Su trayectoria es tan prodigiosa, que empezaremos por aquí. Hijo de una bibliotecaria y un profesor de literatura, Joël Dicker (Ginebra, 1985) fue un estudiante ramplón que devoraba libros. A los 7 años empezó a escribir sin que sus padres le aplaudieran ni todo lo contrario. Siendo adolescente fue nombrado el editor más joven del país, por su trabajo en La Gazette des Animaux, publicación naturalista que funda y dirige durante 7 años. Estudió leyes y con 20 años se puso a escribir novelas a barullo. Las cinco primeras son rechazadas por las editoriales, pero él erre que erre. A la sexta, un editor cree en él, le publica y el libro vende apenas 200 copias.
Pero algo había visto aquel editor en el joven y se anima con la séptima (La verdad sobre el caso Harry Quebert), que en un par de meses se convierte en un best seller en lengua francesa y, en un solo año, 2012, es traducida a 40 idiomas. Entusiasmado, el autor continúa en la senda de la intriga y el espionaje: llevaba en la cabeza una saga que le alzará al parnaso de los autores más leídos y premiados y será adaptada a una serie. Pero en 2018, el editor Bernard de Fallois fallece en un accidente de coche y en su testamento encuentran su voluntad de que la editorial cierre. Así pues, Dicker se convierte en editor para no traicionar la confianza de quien creyó en él y porque contempla el oficio como una suerte de mesianismo. Su gira internacional le trajo a Madrid a presentar La muy catastrófica visita al zoo.
¿Cómo logra interesar al lector adulto en una historia para niños?
Porque versa sobre la percepción que tienen los niños de los adultos, a quienes observan intentando comprender la vida a través de sus actos y pensamientos. Y si te fijas, siempre hay un adulto en escena, nunca están solos. De modo que es una novela para niños y también para adultos: cada uno decide desde qué punto de vista la lee.
Son niños especiales, con cierta discapacidad intelectual, un asunto que usted trata con mucha ternura e incluso humor. ¿Pidió ayuda a su esposa, psicóloga infantil, para trazar sus personajes?
En absoluto. Puedo equivocarme o acertar, pero la historia tiene que funcionar conmigo, y si no es así querrá decir que no soy capaz de escribir esta historia. Es como si un artista quiere pintar un paisaje montañoso y le pregunta a un geólogo por las características de las piedras: qué más da, lo importante es el resultado, la calidad de la pintura.
¿Por qué es esencial conservar la mirada infantil sobre el mundo?
Porque la forma en que vemos el mundo cuando somos niños es muy diferente: estamos llenos de esperanza, de ambiciones, de sueños, y cuestionamos el sistema porque queremos entender su lógica. En la edad adulta ni cuestionamos ni soñamos, y nos quedamos sin esperanza. Nos preguntamos cómo demonios vamos a superar el año o si hemos de esperar a que la bolsa vuelva a subir, y deseamos que la economía vaya mejor y que la gente no sufra demasiado, pero en realidad no hacemos nada para cambiar las cosas: es como dejar de vivir.
Me gusta su punto de vista, desde luego. Pero ¿no tendrá algo que ver la particular infancia que usted tuvo, todo el día entre libros, imaginando, descubriendo la maravilla? No se me ocurre nada mejor.
Bueno es la única infancia que conocí y difícilmente puedo compararla con otra. Fui muy afortunado en términos de curiosidad y fantasía, sí. Mis padres jamás pusieron límites a mi lectura, no había libros aptos y otros inadecuados para mi edad. No, yo intentaba leer todo y decidía si era o no demasiado complicado. El hecho de que me permitieran decidir por mí mismo fue muy importante en mi percepción de la literatura: los libros eran para mí el mundo de la libertad; elegía lo que leía, pero no así la hora en que tenía que acostarme, por ejemplo.
Y pese a esta situación privilegiada nunca fue usted un estudiante brillante. ¿A qué edad fue consciente de su vocación de escritor?
Empecé a escribir con siete años, pero no lo veía como un oficio. Como todos los niños, quería ser policía, bombero, piloto de avión, ir a la Luna… A todos los niños les fascina esto de las sirenas, la poli, los bomberos, ¿no?, y quieren ser como ellos. Escribir formaba parte de mi vida, pero no lo entendía como una forma de trabajo, no sé a qué edad adquiere un niño la definición de trabajo. Creo que no fue hasta la adolescencia cuando me di cuenta de que quería convertirme en un autor.
