Por la preparación física que exige, la conducción de coches en la Fórmula 1 (F1) es uno de los deportes más difíciles que existen. En las curvas, los pilotos pueden llegar a soportar fuerzas gravitacionales de hasta 7G, lo que significa que su cuerpo siente una presión siete veces mayor que la de la gravedad. Si además de eso se tiene en cuenta el nivel de concentración necesario para mantenerse al volante durante una carrera de dos horas, resulta del todo comprensible que sea una actividad dominada por los jóvenes. Louis Chiron sigue siendo el piloto que tenía mayor edad al empezar una carrera: había cumplido los 55 años cuando participó en el Gran Premio de Mónaco de 1955. El más veterano de la actualidad, con 43 años, es Fernando Alonso.
Brad Pitt tiene 61 años, edad suficiente para ser abuelo del más joven de los rivales de Alonso en el circuito -Kimi Antonelli, de 18 años-, y, a pesar de ello, no solo encarna al piloto protagonista de ‘F1: La película’ sino que, además, durante su filmación no necesitó que un especialista lo sustituyera a la hora de rodar las espectaculares escenas de carreras. Cierto, lo que él condujo no eran coches de Fórmula 1 auténticos, sino réplicas dotadas de motores algo menos potentes, pero aun así alcanzó velocidades de hasta 290 kilómetros por hora al hacerlo. No lo intente usted en casa.
Por supuesto, el estado de forma de Pitt no es coherente con la información de su DNI; su cuerpo se mantiene inmune a los efectos normales del paso del tiempo. Pese a algunas arrugas, su rostro permanece mayormente inalterado, y no sufre ni de papada, ni de tripita incipiente o entradas en la frente; aunque cada vez con más canas, aún puede peinarse como un erizo, o con tupé, o dejarse melena a lo Rapunzel como hizo cuando protagonizó ‘Entrevista con el vampiro’ hace más de 30 años. Y, dicho sea de paso, su atractivo físico sigue siendo tan obvio, tan de manual y tan transversal -a diferencia de la mojama y los zapatos Crocs, él sí es para todos los gustos- que resulta casi paródico. Para ponerlo en perspectiva, sirva recordar que Pitt es cinco años más viejo que, por ejemplo, Santos Cerdán; y que su amigo George Clooney, que sí ha envejecido ‘como toca’, a estas alturas daría el pego interpretando a su padre a pesar de que solo tiene tres más que él.
Buen ojo como actor y productor
Pero la durabilidad del actor, que lo convierte en alguien idóneo para protagonizar ‘F1’, no se circunscribe a su genética. Es verdad que esos atributos son lo que primero le permitió darse a conocer, cuando apareció sin camiseta y marcando tableta en un par de escenas de ‘Thelma & Louise’ (1991), pero también lo es que, de inmediato, él se dedicó a socavar esa sexualizada imagen dando vida a personajes tan profundamente dañados como, entre muchos otros, un auténtico pirado en ’12 Monos’ (1995) y el violento álter ego de Tyler Durden en ‘El club de la lucha’ (1999). Desde el principio, además, ha exhibido un asombroso buen ojo participando como actor en una sucesión de películas que han resultado ser culturalmente trascendentes, como ‘Se7en’ (1995), ‘Ocean’s Eleven’ (2001), ‘El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford’ (2007), ‘Malditos bastardos’ (2009), ‘El árbol de la vida’ (2011) y ‘Érase una vez… en Hollywood’ (2019), que le proporcionó el Oscar al Mejor Actor. Y, por cierto, el listado de ficciones en cuyos créditos aparece como productor asombra aún más. En él, por ejemplo, figuran ‘Infiltrados’ (2006), ’12 años de esclavitud’ (2013) y ‘Moonlight’ (2016), todas ellas ganadoras del Oscar a la Mejor Película.
Los actores Brad Pitt y Damson Idris, en una escena de ‘F1: la película’ / Warner Bros
Es gracias a esa destreza a la hora de hacer currículum que Pitt ha conseguido mantenerse relevante a lo largo del tiempo. Eso, sumado al buen hacer de quienes le diseñan la estrategia de autopromoción, le ha permitido mantener la reputación prácticamente intacta tras enfrentarse a un problema de alcoholismo y a un largo y brutal proceso de divorcio de Angelina Jolie, durante el que fue acusado de agredir físicamente a su familia y después del que sus propios hijos cortaron sus vínculos con él, y mientras mantiene una relación sentimental -con Inés de Ramón, de 32 años- que desafía no solo las leyes de matemática sino también la corrección política y, a ojos de muchos, hasta la higiene moral.

Brad Pitt e Inés de Ramón, el lunes en la presentación de ‘F1’ en Londres / EFE/EPA/NEIL HALL
A pesar del escrutinio público al que su vida privada se ha visto sometida, en efecto, a lo largo de tres décadas la estrella Brad Pitt no ha dejado de brillar. Tom Cruise es el único actor de su misma edad que mantiene un nivel de éxito similar al suyo, pero la diferencia entre ambos es que, mientras que Cruise lleva mucho tiempo protagonizando exclusivamente cine de acción destinado a reventar la taquilla, ‘F1’ es uno de los contados ‘blockbusters’ que engrosan la filmografía de Pitt; él sobre todo hace películas que aspiran a obtener premios y elogios de la crítica, pese a ser consciente tanto de que su aspecto físico es un hándicap a la hora de ser tomado en serio -ninguna de sus escenas en ‘Érase una vez… en Hollywood’ fue tan comentada como una en la que se quita la camiseta- como de que nunca tendrá el prestigio actoral del que gozan Daniel Day-Lewis o Joaquin Phoenix. A diferencia de ellos, Pitt no es un actor camaleónico y dotado de un catálogo aparentemente inagotable de registros; su gran baza, como la de Robert Redford o Paul Newman en su día, es el inefable carisma que exuda mientras interpreta con gran eficacia diferentes variaciones de sí mismo.
En la estela de ‘Top Gun: Maverick’
Ese componente autorreferencial es particularmente explícito en los dos largometrajes más recientes que ha protagonizado. La comedia criminal ‘Wolfs‘ (2024), en la que formó pareja con Clooney, trataba de funcionar ante todo a modo de homenaje al estatus casi mítico de ambos actores. Y ‘F1’ aspira a significar para él algo similar a lo que ‘Top Gun: Maverick‘ (2022) significó para Cruise; no es casual que el director de las dos películas sea el mismo, Joseph Kosinski. De entrada, el personaje que ocupa el centro de ambas es un veterano de espíritu rebelde al que se presenta una última oportunidad para triunfar en lo suyo y que, mientras la aprovecha, enseña a todos los demás cómo hacer su trabajo, cómo pensar y cómo molar; y tanto la una como la otra, además, funcionan a modo de reivindicación del carisma, la durabilidad y la condición icónica del actor que la protagoniza.

Brad Pitt y Tom Cruise, el lunes en la ‘prémiere’ de ‘F1’ en Londres. / Scott A Garfitt/Invision/AP
Porque, a través de esas deslumbrantes secuencias rodadas en circuitos auténticos durante las que los bólidos pelean entre sí creando sinfonías de ruido y furia, y de escenas ambientadas fuera del asfalto en las que su héroe parece preguntarse si los grandes logros de su vida ya han quedado atrás, ‘F1’ demuestra que -pese a que llevaba seis años sin hacerlo, y a todo lo que ha llovido desde entonces- Brad Pitt sigue siendo capaz de cargar con una película entera él solo, o casi, controlándola con precisión desde el asiento del piloto y pisándole el acelerador hasta hacerla volar.