Acaban de casarse, pero no están viviendo una luna de miel. Todo lo contrario. Ferit, tras enfrentarse a su abuelo y recibir una bofetada que lo ha marcado, ha tomado una decisión drástica: instalarse con Seyran en casa de Kazim.
Y ahora, la tensión se respira en cada rincón. Ferit ha comenzado a tratarla de forma distinta: le pide cosas delante de todos, como si fuera su criada. Que le corte una manzana, que le lleve limón y sal…
En la cocina, se ha desahogado con su hermana y ha hablado con el corazón en la mano. Le ha confesado que Ferit sabe cómo provocarla, pero lo que más le preocupa no es eso… Es el miedo que le recorre por dentro cada vez que lo ve comportarse así. “¿Y si empezamos a vivir aquí y acaba pareciéndose a papá?”.
Porque Kazim siempre ha sido un hombre autoritario, controlador, capaz de anular a quien tiene cerca. Y Seyran no está dispuesta a revivir ese infierno en su matrimonio con Ferit.
Suna ha intentado calmarla, decirle que Ferit no es como su padre. Pero justo en ese momento, Kazim ha aparecido. Y todo lo que parecía tranquilizarse… ha vuelto a explotar.
El hombre ha escuchado parte de la conversación y ha reaccionado como siempre: imponiendo su autoridad. Le ha exigido a Seyran que cumpla con su papel de esposa, que respete a su marido y que no olvide quién manda en esa casa.