De piedra, madera y hormigón, el edificio de Presidencia del Gobierno se erigió hace 25 años en el mismo lugar en el que se fundó Santa Cruz de Tenerife. Firmada por el equipo de arquitectos Fernando Martín, Felipe Artengo y José María Rodríguez-Pastrana, la obra proyectada desde la década de 1980 es mucho más que una sede administrativa, como demuestran los numerosos premios que atesora y que en este aniversario de cuarto de siglo, el Ejecutivo regional programe una serie de actos para dar a conocer la infinidad de detalles que atesora.
Desde su inauguración en junio del año 2000, el edificio trascendió sus 6.500 metros cuadrados construidos al convertirse en el punto de arranque de la reestructuración urbana del centro histórico de la capital tinerfeña. Su singularidad reside en el diálogo entre elementos históricos y contemporáneos, así como en su fuerte carga simbólica: materiales procedentes de distintas islas del Archipiélago componen la estructura y la dotan de una identidad marcadamente isleña.
Además, su diseño promueve la interrelación entre las diferentes plantas, favorece la entrada de luz natural y permite la regeneración pasiva del aire, convirtiéndolo en un espacio abierto, funcional y profundamente representativo. Y, sobre todo, es una obra que perdura en el tiempo. Características que anticipaban tendencias que imperan en la actualidad y que, de forma paralela o transversal, se recogen en otras obras singulares y destacadas que han sido construidas en las últimas décadas en el Archipiélago.
Periodo de sensatez
El catedrático de Proyectos Arquitectónicos de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) Jose Antonio Sosa (Las Palmas de Gran Canaria, 1957) lo resume con claridad: «Hoy hay un periodo muy interesante de sensatez, de sostenibilidad, de ahorro de medios, de estudio de nuevas domesticidades. Para mí es fascinante el momento actual». Su afirmación parte de una mirada larga, que se remonta al movimiento modernista que marcó gran parte del siglo XX en la arquitectura con funcionalismo, racionalidad, rechazo del ornamento y uso del hormigón, entre otras características, con representantes como Bauhaus, Le Corbusier o Frank Lloyd.
Tras el periodo Brutalista, el Posmodernismo reintrodujo ornamentos y «formas más clásicas», recuerda Sosa, pero «afortunadamente duró poco». A partir de los años ochenta y noventa, la arquitectura experimentó una fase «más divertida», aunque dio lugar a una etapa de «nuevo riquismo, de circo, fastuosa y grandilocuente». Pero entre 2007 y 2008, «como consecuencia de la crisis, eso se acabó y las cosas cambiaron radicalmente».
Premios Pritzker
Uno de los termómetros que permiten identificar las tendencias de cada momento en la arquitectura son los premios Pritzker, el galardón más prestigioso en el sector que, que otorga la Fundación Hyatt. En 2016, ganó el chileno Alejandro Aravena por una obra con un marcado componente social a través del diseño de hábitats que tratan de resolver problemas de habitabilidad. Su labor se vio especialmente reflejada en reconstrucción de la ciudad de Constitución tras ser devastada por el terremoto y el tsunami que en 2010 sacudió Chile, que dejó medio millar de muertos y unos 800.000 damnificados.
En 2022, el máximo reconocimiento recayó en Francis Kéré de Burkina Faso, primer galardonado de África, «que es una persona extraordinaria, que hace arquitectura de adobe, con las manos y los pies», apunta Sosa. El jurado destacó entonces su compromiso social al construir escuelas, edificios cívicos o instalaciones de salud en comunidades llenas de limitaciones, a través de un uso inteligente de materiales locales para conectar con la naturaleza y, así, transformar las comunidades a través de la arquitectura.
Y este año, el premio recayó en el arquitecto chino Liu Jiakun por crear edificios que cambian la vida cotidiana, mediante espacios abiertos que favorecen la comunidad y con un respeto total por la historia, la cultura y la naturaleza. Su obra conjuga interpretaciones modernas de la arquitectura clásica china y busca que los edificios se mimeticen con su entorno, con el uso de flora local y silvestre que crece en los ladrillos que coloca boca abajo para favorecer su crecimiento.
«Las ciudades tienden a segregar funciones, pero Liu Jiakun adopta el enfoque opuesto y mantiene un delicado equilibrio para integrar todas las dimensiones de la vida urbana«, señaló el presidente del jurado del Pritzker, el chileno Alejandro Aravena, que también destacó que «su trabajo puede ofrecer impactantes claves sobre cómo enfrentarnos a los desafíos de la urbanización, en una época de rápido crecimiento de las ciudades«.
