Mientras con una mano masacra la Franja de Gaza y reta a Irán con un ataque a sus instalaciones nucleares, Netanyahu sostiene con la otra la deteriorada coalición de Gobierno que le mantiene en el poder. El acuerdo del Likud, partido del primer ministro de Israel, con ultranacionalistas y ultraortodoxos, incómodo ya desde el principio, se resquebraja por momentos. Sin ir más lejos, esta semana, el jueves, Netanuahu salvó ‘in extremis’ su permanencia en el cargo después de que el Knesset -Parlamento israelí- rechazara en una votación muy ajustada una moción para disolverse. De esta manera, el primer ministro aplazaba la posibilidad de la celebración de elecciones anticipadas que, según recientes sondeos, estaría condenado a perder.
El ataque de Israel contra Irán, en imágenes. / ABEDIN TAHERKENAREH / EFE
Ha sobrevivido Netanyahu a muchas crisis que, sin dejarle K.O. definitivamente, han ido deteriorando su gestión. Entre ellas la generada no haber podido evitar -con muchos interrogantes-, el mayor ataque de Hamás en territorio hebreo el 7 de octubre del 2023. Y las consecuencias del mismo: la crisis de los rehenes israelís y la cruenta masacre de gazatíes. Sobrelleva las críticas por su controvertida reforma del poder judicial que, en pocas palabras, no es otra cosa que la potestad de los políticos para controlar el proceso de elección de los magistrados, con nefastas consecuencias para la salud democrática del país. A esto hay que sumar varios casos de corrupción.
Pero la gota que, casi, ha colmado el vaso de la paciencia de los socios de coalición ha sido la polémica ley de exención, que regula el servicio militar obligatorio y, por primera vez en la historia, obliga a los jóvenes ultraortodoxos a incorporarse a filas. En junio de 2024, al vencer la norma provisional que autorizaba las exenciones, nunca formalizadas mediante una ley, el Tribunal Supremo instruyó al Ejército para comenzar a reclutar a los judíos ultraortodoxos. Esta decisión forzó al Gobierno a elaborar un nuevo proyecto de ley de exenciones que, pese a mantener otros supuestos, incluye incorporar al servicio militar a una parte de la población ultrarreligiosa.
Evasores del servicio militar
En este contexto, miles de estudiantes de yeshivá, las escuelas religiosas subvencionadas por el Gobierno, se han declarado oficialmente evasores del servicio militar después de ignorar los avisos de reclutamiento mandados por el Ejército, a riesgo de ser arrestados. El Ejército, pero, ha hecho poco esfuerzo por arrestarlos de forma activa. Eso sí, las personas desertoras tienen prohibido salir del país. Aproximadamente la mitad de los 340 desertores que han sido detenidos en el aeropuerto Ben Gurion desde principios de año eran jaredíes. El Tribunal Superior ha sugerido la imposición de sanciones económicas al retirar algunos de los subsidios que sostienen a la comunidad ultraortodoxa.

Judíos ultraortodoxos protestan contra el reclutamiento en el Ejército israelí. / ATEF SAFADI / EFE
Los líderes religiosos ultraortodoxos consideran que la dedicación a tiempo completo a los estudios religiosos es sagrada y que el servicio militar es una amenaza para el estricto estilo de vida religioso de los estudiantes.
Después de más de 610 días luchando en Gaza, los soldados están cansados, al borde del burn out y con las cifras de suicidio entre sus filas al alza. Además, han sufrido casi 10.000 bajas, según ha declarado el estamento militar. Al menos 861 soldados han muerto en Gaza y unos 5.921 han resultado heridos. La población israelí no ultraortodoxa siente que están cargando en soledad el peso de la guerra y sus duras consecuencias.