Lukashenko juega con fuego en Bielorrusia al provocar una escasez histórica de patatas por su control de los precios

La economía dirigida de Alexander Lukashenko ha vuelto a dar síntomas de agotamiento. Esta vez el detonante ha sido la patata. El cultivo más emblemático de Bielorrusia. La piedra angular de su dieta y de su identidad campesina se ha convertido en símbolo de escasez y descontento.

Las estrictas políticas de control de precios impuestas han provocado un desplome en la producción, lo que ha desembocado en una crisis alimentaria tan absurda como reveladora.

La situación comenzó a deteriorarse tras las restricciones impuestas por el Gobierno en octubre de 2022.

Con la inflación al alza, Lukashenko ordenó mantener bajos los precios de alimentos básicos, entre ellos las patatas, y alentó a los ciudadanos a denunciar a los comercios que no respetaran los márgenes oficiales.

El resultado ha sido el contrario al esperado. Los agricultores dejaron de producir el tubérculo en masa, desincentivados por unos precios que no cubrían costes.

En 2024, la cosecha nacional se redujo a 3,1 millones de toneladas frente a los más de 4 millones del año anterior.

Muchos campesinos optaron por vender su producción en Rusia, donde les pagan el doble por sus patatas.

Esta sangría dejó a los supermercados de Minsk desabastecidos y el Kremlin recibió 200.000 toneladas exportadas desde su país vecino.

La falta de motivación recuerda a los tiempos soviéticos. Cuando el trabajo no se recompensa, la producción se hunde”, explica Lev Lvovskiy, director académico del instituto económico BEROC, a Politico.

Lo más curioso es que Lukashenko fue, en su juventud, director de un koljós [una granja colectiva] en el este del país.

Ante el caos, el régimen reaccionó con una mezcla de improvisación y represión. A finales de 2024, prohibió la exportación de patatas sin licencia.

Algunos productores burlaron la norma enviando al extranjero tubérculos sanos etiquetados como “podridos”.

En los supermercados, los consumidores se encontraron con patatas pequeñas, escasas y en mal estado, mientras las de calidad (las llamadas “lavadas”, fuera del control estatal) seguían disponibles pero a precios desorbitados.

Las autoridades aseguran que todo está bajo control: “Hemos ajustado la normativa varias veces en función de la realidad. No hay desequilibrios ni escasez en los estantes”, declaró en marzo Ivan Vezhnovets, viceministro de Regulación Antimonopolio y Comercio.

“Es una crisis provocada artificialmente por el propio Lukashenko”, denuncia Aleś Alachnovič, asesor económico de la líder exiliada Sviatlana Tijanóvskaya.

En abril, el Gobierno subió el precio máximo de la patata para alentar su producción. En mayo, se levantó la prohibición de importar productos alimentarios de la UE, incluidos los tubérculos, para intentar paliar el déficit.

Sin embargo, la respuesta interna fue de mayor control. Lukashenko acusó a “ciertos individuos” de fabricar la crisis para sabotear su política económica.

“Había patatas de sobra. Solo se limitaron las entregas para desacreditar la intervención presidencial. Pero cuando apareció el Comité de Control del Estado con las esposas, las patatas volvieron”, aseguró en una aparición pública.

En mayo, habilitó una línea telefónica para que los consumidores denunciaran a las tiendas que no vendieran patatas o las ofrecieran por encima del precio oficial.

Para Lvovskiy, esta estrategia no resolverá el problema: “Lo que hacen es asustar a las cadenas minoristas con la cárcel, esperando que saquen patatas de la nada”.

Desde el exilio en Bruselas, Vladzimir Astapenka, representante de la oposición para asuntos europeos, resume el sentir de muchos a Politico: “Es la prueba definitiva de que las políticas de Lukashenko son ineficaces. Pero él solo quiere sobrevivir, mantenerse a flote”.

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