La comedia más cara del cine mudo por la que Chaplin quería ser recordado

Un macizo rocoso cubierto de nieve y una fila de hombres que se dirigen lentamente hacia la cima bastaron a Charles Chaplin para situar al espectador en la atmósfera de su nueva película. Esta escena inicial, una recreación del paso de Chilkoot inspirada en una fotografía de la fiebre del oro del Klondike, se rodó con 600 extras en las montañas de California y costó cerca de 50.000 dólares de la época (más de un millón en valor actual). Pero valió la pena. La quimera del oro (1925), a la Chaplin dedicó más de 17 meses, con 235 días de rodaje real y un coste total cercano al millón de dólares, recaudó más de 4,25 millones –unos 63 millones de euros de hoy– solo en Estados Unidos y se convirtió en la comedia más exitosa y cara del cine mudo. Supuso la madurez del personaje icónico de Chaplin, el vagabundo Charlot. También fue, según su autor, la película por la que deseaba ser recordado.

Chaplin había cosechado enormes elogios con El chico (1921), pero su drama Una mujer de París (1923), en el que apenas aparecía en pantalla, fue un relativo fracaso. Ansioso por recuperar su lugar, comenzó a trabajar en esta historia, en la que su famoso vagabundo viaja a Alaska en busca de fortuna durante la fiebre del oro de finales del siglo XIX. La película mezcla delirios caníbales, criminales, equilibrios imposibles de una casa sobre un precipicio y una historia de amor. Pero también contiene una lectura amarga del ascenso social: el vagabundo no merece respeto hasta que se hace rico. La comedia, como siempre en Chaplin, sirve para apuntalar el drama.

El estreno tuvo lugar el 26 de junio de 1925 en el lujoso Teatro Egipcio de Los Ángeles, construido tres años antes para conmemorar el hallazgo de la tumba de Tutankamón. Aquella noche, Hollywood entero estaba allí: Mary Pickford y Douglas Fairbanks, Buster Keaton, Gloria Swanson… «Un estreno de Chaplin es siempre un evento excepcional», declaró entonces Sid Grauman, propietario del teatro. «No había ni un asiento libre. Si algún poseedor de entradas hubiera decidido no ir, podría haberlas vendido a un precio desorbitado».

¡Pensaba que eras un pavo!

Chaplin recuperó en esta película a su eterno Charlot: el vagabundo de bombín y bastón que se esfuerza por comportarse como un caballero. Al poco de llegar a Alaska, una ventisca le obliga a refugiarse en una cabaña junto a Big Jim, un buscador de oro, y Black Larsen, un criminal. Cuando este último desaparece, los otros dos, al borde de la inanición, hierven y se comen una bota por Acción de Gracias. La escena, uno de los gags más célebres del cine mudo, se rodó más de 60 veces con una bota de regaliz y acabó con Chaplin en el hospital por un colapso de azúcar.

Chaplin durante el rodaje de 'La quimera del oro'.
Chaplin durante el rodaje de ‘La quimera del oro’.

En pleno delirio, Jim imagina que su compañero es un pavo gigante e intenta devorarlo. Nadie salvo Chaplin podía interpretar de forma creíble a sí mismo como un pavo, así que el papel le tocó, naturalmente, a él. En el momento justo entra un enorme oso moribundo a la cabaña, lo que les proporciona comida hasta que la ventisca amaina.

Los caminos de ambos se separan. Jim, golpeado por Larsen y víctima de amnesia, recuerda haber encontrado un yacimiento de oro, pero no sabe dónde. Solo el vagabundo puede guiarle de nuevo hasta allí. Mientras, Charlot trata de integrarse en la comunidad local, se enamora de una bailarina de salón –interpretada por Georgia Hale, pareja del cineasta en la vida real– que se burla de él y la invita a cenar por Año Nuevo. Ella no aparece. La escena en la que, mientras espera, hace bailar dos panecillos como si fueran piernas sobre la mesa se volvió tan popular que en algunos cines se repetía por aclamación.

Cuando el vagabundo y Jim encuentran la cabaña, otra ventisca la arrastra hasta dejarla colgando del borde de un precipicio. La escena, construida con efectos mecánicos y dobles fondos, sigue siendo uno de los momentos visuales más impactantes de la comedia muda. La pareja sobrevive y se enriquece. Pero Charlot, aún nostálgico, no olvida a la chica. Deus ex machina a dos minutos de concluir la película: ambos se reencuentran a bordo de un barco. Se besan. Fin.

Lo que Chaplin rodó en clave de comedia es, en el fondo, un drama sobre la exclusión y el deseo de pertenecer. Según el historiador Jeffrey Vance, la película adquiere un tono épico gracias a su construcción: aventuras a gran escala que giran siempre en torno al personaje central. Su lucha no es solo por el oro, sino por la dignidad, el afecto y un lugar en el mundo.

Chaplin reestrenó la película en 1942 con narración y partitura propias. La versión muda fue restaurada en 1993 por Kevin Brownlow y David Gill. Este 2025, con motivo del centenario, La quimera del oro vuelve a los cines en una nueva versión restaurada en 4K, presentada en Cannes Classics y proyectada en todo el mundo el 26 de junio. Entre las salas figura el propio Teatro Egipcio de Los Ángeles, que acoge una proyección especial con música en directo, cien años exactos después de aquella noche histórica.

En una de sus últimas entrevistas, Chaplin escribió: «En la creación de la comedia, es paradójico que la tragedia estimule el espíritu del ridículo». Esa paradoja recorre toda La quimera del oro. No es una película irónica, sino el gesto sincero de alguien que, frente a la crueldad del mundo, sigue eligiendo la risa. Y nadie supo hacerlo mejor.

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