Los intereses científicos de Juan Pérez Mercader (Alcalá de Guadaira, Sevilla, 1947) no conocen de fronteras, como las que está tratando de poner Donald Trump a la Universidad de Harvard, institución en la que este astrobiólogo investiga desde el año 2010. Dice que las decisiones que está tomando el presidente de los Estados Unidos no son la razón de esta entrevista.
Lo cierto es que nadie más que él podría presumir del motivo por el que atiende a EL ESPAÑOL, pues se ha convertido en el primer científico en crear vida artificial sin bioquímica. Aunque este descubrimiento aún no ha servido para ello, sí que podría facilitar el estudio del origen de la vida, una materia en la que Pérez Mercader es considerado un experto mundial.
También está especializado en exploración planetaria. De ahí que fuera quien dirigiese la participación española en la instrumentación de la Mars Science Laboratory, que llegó a Marte en 2012. Unos años antes, le otorgaron la Medalla de la NASA al Servicio Público Distinguido, el reconocimiento más alto que recibe una persona que no forme parte de la agencia espacial.
Pese a estos méritos y una trayectoria de renombre, Pérez Mercader no hace distinciones entre el que se dedica a la ciencia y quien trabaja en otro ámbito, pues «cada uno contribuye a su sociedad en lo que puede«. Él lo ha hecho siempre de manera vocacional, desde que viese fabricar un cohete casero a su hermano, a quien le está igual de agradecido que a su hermana y sus padres. Tal vez sin su apoyo no se hubiera convertido en el primero de la familia en poder estudiar en la universidad.
¿Cómo surge su interés por la física?
Resulta que yo entendía que conforme se giraban los pedales de una bicicleta, la cadena transmitía la fuerza a las ruedas. Comprendía que se generaba un movimiento, que la fricción de la rueda estaba calculada de tal manera que tirase del peso que llevaba la bicicleta montada encima.
Pero lo que me dejaba totalmente fascinado era cómo se movían los cohetes. Ahí no veía nada parecido a lo que sucedía con la cadena de la bicicleta. Se trataba de la tercera ley de Newton. Así fue como comenzó mi interés por la física.
¿Qué edad tenía entonces?
Tres o cuatro años. También me interesé entonces por la química. Veía que había átomos, moléculas, que los núcleos de los átomos eran inestables si se producía radiactividad. En el instituto en Huelva tuve la enorme suerte de tener tres profesores de primerísima categoría en ciencias naturales. Me daban acceso al laboratorio, que visto con 70 años de diferencia, la verdad es que era bastante sofisticado.
¿Tenía algún familiar que ya se había interesado antes por la física?
No, mi padre era funcionario de Correos y mi madre, ama de casa. Simplemente que yo de pequeño era un tipo muy curioso y sigo siéndolo. Curiosísimo no quiere decir alcahuete, sino que me interesa saber el porqué de las cosas, llegar a la esencia de las cosas.
La física tiene una característica muy importante y es que trata de entender los fenómenos naturales en su mínima expresión, aunque también se aplica para entender los más complejos. Una de las claves de la física es que trata de explicar los fenómenos en base a nociones ‘muy simples’. Y si fuera posible, pues que también tengan una expresión matemática manejable.
Las matemáticas son el lenguaje de la ley de la naturaleza. Esto va en paralelo con lo que se llama el método científico, que consiste en hacer un experimento, volverlo a repetir en las mismas condiciones. La repetibilidad es muy importante.
Viendo cómo habla de ellas, entiendo que no le parecerían las matemáticas una asignatura aburrida.
No se me daba mal. Aunque hubo una época en la que me costaba trabajo el cálculo. En la universidad le cogí un horror tremendo. No se explicaban como debería.
¿Cree que a día de hoy se siguen explicando de manera incorrecta?
No sé cómo está la situación en España y, por tanto, no puedo opinar. Lo que sí veo es que la gente confía demasiado en el ordenador, aunque para el cálculo puede ser útil.
