Mayo de 1968. París está ocupada por las barricadas. Los estudiantes y los obreros han tomado las calles y los pasillos de las instituciones académicas son un bullicio de ideas revolucionarias. «Prohibido prohibir» sobresale entre un numeroso plantel de iniciativas. Cualquier tipo de autoridad resulta sospechosa y la educación es puesta en tela de juicio. En esta misma época, yo iniciaba los estudios de medicina y este movimiento de protesta osciló alrededor de mi vida universitaria.
Acude ahora esta idea a mi mente a propósito del intento de prohibición, en algunas comunidades autónomas, del uso de ordenadores en el ámbito educativo escolar, precisamente en un lugar donde debería sobresalir la comprensión y el diálogo, por encima de la imposición. Prohibir, impedir, proscribir, negar, suprimir, una colección de verbos que me producen urticaria. Con lo beneficiosos que resultan regular, restringir, dosificar, normalizar y organizar. Podemos sustituir cualquiera de los primeros por uno de los segundos y empezar a hablar del problema.
Como punto inicial resulta útil recordar que no podemos poner puertas al campo. Estamos en un mundo digital. Lo analógico es del siglo pasado y el tiempo sólo transcurre en sentido contrario en el ambiente cuántico. ¿Qué impide compartir en las aulas todos los instrumentos dedicados al aprendizaje? ¿Son incompatibles el papel y el lápiz, con la pizarra y la tiza? El ordenador personal (PC) y el móvil o «celular» son dos instrumentos que, en poco tiempo, se han convertido en artilugios de primera necesidad. En el momento actual (8.100 millones de personas), se calculan unos 7.700 millones de teléfonos móviles funcionando en el mundo. Si deducimos las 1.950 millones con edades entre 0-14 años (24%) y los 750 millones con edad igual o superior a los 85 años (9%), al resto les corresponden 1,5 aparatos por cabeza. El móvil es la prolongación de nuestro cerebro y el PC el instrumento esencial de trabajo y de interconexión. Tan es así que ambos aparatos se han fundido en uno para que pueda acompañarnos siempre.
La cuestión no es, si utilizar estos instrumentos en la docencia, sino cuándo deben introducirse y cómo deberían emplearse. La alarma lanzada por algunos expertos en la materia, es que conllevan peligros que podrían resultar muy graves en la formación de los alumnos. Uno de los más destacados es el enorme poder «adictivo» de las pantallas, con la consiguiente pérdida de otras habilidades intelectuales y manuales. En mi opinión, el de mayor calado, es la posibilidad de conexión permanente con el mundo virtual, acrecentado por la unión a las denominadas redes sociales, muchas de ellas de contenido muy inseguro y arriesgado. La posibilidad de consultar páginas no aptas o distractoras incide en la formación programada y en los objetivos docentes. No es baladí el incremento en el coste que supone la introducción de los PC en las aulas. En el aspecto positivo, se ha demostrado que el mundo informático aumenta la motivación de los alumnos, permite el acceso a una cantidad infinita de información, que de otra parte resultaría difícil de obtener, facilita el aprendizaje interactivo y la colaboración entre grupos y, sin lugar a dudas, hace más accesible la introducción al mundo digital, que van a encontrarse en el acceso laboral.
Se trata de una decisión que deberán tomar los profesionales docentes, junto a las asociaciones de padres y madres de los alumnos, con la responsabilidad paralela de los encargados de la política educativa de cada territorio. La propuesta es que deberían dictarse unas normas generales y un reglamento adecuado a cada comunidad y a cada centro. Tiempos y materias más ajustados, instrucciones de uso, espacios específicos, programas compartidos, etc. El ordenador facilita el desarrollo de habilidades cognitivas y no debería convertirse en un enemigo docente o en un elemento disruptivo. Aprendamos a domesticarlo y será nuestro colaborador. Luego se añaden otras decisiones: tipo de equipo, aparato personal o del centro, uso del móvil en el aula y un sinfín de interrogantes que deberán resolverse, igual que se hace con otras cuestiones.
No obstante, una idea sobresale por encima de los comentarios anteriores. No disponemos, hasta la fecha, de la evidencia científica suficiente que avale el uso de estas tecnologías en las fases iniciales de la educación, y sí conocemos los aspectos negativos de su uso excesivo o inadecuado. La labor de los maestros/maestras en el aula es insustituible y no debemos caer en la trampa de fiar la formación de nuestros escolares a este ámbito virtual que se abre camino aceleradamente. El juego clásico y el deporte al aire libre son indispensables, en lugar de la conexión permanente al ordenador y los juegos de «maquinitas». Y queda espacio para la música. Si es posible, que los escolares aprendan un instrumento (flauta dulce) y al menos que sepan leer una partitura sencilla. Después de asistir a muchas celebraciones con voces desafinadas, que bien suena una felicitación bien entonada. La famosa «Happy birthday to you», compuesta por las maestras estadounidenses Mildred y Patty Smith Hill en 1893, ha sido traducida a todos los idiomas e interpretada en todos los aniversarios. Existen versiones individuales, a cuatro voces o por grandes orquestas, pero sin duda la más famosa es la que ofreció Marilyn Monroe (1926-1962), el mismo año de su fallecimiento, en la fiesta de cumpleaños del presidente John F. Kennedy (1917-1963): https://youtu.be/qvoqK6aLE2E?si=Vb37Ycgr2kDkMmL0. n
Suscríbete para seguir leyendo