el Oviedo alcanza la gloria ante 30.000 aficionados y regresa a Primera 24 años después

Llora el oviedismo. Y, por una vez, nadie hace nada por evitar las lágrimas. Salen solas, alborotadas, saltonas, azules, claro, mientras unos tipos de corto se lanzan a festejar sobre el césped. Había fe, siempre la hay. Todos se habían imaginado el epílogo perfecto, todos habían diseñado en su cabeza cómo sería la celebración del ascenso, pero las caras de incredulidad, las manos en la cabeza sugieren que esto supera cualquier guion. Porque por una vez se alinearon los astros. El trébol de cuatro hojas sobre la aguja en el pajar. Llegó el karma para, por una vez, pedir disculpas por lo vivido y devolverle al Oviedo un poquito de lo que le debe. Y el que firma estas líneas golpea el teclado con el mayor orgullo con el que se puede escribir una crónica: ¡El Real Oviedo está en Primera División! La felicidad –futbolística y un poco más– era esto.

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