Basta mirar a nuestro alrededor para constatar que el paisaje mediático que nos rodea ha cambiado radicalmente. Los medios de comunicación tradicionales (prensa, radio y televisión) han sido fagocitados por las redes sociales, que ahora mismo son reconocidas por una amplia mayoría de ciudadanos como fuentes de información fiables, como lo acreditan año tras año los informes del Reuters Institute for the Study of Journalism de la Universidad de Oxford.
Pero ya no solo nos impacta que cada vez se sigan menos los medios tradicionales. Todavía resulta más llamativo constatar que la manera de consumir la información está cambiando muy rápidamente, que nunca en la historia de los medios de comunicación de masas se ha entremezclado tanto, y de manera tan perversa, la información, el entretenimiento y la ficción. En efecto, en el nuevo sistema mediático, los usuarios consumen las noticias mayoritariamente en soporte vídeo, en formatos de corta o muy corta duración, en redes sociales como TikTok, Instagram o YouTube, en las que se superponen las recomendaciones de los influencers, las informaciones de los medios tradicionales, los vídeos realizados con inteligencia artificial, las fake news, los memes, los bulos, lo hiperbólico en todas sus formas de expresión y el puro impacto visual. Así, se ha configurado lo que Guy Debord denominó en 1967 «la sociedad del espectáculo», sin duda, una suerte de visión distópica adelantada a su tiempo.
De este modo, las redes sociales están modificando nuestra manera de ver, de entender y de relacionarnos con el mundo, que incluso está mermando nuestras capacidades de atención y concentración, a todos los niveles. Nos hallamos, por tanto, ante un escenario idóneo para la proliferación de campañas de desinformación. Ya en 2018, la Unión Europea mostró la necesidad de articular un plan de acción contra la desinformación. El tiempo transcurrido desde entonces no ha hecho sino confirmar que la desinformación representa una amenaza para los procesos y valores democráticos. Episodios recientes como la pandemia, la invasión de Ucrania por Rusia, la guerra de Gaza, la expansión del trumpismo o el auge de la ultraderecha no han hecho sino multiplicar los discursos del odio y han convertido la desinformación en un problema de primer orden, reconocido en la Estrategia de Seguridad Nacional de 2021, que llevó a la creación del Foro contra las Campañas de Desinformación. La relevancia del tema ha llevado a la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia a la creación del Grupo de Trabajo Impulso a la alfabetización mediática, que coordina la CNMC con el Grupo de Investigación ITACA-UJI, bajo mi dirección y la de Roberto Arnau Roselló.
En efecto, existe un amplio consenso a la hora de reconocer que la alfabetización mediática e informacional (AMI) es la estrategia más eficaz para luchar contra la desinformación y para la formación de una ciudadanía crítica, con capacidad para defenderse de los bulos y mentiras que inundan el sistema mediático y las redes sociales. Desde hace más de cuatro décadas, Francia y Bélgica han trabajado con mucho rigor en el desarrollo de la educación mediática, como estrategia para mejorar la capacidad de los niños, jóvenes y ciudadanos, en general, para acceder, comprender, evaluar y crear mensajes comunicativos, incluyendo las redes sociales. El pasado 5 de junio se celebró en la Universitat Jaume I la Jornada Científica Alfabetización mediática contra la desinformación en el entorno francófono, en la que hemos contado con representantes de los reguladores audiovisuales, con representantes de los medios públicos francófonos y con la presencia de especialistas en educación mediática de las administraciones educativas de Francia y Bélgica. Todas las intervenciones estarán disponibles en breve en los sitios web de la Cátedra RTVE-UJI de Cultura Audiovisual y Alfabetización Mediática y de la Cátedra de Análisis y Prospectiva Audiovisual del Consejo Audiovisual de la Comunidad Valenciana de la UJI. El contacto directo con estos especialistas de Francia y Bélgica nos señala el camino a seguir para avanzar en el fomento del pensamiento crítico y de la alfabetización mediática para luchar contra la desinformación. Es mucho el trabajo que queda por hacer.