La suerte de decenas de miles de civiles palestinos podría depender de lo que pase en los próximos días en el paso de Rafá, la frontera del sur de Gaza controlada por Egipto y su única vía potencial de comunicación con el mundo. Un centenar de camiones con toneladas de ayuda humanitaria esperan desde hace días en Rafá para entrar en la Franja y aliviar la desesperada situación de su población, que sobrevive a los bombardeos sin agua, electricidad o combustible desde que Israel suspendiera el suministro hace más de una semana y cerrase completamente las fronteras del enclave en respuesta al devastador ataque de Hamás sobre su territorio. El cerco ha puesto nuevamente a Egipto entre la espada y la pared. Obligado por un lado a impedir el desastre humanitario, pero muy consciente por el otro de que la apertura de su frontera podría servir para vaciar Gaza de palestinos.
Durante la jornada llegó a anunciarse un acuerdo de alto el fuego en el sur de Gaza para permitir durante unas horas la entrada de ayuda humanitaria. Gestado con la mediación de Estados Unidos y varios de sus socios árabes, el pacto obligaba a Egipto a evacuar a los extranjeros y palestinos con doble nacionalidad a cambio de que Israel permitiese el acceso a Gaza de los camiones varados en la frontera egipcia. Desde entonces las informaciones que llegan son contradictorias. Después de que el Gobierno israelí negara el alto el fuego para abrir un “corredor humanitario”, El Cairo le acusó de negarse a cooperar con los términos de la entente, aunque algunos medios aseguran que algunos camiones habrían atravesado la frontera.
En cualquier caso, Gaza va a necesitar más que unos cuantos camiones para prevenir la hambruna y el colapso de las condiciones mínimas para la vida en el enclave, sometido a bombardeos sin precedentes en su alcance y magnitud desde hace 10 días. La Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtió el lunes que solo quedan “24 horas adicionales de agua, electricidad y combustible” para los dos millones de habitantes de la Franja. Sin combustible no funcionan las plantas desalinizadoras de agua, y sin electricidad no hay refrigeradores ni máquinas para mantener con vida a parte de los más de 10.000 heridos –además de 2.800 muertos— que ha dejado hasta la fecha la ofensiva de Israel, que sigue por su parte lidiando con los cohetes de Hamás.
Connivencia con el bloqueo israelí
Desde que comenzara el bloqueo sobre Gaza hace 16 años, Egipto solo ha abierto durante breves temporadas su frontera con la Franja aludiendo a motivos de seguridad. En parte por la complicada relación que mantiene con Hamás, nacida en sus orígenes de la rama palestina de la Hermandad Musulmana egipcia, la misma que el régimen militar de Abdelfatá Al Sisi aplastó en 2013 para hacerse con el poder en El Cairo. Pero también por los compromisos que mantiene con Israel desde 2007, cuando Hamás se quedó como única autoridad en Gaza, que otorgan al Estado judío la potestad de vetar también las mercancías que entran desde la frontera egipcia.
Esta vez El Cairo parece genuinamente interesado en prevenir “la catástrofe” en ciernes que vaticina la OMS. “Existe la necesidad urgente de aliviar el sufrimiento de los civiles palestinos en Gaza”, dijo el lunes su ministro de Exteriores, Sameh Shoukry. No solo por los motivos evidentes, sino también por el apoyo que la causa palestina mantiene en la calle egipcia, nuevamente asfixiada por la inflación galopante, la crisis económica y la represión sin fisuras del régimen. Esa presión ayuda a explicar por qué esta vez Al Sisi ha declarado que los bombardeos sobre Gaza “exceden el derecho a la defensa propia” y entran en el terreno del “castigo colectivo”.
Viejos temores en El Cairo
Su Gobierno ha abierto el aeropuerto del Arish, a unos 40 kilómetros de la Franja, a la ayuda internacional, llegada desde Jordania, Emiratos Árabes o Turquía. Pero de momento la frontera sigue cerrada. Y aunque es posible que el candado se acabe levantando para el acceso puntual de agua, medicina y combustible, Egipto ya ha dejado claro que no contempla su apertura para permitir la huida de los civiles palestinos, particularmente después de que Israel ordenara a más de un millón gazatíes marcharse del norte del enclave, presumiblemente para dejar espacio a la invasión de sus tropas.
Y es que históricamente El Cairo ha temido que Israel trate de dar carpetazo al conflicto de Gaza expulsando a los palestinos a su territorio. Una idea aireada varias veces en las últimas décadas por los dirigentes israelíes y ahora renacida a raíz de algunas declaraciones, así como por la situación sobre el terreno. Citando fuentes de la seguridad egipcia, el diario ‘Al Ahram’ publicaba estos días que “algunos partidos y fuerzas” en Israel planean el desplazamiento forzoso al Sinaí egipcio de los palestinos de Gaza. “Egipto no permitirá la liquidación de la cuestión palestina a expensas de terceras partes”, dijo el domingo Al Sisi en una entrevista. “No habrá permisividad alguna para pisotear la seguridad nacional egipcia bajo ninguna circunstancia”. El Cairo está convencido de que si permite la huida de los refugiados hacia su territorio, nunca más se les permitirá regresar y el problema de Gaza pasará a ser exclusivamente suyo.