Un informe calcula que la guerra entre Rusia y OTAN le costaría 1,4 billones de euros al mundo en sólo un año

Un conflicto militar entre Rusia y la OTAN, hoy improbable pero ya no impensable, podría costarle al mundo 1,5 billones de dólares en apenas un año, según estimaciones de Bloomberg.

Los líderes europeos se preparan para ese escenario mientras Vladimir Putin acelera la producción militar y endurece su retórica expansionista, justo cuando el compromiso de Estados Unidos con la Alianza Atlántica, bajo la presidencia de Donald Trump, genera más dudas que certezas.

Putin ha dejado claro que no reconoce las fronteras actuales de Ucrania: “Considero que rusos y ucranianos somos un solo pueblo y, en ese sentido, toda Ucrania es nuestra”, proclamó en el Foro Económico de San Petersburgo.

La amenaza de Irán de cerrar el estrecho de Ormuz impulsa el precio del petróleo con subidas superiores al 4% en el ‘mercado gris’.

Aunque una guerra abierta entre Rusia y la OTAN sigue percibiéndose como poco probable, las agencias de inteligencia europeas advierten que Moscú podría estar en condiciones de iniciar un conflicto localizado en apenas cinco años.

Dinamarca, por su parte, considera que la amenaza a un país miembro de la OTAN podría ser creíble en tan solo dos años.

El escenario más preocupante sería un ataque contra Estonia, Letonia o Lituania, tres antiguas repúblicas soviéticas con importantes minorías rusas.

Una agresión en la región báltica —donde Putin podría justificar la intervención alegando la protección de ciudadanos rusos tras un supuesto “incidente” en el tren Moscú-Kaliningrado— pondría a prueba la voluntad de Washington de cumplir con su promesa de defensa colectiva.

El Kremlin podría justificar el despliegue de tropas bajo el pretexto de “rescatar” a compatriotas supuestamente en peligro, un guion ya repetido en anteriores agresiones rusas.

Un conflicto así tendría un impacto económico devastador. Bloomberg estima que la destrucción directa, el corte del suministro energético desde Rusia y el desplome de los mercados podrían reducir el PIB mundial en un 1,3%.

Para los países bálticos, la caída sería brutal: un 43,4%. Incluso Estados Unidos y China sufrirían pérdidas del 0,7% y 0,8%, respectivamente.

Las bolsas caerían en picado y el comercio en el mar Báltico se paralizaría, afectando gravemente los flujos logísticos entre Europa y Asia.

Los gobiernos europeos ya están adaptando sus estrategias. Los tres Estados bálticos planean abandonar el tratado internacional que prohíbe las minas terrestres, y la OTAN refuerza su defensa aérea en la frontera oriental.

Alemania ha anunciado el despliegue permanente de una brigada de 5.000 soldados en Lituania.

Países como Polonia, Suecia y Finlandia también han acelerado sus programas de rearme y reforzado sus fronteras.

Mientras tanto, Rusia continúa aumentando su capacidad ofensiva. Ha modernizado su base nuclear en Kaliningrado y ha multiplicado sus instalaciones militares a lo largo de la frontera noroccidental con la OTAN.

Putin también ha cuadruplicado la producción de munición en comparación con el conjunto de los aliados europeos, según el secretario general de la OTAN, Mark Rutte.

Moscú avanza a una velocidad que, según varios informes, supera con creces la de los países occidentales.

En caso de ataque, se prevé que Rusia bloquee el acceso al mar Báltico, tome el control de islas estratégicas y corte la conexión terrestre de los países bálticos con Polonia a través del llamado “corredor de Suwalki”.

Las represalias europeas, incluso si la OTAN no respondiera unida, podrían escalar el conflicto hasta ataques rusos contra infraestructuras críticas en ciudades como Berlín o París.

La amenaza nuclear añade un factor que complica cualquier respuesta rápida.

Aunque en los países del Este se ha normalizado el chantaje nuclear ruso, las potencias occidentales podrían mostrarse más reticentes a una confrontación directa, sobre todo si Moscú presenta su estrategia como defensiva.

En ese caso, una respuesta tibia por parte de Trump —más proclive a pedir negociaciones a través de Truth Social que a ordenar movilizaciones— agravaría la crisis.

En el extremo opuesto, aún se contempla un desenlace diplomático. La administración Trump ha sugerido que, en caso de acuerdo de paz entre Ucrania y Rusia, podría restaurarse el comercio y levantarse las sanciones a Moscú.

Sin embargo, la mayoría de los gobiernos europeos desconfían de un retorno a la normalidad tras el esfuerzo por independizarse del gas ruso.

China, principal aliado de Moscú, no parece dispuesta a usar su influencia para frenar el conflicto. Y aunque ni Ucrania ni Rusia tienen capacidad para una victoria total, los analistas coinciden en que la guerra se prolongará hasta que se logre una solución negociada.

El temor a un conflicto total está impulsando un giro radical en Europa. Los países de la OTAN están aumentando el gasto en defensa hasta el 3,5% del PIB, una cifra inédita desde la Guerra Fría.

Mientras tanto, el ejército ucraniano se refuerza con ayuda europea, y el apoyo a Kiev sigue siendo una prioridad estratégica.

Los expertos coinciden en que este nuevo orden geopolítico no desaparecerá aunque se alcance un alto el fuego.

El vínculo entre Rusia y Occidente parece roto por una generación, y los preparativos militares, tanto en Moscú como en las capitales europeas, se aceleran.

Como advirtió el exministro de Exteriores lituano Gabrielius Landsbergis: “Estas situaciones pueden escalar muy rápido y convertirse en un conflicto serio para el que no estábamos preparados”.

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