Los cuatro temas del título tienen como nexo las consecuencias de la política energética seguida en España, desde que la «ideología» Narbona / Zapatero invadió este importante sector.
España tuvo excelentes gestores en el sector energético y muy en particular el eléctrico, que consiguieron un sistema diversificado, seguro , competitivo y cada vez más limpio, al aplicar las empresas las mejores técnicas disponibles para limitar las emisiones de contaminantes.
En este «mix» eléctrico, el carbón , con suministros importados y autóctonos , jugaba un gran papel no solo en la diversificación de las fuentes, sino de control de los precios del gas natural. Las empresas eléctricas vigilaban el llamado «spark spread» para decidir si generaban con carbón o con gas. La puesta en marcha de los mercados de CO2 rompió este equilibrio, siendo el coste para el carbón el doble que para el gas. El PENIEC 2021-2030 previa un coste, en el año 2025, de € 23,3/ton CO2, pero a la primera ocasión, se inventaron lo del Fit for 55 para que el precio del CO2 subiera a €80-90/ton CO2. Las centrales de carbón tuvieron que cerrar mucho antes de lo previsto .
Sin competencia con el carbón, los precios del gas se dispararon y como esta tecnología es la que establece el precio marginal del mercado mayorista, el negocio está servido, a costa lógicamente de los consumidores. ¿Y el clima? Pues el impacto sobre el clima del cierre del carbón en España es nulo. ¿Y la competitividad? Pues ya se han dado cuenta que el Pacto Verde solo beneficia a China y que conduce a la desindustrialización de Europa. La nueva Comisión europea ha cambiado el término «sostenibilidad» por el de «competitividad» y propone un «Pacto industrial limpio». Pero ¿es posible competir cuando le hemos dado todas las bazas a China, tanto en nuevas tecnologías como en suministro de minerales críticos? Podría decirse que el origen de estas políticas es la Unión Europea, pero Europa son los gobiernos de sus 27 estados miembros y la ministra Ribera mostró siempre tal entusiasmo que la hicieron sucesora del nefasto Vicepresidente Franz Timmermans.
En España, el Instituto para la Transición Justa se creó para cerrar las minas de carbón «sin que nadie quede atrás». El «Real Decreto-ley 25/2018, de 21 de diciembre, de medidas urgentes para una transición justa de la minería del carbón y el desarrollo sostenible de las comarcas mineras» le asigna todas las competencias para gestionar el «cese permanente de actividad» de las explotaciones, la concesión de las ayudas a las empresas para compensar los costes de cierre y dice, además, que estará dotado de medios propios para verificar que se cumplen los planes de cierre. Por lo tanto, el Instituto de la Transición Justa tiene una gran responsabilidad en el cierre y posterior actividad irregular de la mina de Cerredo.
Lo que además demuestra el caso de Cerredo es que una parte importante de la minería de la cuenca de Cangas del Narcea podría haber continuado sin ayudas de Estado. Parte de este carbón se utiliza para inyección en los altos hornos y si no hubiera habido la intención decidida de cerrar las centrales térmicas, la de Soto de la Barca podría haber continuado varios años.
¿Por qué la central de la Pereda continuó quemando el carbón de Nicolasa hasta finales de 2024? Pues porque se le autorizó a no pagar derechos de emisión de CO2 ¿No se podía haber excluido de este pago, por razón de seguridad energética, a todo el carbón autóctono? Hubo por lo tanto intención decidida de cerrar las minas de carbón competitivas y las centrales térmicas en las que podía consumirse.
¿Y el apagón en todo esto? Sería muy deseable que el apagón sirviera para extraer conclusiones y para adoptar medidas para el futuro. Pero el cierre prematuro de centrales térmicas sin las inversiones necesarias en las redes de transporte y distribución de electricidad es otra de las causas que señalan los expertos. Además, no tiene sentido el objetivo de electricidad 81% renovable en 2030 y 100 % en 2050. Y no digamos nada del objetivo del 48% de renovables en el consumo de energía final en 2030, es decir, incluyendo transporte y hogares. Fuera de ideologías populistas, es preciso volver a un sistema energético diversificado, competitivo y seguro.
