Cuarta corrida del abono y, de nuevo, Alicante lució sus mejores galas a las siete de la tarde. Con unos tendidos llenos y parte del público entrando a la plaza, asomó el pañuelo blanco a las siete y dos minutos, un gesto a aplaudir por parte del presidente, Manolo García. Mucha gente guapa en los tendidos y mucho rostro conocido en el callejón: el periodista Rubén Amón, los maestros Luis Francisco Esplá, Daniel Luque y Vicente Barrera, y el secretario autonómico de Relaciones Institucionales, Santiago Lumbreras, entre otros, dieron color a la tarde. Se escuchó un conato de ovación nada más terminar el paseíllo, pero no cuajó.
Abrió la tarde el torero del momento, Morante de la Puebla, con su capote de vueltas verdes y con gran variedad. En varas, metió las cuerdas con facilidad Aurelio Cruz. El toro peleó en el caballo de manera discreta. Destacó en la lidia Curro Javier, llevando al toro largo, tal y como dice el maestro Muñoz, enseñándole los caminos. Brindó al maestro Esplá y, apoyado en tablas, comenzó la sinfonía. Cuatro estatuarios y dos trincherazos, que fueron carteles de toros, evidenciaron dos cosas: las ganas de Morante y la justeza de fuerzas del toro. Sonó la música en Alicante y Morante, desde los medios, toreó al natural muy despacio, pero al toro le costaba venirse. Por el pitón derecho, las series fueron muy ajustadas y Morante no dejó de adornar los remates para que aquello transmitiera más. La última serie, por el pitón derecho con la mano izquierda en la cadera, tuvo sabor, al tiempo que el toro buscó descaradamente las tablas. Lo mató en la suerte contraria, dejando una estocada entera algo perpendicular, que fue suficiente para cortar la primera oreja de la tarde. El toro fue pitado en el arrastre.
El cuarto toro, de nombre Gañanito, fue áspero y protestón en los primeros tercios. Durante la lidia, el toro no se cayó al suelo pese a los descarados intentos por parte de la cuadrilla del diestro de la Puebla, de que el toro fuera devuelto. Morante, con el rostro serio, lo pasó por ambos pitones con desgana y le dio muerte. Dejó media estocada arriba y el toro se echó. El público pitó y jaleó al de la Puebla a partes iguales.
La decisión del presidente, Manuel García, fue correcta y justa, ya que el toro no perdía las manos y no había motivos para que fuera devuelto.
Manzanares regresaba a Alicante en la segunda de sus tardes. El toro, de nombre Cristalino, no fue nada claro, más bien todo lo contrario: midiendo, frenándose y muy parado. Tras pasar por el caballo de Paco María, el toro despertó. Manzanares basó el inicio de la faena por el pitón derecho, por el que el toro tuvo repetición y codicia. En la tercera serie, Manzanares nos deleitó con un cambio de mano extraordinario. Y, cuando la faena había cogido vuelo, el toro se fue huyendo del torero y buscando las tablas. No le importó al alicantino, que lo toreó con la mano izquierda imprimiéndole profundidad a las series. Manzanares estuvo francamente a gusto con el toro y sacó lo mejor del ejemplar de La Ventana del Puerto. Una gran estocada al hilo de las tablas pasaportó al toro. El alicantino le puso mucho a la faena y logró desorejarlo. Triunfo grande de Manzanares en su tierra.
Con el que hizo quinto, un toro de El Puerto de San Lorenzo, Manzanares disfrutó. Lo toreó francamente bien con el capote, alternando verónicas, chicuelinas y rematando con una media muy torera. Ya con la muleta, sonó la diana floreada de la trompeta de Vicente Ruiz El Soro, anunciando faena grande. Lo cierto es que el toro no fue fácil. Tenía un recorrido corto y había que llevarlo muy toreado desde el inicio. Sonaba el pasodoble Nerva y el público animaba a Manzanares con las palmas. Al toro le faltó entrega desde el principio. En vista de dicha condición, Manzanares optó por apretar y exigirle mucho en el tramo final de la faena. Las mejores series llegaron por el pitón derecho, por el que el toro fue mejorando tras pasar por la muleta poderosa de José Mari. La faena fue de menos a más, y un soberbio estoconazo puso el colofón de oro a la tarde de Manzanares. ¡Qué manera de matar!
Le fueron concedidas las dos orejas y el público le tributó una emotiva ovación. El alicantino no pudo ocultar su emoción al comprobar cómo los tendidos al unísono coreaban su nombre.
El adiós de Cayetano
Había ganas de ver a Cayetano, se notaba en los tendidos. El tercer toro no dijo mucho con el capote. Destacó en banderillas Joselito Rus, que cuajó un extraordinario tercio. Inició por bajo el trasteo ante un silencio de expectación. El toro demostró desde la primera serie su bravura. Era pronto, repetidor y lo pedía todo por abajo. Cayetano fue alternando las series por ambos pitones mientras Carretilla, nombre del toro, iba a más, como si de un carretón se tratase. Gran toro de El Puerto de San Lorenzo. Tras un pinchazo, la espada entró de manera atravesada. Cayetano fue silenciado.
Cerró plaza un toro de nombre Rabieta, el de la despedida de Cayetano de Alicante. Tras un ligero puyazo, el toro no dejó de cabecear, embistiendo con mal estilo y pegando arreones. Brindó Cayetano a un amigo y se dispuso a iniciar su faena. Lo cierto es que en la muleta el toro dejó de cabecear y fue a mejor. De hecho, las series por el pitón derecho tuvieron ritmo y un recorrido largo, el toro transmitía por su repetición en la muleta. Pero todo fue una ilusión, porque se acabó muy pronto. Cayetano tuvo que seguirlo al hilo de las tablas y todo quedó así.
Lo cierto es que los tres toros de La Ventana del Puerto duraron muy poco y buscaron las tablas de manera descarada; no así los de El Puerto de San Lorenzo, que fueron más bravos. Tarde intensa para Manzanares, que se marchó como triunfador de la tarde y, por el momento, de la feria.