Hoy en día, creo que se explica muchísimo mejor pero el estudiante no está tan abierto como estábamos en mi época, por la sencilla razón de que el esfuerzo necesario para entender bien y manejar con vigor y con maestría, pues requiere muchísimo sacrificio de tiempo y esfuerzo. Y hoy en día hay tantísimas distracciones y la recompensa es inmediata. Los jóvenes están acostumbrados a ello. Y por eso el esfuerzo científico se ha perdido en muchos sitios, aunque no en todos.
¿Habrá menos hallazgos importantes por esa pérdida del esfuerzo científico?
Las tecnologías facilitan el descubrimiento, pero la creatividad humana también tiene que estar ahí. Ayer lo discutía con dos colegas, un químico y un astrofísico. El primero pensaba que los ordenadores nos iban a acercar a conocer mucho mejor las cosas (cosa con la que estoy de acuerdo). El otro nos contó que tenía amigos que habían pasado de hacer cálculos en papeles a hacerlos todos con ordenadores.
Mi posición es que los ordenadores, la inteligencia artificial en particular, te va a permitir resumir muchas cosas, te va a enseñar a aprender mucho sobre lo que ya has descubierto. Pero hay una frontera en la que la computación automática no va a funcionar, que es la frontera subquantum. Ahí llegará un momento en el que habrá que buscar nuevas herramientas teóricas porque no será asequible al descubrimiento por máquina.
Juan Pérez Mercader en el laboratorio de la Universidad de Harvard.
Harvard Staff Photographer
¿Le marcaron las «razones políticas» por las que su familia se marchó de su Alcalá de Guadaira natal a Huelva?
Sí, por supuesto que sí. Pero no nos marchamos, es que a mi padre no le daban trabajo. Lo echaron de Correos después de la guerra y pasaron 10 años hasta que lo readmitieron le dieron la opción de elegir entre Huelva y Huesca.
De haber elegido Huesca, su trayectoria quizás no hubiera sido la misma.
Quién sabe. La vida es lo que es: se presenta, la encaras y la vives.
Estoy seguro de que en Alcalá también nos hubieran tratado con el cariño y la aceptación que tuvimos en Huelva. He tenido la enorme suerte de haber conocido esas dos facetas de nuestra Andalucía. Eso genera un poso muy importante. Yo tengo acento andaluz y no lo disfrazo porque es el que tengo. Estoy muy orgulloso de nuestros orígenes españoles y en sociedades progresistas.
¿Fue el primero de su familia que pudo estudiar en la universidad?
Sí. Tengo dos hermanos mayores, pero yo fui el primero. Les estoy agradecido a ellos, y a mis padres, por el esfuerzo tan gran que hicieron para que yo pudiera ir a la universidad.
Presume de que, hasta que no llegó a Harvard en 2010, siempre había investigado en instituciones públicas. ¿Le genera presión el investigar con financiación pública?
En una universidad como Harvard, que es una gran institución, la investigación se basa económicamente en proyectos que la gente pide, compitiendo, y esa competición viene del gobierno federal de los Estados Unidos, en ese sentido hay un revuelo muy importante. Éste es un gran país. Hay una presencia muy importante del gobierno en la investigación,
En España hay otras instituciones que son excelentes, como el CSIC o el INTA. Lo que pasa es que son más pequeñas que las que tenemos aquí. Lo mismo sucede con la financiación, que el volumen no es el mismo que en EEUU. Pero la participación de los gobiernos es muy importante en la investigación.
¿Qué opinión le merece que haya países, como Arabia Saudí, que paguen a científico españoles para cambiar su filiación?
Yo soy un científico, no un juez. Como dijo Ortega y Gasset, yo soy yo y mis circunstancias. Si una persona se encuentra en una situación complicada, quién es quién para juzgar eso. Yo, definitivamente, no. Cada uno tiene sus circunstancias, sus historias y sus ambiciones, y el acelerador de cada uno puede acelerar de una cierta manera.
