Crisis del PSOE por la dimisión de Santos Cerdán

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez / EFE

Pedro Sánchez llegó a la secretaría general del PSOE con la promesa de renovarlo, empoderar a sus militantes y abrirlo a la sociedad. Y a la presidencia del Gobierno con la de regenerar la política, desterrar la corrupción y sosegar este país y volver a unirlo después de la divisón que introdujo el “procés” catalán. Siete años después, el PSOE está agostado, sus referentes liquidados y la militancia es utilizada como carne de cañón para linchar al disidente. El “procés” está en hibernación, aunque más por el agotamiento de sus líderes y la progresiva desafección social que por efecto directo de la política, pero a cambio Madrid vive su particular “procés”, que no consiste en separarse de España sino en enseñorearse de ella, lo que nos polariza a todos. Y aquellos a quienes Pedro Sánchez eligió para acometer tan altas tareas (recomponer la formación, negociar con Puigdemont…) resulta que, lejos de combatir la corrupción, la instalaron desde el primer día en el seno del partido y la sentaron en el Consejo de Ministros. En el patio de Monipodio, el balance no puede ser más desolador.

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