un documental relata cómo operaban los macabros vuelos de la muerte en Argentina

Los sospechosos -casi siempre, personas a quienes se atribuía una conexión con movimientos de izquierdas- eran secuestrados y transportados a centros de detención repartidos por todo el país, donde eran recluidos y, en la mayoría de los casos, sometidos a torturas sistemáticas. Periódicamente, en general dos veces por semana, algunos de los reclusos eran seleccionados por sus captores, e informados de que iban a ser «trasladados» a algún otro centro en el que el trato era mejor, tal vez una prisión en la Patagonia. En lugar de eso, eran sedados con un par de dosis de pentotal sódico, cargados como mercancía en un avión y arrojados en pleno vuelo a las aguas del Río de la Plata, donde morían ahogados; los cuerpos sin vida de algunos de ellos, y de algunos de quienes eran ejecutados antes de subir al avión, acababan apareciendo poco después en la costa uruguaya o en la de Santa Teresita (Buenos Aires), presentando golpes y síntomas evidentes de haber caído desde una gran altura.

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