El primer libro para aprender español se escribió en Salamanca hace más de 500 años: ¿qué método usaba?

En 1492, año decisivo para la historia de España, Antonio de Nebrija publicaba en Salamanca la primera gramática de la lengua castellana. Una obra sin precedentes que marcaría un antes y un después en la historia de las lenguas romances y que serviría de modelo para la enseñanza del español durante siglos. Bajo el título ‘Gramática castellana’, el humanista sevillano dio forma, por primera vez, a las reglas del idioma hablado por millones, y lo hizo con la clara intención de dotarlo de orden, prestigio y poder. Esta primera gramática oficial del castellano es una pieza significativa en la Biblioteca Nacional.

Hasta ese momento, todas las gramáticas se habían dedicado al latín, la lengua culta por excelencia en Europa. Por ello, el trabajo de Nebrija supuso una auténtica innovación: fue el primer libro impreso centrado en una lengua romance, el castellano, y no en el latín clásico. Su hazaña, reconocida como una de las cumbres del humanismo español, consolidó a Nebrija como el pionero del estudio del español desde un enfoque científico y sistemático.

UNIVERSIDAD DE NEBRIJA.

Retrato de Antonio de Nebrija.

La obra fue presentada ese mismo año a la reina Isabel la Católica en Salamanca. Aunque la monarca cuestionó el valor de un libro dedicado a la lengua vulgar, Fray Hernando de Talavera, obispo de Ávila, defendió con palabras proféticas su utilidad como herramienta de poder para los territorios que estaban por conquistar: “con la conquista vendrá la necesidad de aceptar las leyes que el conquistador impone a los conquistados, y entre ellos nuestro idioma”.

Una estructura innovadora al servicio del imperio

La Gramática castellana se compone de cinco libros. Nebrija dividió el estudio del idioma en ortografía, prosodia, etimología, sintaxis y un apartado final dedicado a los extranjeros que quisieran aprender el castellano. Esta estructura, basada en la tradición gramatical latina pero adaptada al contexto de una lengua romance, tuvo una profunda influencia en el estudio de otras lenguas, tanto en España como en América.

En su tratamiento de la ortografía, que ocupa el primer lugar en la obra, Nebrija propuso una correspondencia directa entre sonido y escritura: “assi tenemos de escrivir como pronunciamos i pronunciar como escrivimos”. Este enfoque fonético fue revolucionario para su época y provocó críticas, especialmente por parte de autores como Juan de Valdés, que veían con recelo la homogeneización del castellano desde una perspectiva fonética, especialmente por la inclusión de formas andaluzas.

El primer libro para aprender español se escribió en Salamanca hace más de 500 años

UJA

Nebrija estableció diez partes de la oración: nombre, pronombre, verbo, participio, preposición, adverbio, interjección, conjunción, gerundio y supino. Aunque influido por autores latinos como Prisciano y Donato, desarrolló sus propias ideas y discrepas importantes, entre ellas su convicción de que el latín era la lengua más perfecta, lo que le llevó a estructurar la gramática castellana con ese modelo, aunque incorporando rasgos propios.

Una obra clave para la expansión del castellano

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Nebrija escribió su gramática en Zalamea de la Serena y publicó la obra en un momento crucial: tan solo dos meses antes del descubrimiento de América. No por casualidad, su tratado se convirtió en una herramienta clave en el proceso de evangelización y colonización. Durante los siglos XVI y XVII, fue utilizado como modelo para redactar gramáticas de lenguas indígenas en América, como la quechua o la muisca.

Más allá de su faceta filológica, Nebrija también fue impresor, editor y pionero en reclamar derechos de autor, lo que refuerza su figura como uno de los intelectuales más influyentes del Renacimiento español. Introdujo la imprenta en Salamanca, donde la mayoría de los primeros libros impresos llevaban su firma o la de su círculo cercano.

Antonio de Nebrija murió en 1522, pero su legado sigue vivo. Su gramática fue mucho más que un estudio lingüístico: fue un instrumento político, cultural y educativo que contribuyó a consolidar la lengua como vehículo del nuevo imperio. Como él mismo escribió: “siempre la lengua fue compañera del imperio”.

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