Cuando actúa Amaral, el tiempo parece detenerse. La vigencia que la formación zaragozana mantiene en el imaginario colectivo actual es un privilegio al alcance de muy pocos. La complicidad tejida durante años entre el grupo y su audiencia se ha convertido en un vínculo casi indisoluble que garantiza llenos absolutos allí donde se presentan. Inmersos en la gira de su noveno trabajo de estudio, Dolce Vita, incluyeron Alicante en su itinerario, y el público respondió con entusiasmo este sábado en el Multiespacio Rabasa, abarrotado por quienes no quisieron perderse la oportunidad de revivir himnos que han marcado a varias generaciones y descubrir sus nuevas composiciones en directo.
La excusa de la gira, centrada especialmente en presentar en sociedad su repertorio más reciente, ha calado hondo en su audiencia, que ha reconocido en estos nuevos temas la esencia más orgánica del dúo, evocadora de aquellos inicios que cimentaron su éxito y marcaron un antes y un después en el pop español. Lejos de ser una celebración hedonista, Dolce Vita se erige como una reflexión crítica y lúcida sobre el presente, envuelta en una estética sonora contundente y con vocación de perdurar en el tiempo. Amaral conserva intacto su compromiso social y su mirada inconformista, al tiempo que revisita el concepto de bienestar desde un prisma consciente y combativo.
Porque si algo distingue a Eva Amaral y Juan Aguirre es su visión del mundo desde los márgenes, con una clara conciencia de clase y sensibilidad social. En cuanto a su público, el ambiente previo que se respiraba en los alrededores del recinto tenía ese halo especial que precede a las noches memorables. Ni siquiera las retenciones de tráfico lograron empañar una cita señalada en rojo en el calendario de muchos alicantinos desde que se anunciase la gala. Todo estaba preparado para vivir una jornada musical única y especial.
A las 22 horas, una introducción sonora anunciaba el inicio del espectáculo. Y, como si de una declaración de intenciones se tratara, Eva pronunció una frase que marcaría el tono de la noche: “Recordadme viviendo la dolce vita, porque eso es algo que nadie nos puede arrebatar”. Una proclama que desató los vítores del público mientras Eva Amaral y Juan Aguirre aparecían en escena dispuestos a disparar una retahíla de balas musicales.
Arropados por una solvente banda compuesta por Ricardo Esteban, Álex Moreno, Miriam Moreno, Sergio Valdehita y Laura Sorribas, el dúo se enfrentó al reto de estructurar un concierto en el que las quince canciones de su último álbum estuvieran presentes sin provocar impaciencia por los temas más emblemáticos. Y aunque piezas como la que da título al disco se han ganado un lugar entre los fieles, otras aún no logran generar el mismo grado de conexión emocional en directo. No por falta de calidad interpretativa, sino por el déficit de arraigo en el imaginario colectivo.
Temas de reciente factura como Eso que te vuela la cabeza o Tal y como soy sirvieron de preámbulo al primer guiño nostálgico de la noche: Toda la noche en la calle, un estallido de júbilo colectivo que hizo vibrar al público, entregado al unísono para corear el estribillo de la canción. Porque eso es precisamente lo que Amaral ha sabido construir a lo largo del tiempo: una complicidad emocional con su audiencia que se reactiva con cada canción. Visualmente, el concierto fue meticulosamente concebido, con transiciones entre la euforia y la introspección marcadas por la expresividad de los colores. Eva, por su parte, brilló con luz propia durante toda la actuación, encarnando la solidez que otorga la experiencia.
La actuación estuvo impregnada de la energía arrolladora de Eva, cuya presencia escénica, por momentos poseída por un duende flamenco, envolvía al público en una marea de emoción y fuerza expresiva. Los cambios de vestuario, sutiles pero efectivos, añadieron dinamismo a sus intervenciones, elevando aún más el impacto visual del espectáculo.
Una pasarela dispuesta en el centro del recinto permitió tanto a Eva como a Juan estrechar la distancia con el público, generando instantes de intimidad que se entrelazaban con momentos de auténtico virtuosismo escénico. La puesta en escena, de una ambición digna de los grandes escenarios, alcanzó uno de sus clímax cuando, enganchada en cuerdas, quedó suspendida en el aire evocando la sensación de estar “En el centro de un tornado”.
Nadie podría quejarse de la entrega que allí se derrochó, con un cancionero de treinta temas que se sucedieron de forma progresiva entre éxitos consolidados y novedades recientes. Dos bises sirvieron como paréntesis y respiro: el primero, además, arrancado con una imponente versión de Sin ti no soy nada, interpretada en acústico a dúo entre Eva y Juan, sin el acompañamiento de la banda, que erigió los teléfonos móviles de los allí presentes.
Tampoco faltaron piezas imprescindibles como Revolución, Cómo hablar y, ya en el tramo final del segundo bis, Salir corriendo, Marta, Sebas, Guille y los demás y El universo sobre mí. Una actuación para el recuerdo que reservó, además, un momento especialmente emotivo con Juan Aguirre y su guitarra en Tardes, así como un sentido homenaje a Víctor Jara con la interpretación de Te recuerdo, Amanda. Como broche musical, Amaral se despidió con Nothing Compares 2 U, el inmortal tema de Sinéad O’Connor, que clausuró una velada cargada de simbolismo, memoria y emoción colectiva.
Si algo demostró esta actuación, es que la sociedad continúa rendida ante los encantos de la música de Amaral. Ver en el Multiespacio Rabasa a jóvenes que ni siquiera habían nacido cuando se publicó el emblemático Pájaros en la cabeza refuerza, aún más, la relevancia del dúo zaragozano en el panorama musical nacional. Alicante vivió uno de los momentos clave de un verano que aún no ha comenzado. Los conciertos de Área 12 vuelven a encontrarse con las grandes multitudes y con artistas de primer nivel, ofreciendo un recinto con capacidad para más de 15.000 personas como epicentro de la cultura en vivo en la ciudad. De momento, Bryan Adams y Amaral han sido las dos primeras grandes apuestas, dejando el listón en lo más alto. Siguiente parada: Maná el 28 de junio.
Suscríbete para seguir leyendo