OPINIÓN ERIC GRAS | La ternura y sus monstruos

Hay infancias —me resisto a escribir «la» como si hubiera una sola— que todavía se levantan convencidas de que la luna las acompaña en el trayecto al cole; otras, ni siquiera recuerdan la forma de la luna porque los cohetes que les sobrevuelan dibujan un cielo distinto. Esta fractura entre mundos que deberían tocarse y no se tocan es el punto de partida de nuestra perplejidad adulta: esa en la que intentamos cuadrar la ternura con la estadística, la poesía con el parte de guerra.

Fuente