La cumbre de la OTAN en La Haya ha dejado más que una imagen de unidad entre aliados. Para Pedro Sánchez, el presidente del Gobierno, ha supuesto un ejercicio de equilibrio político para mantenerse a flote en un contexto nacional complicado. Su negativa a asumir el compromiso de elevar el gasto militar al 5% del PIB hasta 2035 —como reclama la Alianza Atlántica— ha encendido las alarmas en varios países socios, pero sobre todo ha desatado la furia de Donald Trump, que ya ha amenazado abiertamente con represalias comerciales contra España.
En La Moncloa defienden que la posición española no ha sido rupturista, sino “discreta e incluso leal”, en palabras de fuentes del Ejecutivo. Se niega categóricamente cualquier tipo de ofensa hacia los aliados, incluido el expresidente y aspirante republicano, cuya sombra se alarga de nuevo sobre Europa a las puertas de las elecciones estadounidenses. Sánchez ha firmado la declaración final de la cumbre, sí, pero no sin dejar claro que España mantendrá una senda propia en lo que al gasto militar se refiere: un 2,1% del PIB, que según el presidente es “suficiente, realista y compatible con nuestro modelo social”.
Trump amenaza con represalias económicas
El enfado de Trump, no obstante, ha sido evidente. Desde el mismo escenario de la cumbre, y apenas minutos después de conocerse la postura española, el expresidente estadounidense lanzó una advertencia directa: “Les voy a hacer pagar el doble”, dijo al referirse a España. «Me gusta España, es un gran lugar y son grandes personas, pero España es el único país que se niega a pagar», afirmó, calificando esta actitud de “injusta”.
A su lado, otros representantes estadounidenses como el secretario de Estado, Marco Rubio, también apuntaron a España como un «problema» dentro de la Alianza. El secretario general de la OTAN, Mark Rutte, trató de rebajar tensiones con una frase diplomática: “Estamos de acuerdo en que estamos en desacuerdo”. Sin embargo, la realidad es que España ha quedado sola en la defensa de una posición que, aunque compartida en privado por otros países como Italia o Canadá, no ha sido defendida con tanta firmeza en público.
El riesgo de una guerra comercial es ahora una amenaza más que plausible. El Ejecutivo español, no obstante, ha optado por el silencio. La secretaria de Estado de Comercio, Amparo López Senovilla, aseguró que el Gobierno cuenta con herramientas como procedimientos antidumping o salvaguardias comerciales en el marco de la Unión Europea para protegerse si Trump lleva sus palabras a la práctica. “La política comercial se negocia en Bruselas”, subrayan en Moncloa.
Supervivencia política y gasto social
El fondo del problema no es solo exterior. Sánchez se juega la estabilidad de su gobierno ante una legislatura debilitada por escándalos y con unos socios de coalición cada vez más críticos. En ese contexto, aceptar un aumento del gasto en Defensa hubiera supuesto recortar en otras partidas esenciales. “Haber firmado el 5% hubiera sido un absoluto error”, dijo el presidente en rueda de prensa. “De dónde salen esos 300.000 millones hasta 2035: ¿de más impuestos, de recortes en educación, en sanidad, en pensiones?”.
El proyecto político de Sánchez, basado en el gasto social, no es compatible con esa inversión armamentística. Y ceder ante la presión exterior habría ofrecido a sus socios el argumento perfecto para dinamitar la legislatura. Medidas como la subida del salario mínimo, la revalorización de las pensiones o el ingreso mínimo vital forman parte del pacto con su base parlamentaria, y su desmantelamiento sería el final.
En esta partida a varias bandas, Pedro Sánchez intenta mantener el tipo. España ha sido señalada por países como Dinamarca, Polonia o Bélgica, que incluso llegó a calificar al presidente español de “genio”, en tono irónico. Pero el Gobierno no da señales de rectificación. La fórmula acordada —3,5% para inversión militar directa y 1,5% para otras áreas de seguridad— deja aún un margen de interpretación, y se revisará en 2029. Hasta entonces, España mantendrá su apuesta por el 2,1% y su confianza en que la tormenta amainará.
La pregunta es si la economía española podrá resistir una nueva ofensiva arancelaria desde Washington, especialmente cuando ya está en marcha un plan de contingencia de 14.100 millones de euros como este aprobado en abril por la UE, para hacer frente a represalias previas. Y si Pedro Sánchez podrá resistir políticamente hasta 2027 con el fantasma de Trump, la presión de sus aliados y la OTAN girándole la cara.