Ilustración. / LP/DLP
La sostenibilidad
En este sentido, Canarias no es ajena a las tendencias actuales y «los arquitectos estamos muy al día de lo que está sucediendo en el panorama mundial«, resalta Sosa. «Ahora hay una apuesta generalizada por la sostenibilidad: todo el mundo trata de construir consumiendo lo menos posible, usando materiales reciclables, de buena duración y calidad arquitectónica, porque no hay que olvidarse que lo más barato es mantener lo que existe y que dure muchos años», detalla.
Ganador de varios concursos como la rehabilitación del Gabinete Literario o de las Casas Consistoriales de Las Palmas de Gran Canaria, la Plaza Pública y Aparcamiento de Venegas o la Regenta, Sosa recuerda especialmente su proyecto de la actual Ciudad de la Justicia de la capital grancanaria. «Empezamos a proyectarlos en 1994 o 1995, pero no caímos en esa tentación de soberbia arquitectónica que hubo en esos años en general. No son ostentosos, al igual que no lo es el de Fernando (Presidencia del Gobierno). Son edificios que están perfectamente conservados y perfectamente vigentes», señala.
Además, recalca su ahorro energético, porque cuentan con ventanas en todos los despachos, lo que permite la entrada de luz natural con brise-solei para cortar el sol y, también, disponen de ventanas que dan al exterior, lo que permite prescindir del aire acondicionado. «Es sostenible y está proyectado hace 20 años. Hoy en día eso es la ley y la regla general», añade.
A este ejemplo, suma la reforma del edificio de usos múltiples La Loza, en Las Palmas de Gran Canaria que llevó a cabo conjuntamente con la arquitecta Evelyn Alonso y que ha sido reconocido con el premio de Arquitectura Miguel Martín-Fernández de La Torre por el Colegio de Arquitectos de Gran Canaria el año pasado. «Era una antigua nave de 1960 que había que tirarla y nosotros propusimos mantener toda la estructura de hormigón», recuerda. También destaca que se diseñó para implantar una ventilación eficiente que permitiera prescindir de aire acondicionado en una zona, la parte industrial de Miller Bajo, donde era la norma.
El Tanque
Cristina Vega, reconocida en 2022 con el premio Mujeres Arquitectas en la categoría Joven, pone como ejemplo el Espacio Cultural El Tanque, en Tenerife, obra de Fernando Menis, porque ejemplifica «cómo definir y amplificar la memoria de un lugar», al rescatar elementos históricos para dotarlos de una nueva función social y cultural. «El hecho de remplazar el mobiliario urbano y parte de los accesos por elementos existentes modificados en su función no solo es un acto ecológico de reutilización que busca optimizar recursos, sino también, una decisión consciente de crear una atmósfera industrial donde todo establece pistas que nos cuentan, con calma, las historias superpuestas y la evolución de un lugar», resume Vega.
La arquitecta grancanaria también destaca el jardín de plataneras que rodea al espacio porque «no es un capricho estético», sino que «completa al proyecto» junto a las bombonas de buceo, la pasarela del avión o los barriles de crudo, al formar parte de la historia del lugar y de las islas que, en conjunto, crean «una melodía que suena al unísono». En suma, Vega considera a esta obra un modelo de «reciclaje, reconversión y desaceleración en el consumo de recursos» que aúna «historia, tradición, artesanía y el cariño por crear un lugar que ofrecer a los demás«.

Ilustración. / LP/DLP
Los concursos
Sin embargo, el problema para que estos ejemplos sean la norma y no la excepción en las islas tiene que ver, en parte, con los concursos públicos que afecta de manera sangrante a la construcción de viviendas. Según Sosa, la propuesta ganadora no siempre es la que tiene más calidad, sino la más barata, lo que considera «un disparate». La propia Ley de Contratos del Sector Público (LCSP) establece criterios específicos para que en la adjudicación de contratos de servicios en el sector se priorice la calidad frente al precio, en determinados casos.
«Hay un cambio importante en cuanto a pensamiento, las ideas flotan por todo el mundo arquitectónico, pero no se están poniendo en circulación de manera generalizada. Hay lugares de España, como en Cataluña, donde se están haciendo las cosas muy bien, los concursos están bien planteados y se realizan viviendas fantásticas, de muy buenas de calidad, con un diseño estupendo e innovadoras. No son muchas, pero más que en el resto de España, que está paralizada», explica Sosa.
Sosa reitera que en los proyectos arquitectónicos el criterio principal debe ser la calidad porque los presupuestos «son enormes» y si falla algún punto, se encarece aún más. «Es necesario hacer otros tipos de planteamientos para poder construir más y mejores viviendas, con criterios arquitectónicos más adecuados y que tengan en cuenta más parámetros», concluye.
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