Para hacer investigación necesitas recursos. Esos recursos cuestan tela. ¿Y esa tela de dónde sale? En algunos casos, de los gobiernos; en otros, la industria; y también se puede dar una combinación de ambos. Hay quien critica a quienes se ponen a trabajar con cataríes, pero quién soy yo para decir nada.
El periodista David Jiménez dijo que su salario como becario, hace más de 20 años, era parecido al que cobran actualmente periodistas seniors. ¿Tiene la sensación de que en el mundo científico sucede igual?
No sé cómo están los salarios, pero no creo que hayan crecido mucho desde que dejé el CSIC en excedencia [en 2010]. No me sorprende que los salarios no hayan crecido a la velocidad adecuada. No creo que haya mucha diferencia entre entonces y ahora.
El político Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón dijo en un debate en el Congreso que hacía dos años un catedrático cobraba lo mismo que un general de brigada; hoy, un catedrático cobra como un brigada. Eso era en los años 80. En España, los salarios en ciencia son más bajos que en otros países.
¿Sus padres vivían cuando comenzó su andadura en Harvard?
No. Mi padre murió, el pobre hombre, con 62 años por un cáncer de próstata. Fue en 1965. Yo acababa de acceder a la beca Fulbright en la City College de Nueva York, que le llaman el Harvard de los proletarios, y no tenía dinero para volver a España y estar con él. Mi madre murió en 1996. Ellos no han visto nada de esto, pero yo sí. Y yo me acuerdo de ellos todos los días.
¿Qué cree que pensarían de usted?
Pues lo mismo que su hijo piensa de sí mismo, que soy una persona como otra cualquiera.
No cualquier persona accede a investigar en Harvard.
Las cosas se te ponen en la vida de una manera o de otra. Hay carambolas, gente que científicamente te apoya y que te pone zancadillas. Lo importante es el ser humano.
¿Le pusieron más zancadillas en Harvard que cuando investigaba en España?
No. Aquí es bastante complicado, pero en España mucho más. El mundo académico es extraordinariamente competitivo. Si los recursos son menos, la competitividad es altísima. Por eso me quito el sombrero delante de la gente que trabaja en España; en particular, en el mundo de la ciencia.
Aunque yo no distingo al científico del que trabaja en otras áreas. Cada uno contribuye a su sociedad en lo que puede. Uno lo hace de manera más vocacional, que es el caso de los científicos, y otros lo hacen de una manera más pum, pum, pum porque su trabajo no redunda en los beneficios maravillosos que produce descubrir algo en la naturaleza por primera vez. Pero también es extraordinario el tipo que es capaz de montar una casa fabulosa con el palustre y el ladrillo. O la que trabaja como médico.
Parece que a veces se nos olvida que para que un científico investigue en un laboratorio antes tiene que haber alguien que lo construya, por ejemplo.
Yo no pondría una jerarquía de importancia, que la hay. Pero sí diría que todos son necesarios. Los cohetes son un buen ejemplo. La cantidad de gente que hay detrás de un puñetero cohete. Son millones de piezas en movimiento, de las cuales ni una puede fallar. Decenas de miles de personas están involucradas en un cohete. Si uno falla, la hemos cagado.
Recientemente, se ha convertido en el primer científico que crea vida artificial de cero. Para un lego, ¿podría explicar lo que supone?
Este artículo ahonda en que para hacer las cuatro propiedades fundamentales de los seres vivos no necesitas la bioquímica. Hay maneras, con muy pocas moléculas, de implementar esas cuatro propiedades sin tener que pasar por la bioquímica.
Eso, que en ti, en mí y en una planta, es realmente complicado porque las piezas que se necesitan son muy completas, se puede hacer con algo mucho más sencillo, que puede tener pedigrí en el medio interestelar a partir del cual se formó el sistema solar.