Volviendo a la competitividad, que es tan importante para la industria asturiana, tal vez lo exprese mejor con algunos comentarios realizados en la jornada del 11 de junio «Sendas geopolíticas de la transición energética: Políticas industriales y comerciales en China, UE y EE UU», organizada por Fundación Naturgy y el Real Instituto Elcano (RIE). En ella, la investigadora en el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI) la china Jiayi Zhou dijo que Europa se había dedicado a dibujar un panorama energético e industrial idílico, con propuestas que luego no se implementan. Sin embargo «desde hace más de una década, China ha sido muy estratégica con los sectores que apoya y lo ha hecho con una visión a largo plazo. La visión china en cuanto a los factores de crecimiento va a seguir alineada con la que ha tenido hasta ahora, de tal manera que aumente progresivamente el PIB chino en estos sectores».
Pero es que además, el profesor en la Universidad Pontificia Comillas ICAI-IIT y director de Economics for Energy Pedro Linares afirmó que «evaluamos periódicamente las perspectivas para el hidrógeno y vemos, cada vez más, que se reduce su peso en la transición energética. Por tanto, la pregunta es si es importante invertir en proyectos de hidrógeno que se van a abandonar, porque no hay quien los implemente». El gran problema es que la estrella invitada fue el europarlamentario español Nicolás González Casares, que contó el discurso sobrepasado del Pacto Verde y que desentonó totalmente con lo que dijeron los expertos. La industria europea del automóvil, del acero, del cemento y, en general, toda la industria electrointensiva han dado la señal de alarma y la Comisión ya está empezando a modificar antiguas decisiones. Las afirmaciones sobre el hidrógeno de un experto como el profesor Pedro Linares son otra de las señales de las grandes burbujas que los ideólogos sin base técnica ni económica han originado.
Sobre la soberanía energética, haría falta un gran debate y ahora solo se puede decir que soberanía requiere mucha cooperación internacional. El carbón, también el importado, contribuía a la soberanía energética. La Comisión europea sigue una estrategia de «minerals diplomacy», mediante la cual ya establecieron alianzas con trece estados que disponen de reservas de minerales críticos, muchos en África y América. Una de las estrategias en marcha es controlar el corredor ferroviario Lobito, entre el puerto de este nombre y las minas de Zambia y República Democrática del Congo. ¿Se podría pensar en una estrategia para disponer espacios en el parque de carbones de Aboño, donde crear un «hub Atlántico» de minerales críticos y que el puerto de Gijón /Aviles sea un puerto de referencia? Este suministro es compatible con el desarrollo de la minería autóctona.
Entonces ¿Qué se puede hacer? ¿Hay que ser derrotistas? Pues, todo lo contrario. La transición industrial y energética son necesarias. Es preciso innovar y progresar. Pero hay que hacer las cosas bien y siguiendo los tiempos y pautas del desarrollo tecnológico, que requieren procesos de «pruebas de concepto», de «proyectos piloto, de demostración y despliegue», de desarrollo de «cadenas de valor», de suministro de materias primas y de políticas que permitan que las nuevas tecnologías vayan penetrando por sus ventajas competitivas y no a base de imposiciones que llevan a cerrar (en algunos casos destruir) prematuramente lo que tenemos, antes de disponer de las nuevas tecnologías de reemplazo.
Asturias tiene que resituarse y establecer nuevas estrategias realistas, entre las cuales está enterrar el Pacto Verde y poner todo su esfuerzo en un «pacto industrial limpio», exento de cargas y obligaciones liquidadoras, que contribuya de verdad a que Europa vuelva a la senda de la competitividad.
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