¿Sus padres le animaban a ello o trataban de disuadirle de un oficio tan incierto? Porque al final estudió usted Derecho, comme il faut.
No tengo un recuerdo vívido de la situación, me apoyaban, eso seguro, pero tampoco me alentaban en plan ‘eres el mejor, increíble’. Me transmitieron lo importante que es elegir tu vida, siempre y cuando lo hagas con seriedad y te comprometas con lo que eliges ser.
Después de cinco novelas rechazadas, a la sexta un editor confía en usted, le publica y no vende más de 200 ejemplares. Y no obstante, le editó la séptima, que de súbito y en tiempo récord le convirtió en un best seller traducido a 40 idiomas. ¿Cómo de importante es encontrar al editor adecuado?
Es clave. Puedes tener el mejor libro del mundo, pero si no encuentras al editor que crea en ti y en tu obra, que se comprometa y luche por ello, nunca va a funcionar. El éxito se produce por la suma de muchos factores, donde el libro no es el único elemento, como tampoco lo es el editor, y por eso no siempre llega aunque la obra lo merezca. Sólo hace falta ver cuántos autores célebres no han vivido para contarlo.
¿Fue su compromiso con la lectura el motivo de convertirse en editor o una cuestión de negocio?
La razón más consciente u objetiva de por qué fundé Éditions Rosie & Wolfe es porque mi editor, que fue quien creyó en mí e hizo posible el éxito de mis novelas, falleció dejando escrito en el testamento su voluntad de que la editorial no le sobreviviera. En ese momento sentí que irme a otra editorial era traicionar su confianza, y por este motivo, principalmente, me decidí a fundar mi propio sello, como forma de honrar su memoria y su legado.
¿Y cómo va la aventura?
Es una aventura, exactamente, pero va muy bien. Uno ha de tener cierto gusto por la empresa y por la libertad, lo que es mi caso. Dirigir una editorial produce un sentimiento de libertad increíble, y si encima eres autor, la independencia que esto genera es absoluta.
Pues no está muy bien visto esto de ser editor y publicar tus propios libros…
Sí, lo sé: demasiadas veces he tenido que escucharlo. Creo que existe una especie de prejuicio de mercado, al marketing no le parece una buena idea. Hay que tener cierta visión de empresa y, mira, si fuera tan fácil muchos autores tendrían su propia editorial, lo que no es muy común.
Bueno, la cosa cambia cuando uno ya es un best seller, ¿no cree?
Entonces, todos los autores de best seller serían su propio editor. No, no es tan fácil.
En alguna declaración ha manifestado su preocupación por la soledad de los jóvenes y por la polarización social, consecuencias directas del algoritmo. ¿Podría ser la literatura antídoto del aislamiento y esperanza de diversidad?
Absolutamente, la lectura es una actividad muy positiva para el cerebro, sobre todo leer libros en papel, porque activa las áreas del cerebro que nos dan las herramientas para socializar, tener empatía y construir nuestro futuro, nuestra propia vida. Leer nos ayuda a tomar decisiones más responsables. Necesitamos conseguir que la gente vuelva a leer, y sacar a los jóvenes de su soledad, lo que es realmente aterrador porque están viviendo la era de compartir. Habría que llevar el arte a las calles, crear movimientos para que dejen de estar juntos sentados en un banco y sólo interactúen a través de sus pantallas artificiales.
Pero fíjese que no sólo afecta a los jóvenes, también los adultos vivimos cada vez más aislados. ¿No ha notado usted lo necesitada que está la gente de compartir, cara a cara? ¿Será esta la razón de la proliferación de clubs de lectura?
Mira, cualquier cosa que haga que la gente lea, es positiva, pero sobre esto que dices de los clubs de lectura no tengo datos, creo que al menos en mi país no está sucediendo.
Bueno señor Dicker, siempre mediará un abismo entre sociedades como la suiza y la española, ¿no cree? Porque atienda al siguiente dato: según las últimas encuestas, el 74% de los lectores en este país están entre los 14 y los 24 años, un número que ha crecido un 12% en los últimos 10 años. ¿Cómo se queda?, ¿no es alucinante?