Los sistemas sintéticos que ha desarrollado Pérez Mercader, vistos desde un microscopio electrónico de barrido.
¿Sería exagerado decir que nos podría ayudar a conocer el origen de la vida?
No, no sería exagerado. Lo que nosotros hemos querido es demostrar que de sistemas simples puedes generar algo que tiene una complejidad que, a primera vista, es como las propiedades de la vida natural. ¿Qué piensa la comunidad acerca del origen de la vida? Lo que sabemos es que muy poco, aunque tenemos mucha información que no hemos sabido ponerla junta todavía bien.
Nuestra contribución es demostrar que con moléculas muy sencillas generas las cuatro propiedades. Si esas cuatro propiedades incluyen la evolución, pues a lo mejor han podido evolucionar desde algo muy sencillo a algo muy complejo, como fueron los primeros seres vivos, que estaban basados ya en bioquímica, que existían hace 3.800 millones de años. Ojo, que no hemos explicado el origen de la vida. Pero sí que hemos abierto una buena puerta.
¿Qué es para usted la vida?
Hay una lucha muy importante entre los científicos que se dedican al origen de la vida acerca de esta pregunta. La batalla es sobre si definirlo o no. Pero es que la vida no es un teorema, es un fenómeno. Por ello yo diría que habría que caracterizarlo, no definirlo.
Dice que los físicos siempre están pensando en un misterio que resolver. ¿Cuál es el que más le está quitando horas de sueño?
Ahora mis horas de sueño me las quitan cosas que tienen que ver con la salud. El hecho de que te vas haciendo mayor, eso es lo que me quita mis horas de sueño.
Lo he dicho de manera metafórica, pero no sé si es posible ser un científico de renombre internacional, e investigador en Harvard, y poder descansar al menos ocho horas.
Sí, se puede compaginar. Aunque yo he dormido durante mucho tiempo bastante menos que eso.
¿Ha sacrificado entonces horas de sueño?
Bueno, sacrificar, sacrificar… Poco. Pero porque he estado haciendo lo que quería, así que no sacrificas. Tú te estás divirtiendo y a la vez contribuyes al progreso y a la sociedad. Eso es muy importante. También tiene su gracia ver que te haces mayor y la gente todavía quiere ver tus cosas.
¿No desconecta en ningún momento de nada que tenga que ver con la ciencia?
Es que siempre hay algo. Pero sí que, de vez en cuando, miro pájaros. También me intereso por los árboles, por la historia y por la poesía. Leo filosofía, escucho música y me intereso por los alumnos de un instituto que tiene mi nombre. De vez en cuando también salimos a cenar.
¿Cómo llegó a ser coproductor de un disco del cantautor Amancio Prada?
Éramos concuñados. Estuve casado con una hermana de la mujer de Amancio Prada, y nos hicimos muy amigos. Es un tipo espectacular, con una sensibilidad extraordinaria y con una intuición espectacular. Empezó a hacer un disco y no tenía quién se lo produjera. Me dijo «cuñado, por qué no me ayudas en la producción de este disco». Porque yo entendía, y sigo entendiendo, de electroacústica, de cómo funcionan amplificadores y grabadoras.
¿Es más complicado coproducir un disco o investigar en el laboratorio?
No, es todo lo mismo. Lo que es complicado es cocinar (se ríe).
Una persona dejó un comentario en una entrevista que le realizaron diciendo «qué buen ministro de Ciencias sería mi paisano». ¿Aceptaría el cargo si se lo propusieran?
No. Yo eso no lo sé hacer bien.
¿Cómo valora que las últimas decisiones que está tomando Donald Trump contra Harvard?
Yo hablo de ciencia. De política, no.
Pero entiendo que las decisiones políticas les afectará a nivel científico.
Sí, por supuesto que afecta. Pero ha sido elegido. Está haciendo lo que cree que tiene que hacer. Pero prefiero no decir ni media palabra. No porque tenga miedo, sino porque no es el motivo por el que hago esta entrevista.