestinos como si fueran menos dignos de vivir. Si el mundo hubiera actuado hace meses, mi hermano podría seguir vivo. Su hija Misk podría seguir viva. No dejen que más familias pasen por lo que ha pasado la mía.



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