Me resulta difícil creerlo, pero si las estadísticas lo dicen… Habría que chequear los datos en diferentes fuentes. En principio me parece una noticia buenísima, pero tan asombrosa que me cuesta creerla.
¿Y por qué habríamos de creerle a usted cuando dice que leer en papel aporta más beneficios que leer en digital? ¿Tiene una base absolutamente científica?
Está todo científicamente probado y publicado por la doctora Marianne Wolf, profesora en UCLA (Lector, vuelve a casa: cómo afecta a nuestro cerebro la lectura en pantallas). La concentración no es ni parecida cuando lees en papel, porque tu cerebro está mucho más activo. De hecho, es la razón por la que la mayoría de las veces el lector no llega al final de los artículos online, porque en el camino pierde el foco y por tanto, el interés; se distrae. Es como leer en transversal, tu vista va mucho más rápido, al tiempo que tu atención se debilita.
Sostiene que no es sólo una cuestión de atención, sino que leer en papel conduce a la empatía y ésta, a la democracia. ¿Cómo funcionaría esto en el cerebro?
Sí, no sólo implica la atención sino otras funciones cerebrales: todo está en el mismo estudio de Wolf. Pero te lo voy a explicar con un ejemplo concreto: estoy leyendo ahora un libro ambientado en 1740, la trama se desarrolla en un barco que navegando de Reino Unido a Argentina zozobra, choca con un islote y se hunde, y tú estás ahí con los marineros viviendo lo que ellos habrían vivido hace 300 años. Sientes por ellos, estás con ellos. Lo leía sentado en un tren de Barcelona a Madrid un día de 2025, pero mentalmente estaba en un barco cerca de la costa patagónica hace 300 años. Así es cómo se crea la empatía, la capacidad de ponerse en el lugar del otro, de modo que si en ese tren viene alguien y me cuenta que acaba de sucederle algo muy triste, aunque no lo conozca voy a sentirme afectado, me voy a identificar con él y lo voy a entender, porque tengo desarrollada esa capacidad gracias a la lectura. La empatía nace en gran parte de la lectura y por tanto, el respeto y la comprensión del otro, que son las bases para la construcción de la democracia.
Señor Dicker, ¿será casualidad que una de las personas más poderosas y desde luego más decisivas en el devenir del mundo sea autista? Me refiero, claro, a Elon Musk.
Pues, mira, no lo sé, pero apuesto a que Elon Musk lee mucho.
¿Perdón? ¿Le parece que es una persona culta y empática?
Ni soy médico ni he visto su historial médico. Pero si la pregunta es si creo que Elon Musk lee mucho, mi respuesta sería que sí, que estoy seguro de ello. Dejando a un lado lo que está sucediendo en los últimos meses, Musk ha pasado la última década imaginando un coche eléctrico que cambiaría el mundo de la industria automotriz, y un cohete que volaría de regreso al lugar exacto de la Tierra desde donde fue enviado. Esta era su visión, no la de los ingenieros, y creo que para tener una visión tan innovadora has de ser un buen lector. Ser lector significa tener control sobre tu vida, saber a dónde quieres ir y afrontar desafíos, lo que es clave para desarrollarte como persona. Creo que la desigualdad del futuro estará entre los que leen y los que no. Leer te da el poder de elegir y ambicionar, y te proporciona herramientas como la empatía o la comprensión de lo que está en juego, como un voto o una situación difícil: te da la capacidad de ver y diferenciar las noticias falsas, y por tanto te hace menos vulnerable a la manipulación y más independiente. Mira, al final todos deseamos lo mismo: estar seguros, vivir en un lugar seguro, tener un trabajo digno para poder llevar una vida decente y criar una familia. No pedimos mucho. Uno de los asuntos más interesantes que revela Wolf en su libro es que en EEUU se utilizan las pruebas de lectura de los niños de Primaria para planificar el espacio que necesitarán tener las cárceles del futuro.
¿Perdón? Me he perdido.
Así mismo, porque se considera que los niños con falta de comprensión lectora probablemente no podrán encontrar un trabajo ni construir una vida digna, y de ahí se deduce qué porcentaje de la población acabará cometiendo delitos para buscarse la vida y, por tanto, engrosando la población carcelaria.
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