Las estadísticas indican que hay un movimiento de población creciente hacia Asturias. Las últimas cifras indican que volvemos a recuperar el emblemático millón de habitantes. Qué nadie se alarme, no es que hayamos aumentado la tasa de natalidad. Para nada, sigue siendo de las más bajas de Europa y bajando. Al parecer, este aumento de población es consecuencia, en primer lugar, de la inmigración, que, aunque nadie lo diría por las cifras de desempleo, encuentra en el Principado un lugar acogedor.
Pero hay más. Asistimos a una nueva razón para instalarse en Asturias. El tiempo benigno, paradisíaco, ni frío ni calor. Se dice, para escándalo de los científicos, que nuestra tierra está a resguardo de las devastadoras consecuencias de lo que se ha dado en llamar cambio climático. Es más, hay quien habla alegremente de Asturias como «refugio climático». Si quienes vienen fueran «refugiados climáticos» de, no sé, los 50 grados del África subsahariana o del estado mexicano de Sonora se entendería. Pero no, nos referimos a españoles de zonas más cálidas, que huyen de las olas de calor.
Ya han sido varias las noticias que me han llegado de amigos que, animados por el clima acogedor, se han instalado en Asturias. Incluso de otros conocidos que han decidido invertir sus ahorros en una segunda vivienda en el Principado y no en las cálidas y superpobladas costas mediterráneas. A juzgar por los precios de la vivienda y el alquiler en nuestra tierra, todo hace indicar que vamos camino de convertirnos en el Benidorm de los 70 o el Marina d’Or de los 90.
Lo peor no es que vengan a Asturias. Bienvenidos sean. Lo peor son los argumentos que se emplean. Argumentos disparatados consecuencia de un debate politizado, manipulado, lleno de bulos, medias verdades, alarmismos exagerados o infravaloraciones interesadas. En cualquier caso, un debate marcado por la ignorancia propia de quienes no alcanzamos a comprender razones mínimamente científicas.
He oído argumentos tan peregrinas para colocar a Asturias la cabeza de los «refugios» climáticos como que nuestras costas, a diferencia de las mediterráneas, no iban a ser devoradas por el aumento del nivel del mar, como consecuencia del derretimiento de los glaciares. O como sostener, con una frivolidad inusitada, que Asturias será uno de los lugares de España menos afectados por el cambio climático.
Acabo de enterarme de que la Universidad de Oviedo dispone de una Cátedra de Cambio Climático. La llamada CuCC, tras un estudio de nuestro clima, ha obtenido resultados que califica de «no sorprendentes, pero sí preocupantes», resultados que llevan a afirmar que «Asturias dista mucho de ser inmune al cambio climático». «Durante los últimos 50 años –afirma–, la temperatura media en Asturias ha aumentado 1.5 ºC, con tendencias más fuertes en primavera, invierno y otoño que en verano. Los valores están cerca del aumento en el continente europeo, pero son altos comparados con zonas cercanas en la península».
En cuanto al futuro, la Cátedra anticipa «un calentamiento medio durante los próximos 75 años de hasta 1.0 ºC en la temperatura media y una caída en la precipitación anual de hasta 6.6 % para los escenarios que consideran acciones de mitigación que llevan a una reducción rápida en las emisiones [es decir, que cumplan los Acuerdos de París]. Para escenarios sin mitigación, encontramos un aumento adicional a finales de siglo de 2.7 ºC en la temperatura media y una caída en la precipitación de hasta un 29.7 %. Estos cambios implican además fenómenos extremos más acentuados».
No hace tanto, eran multitudes las que desdeñaban el veraneo en Asturias, porque te podía salir un verano lluvioso, porque el agua de la playa estaba fría o porque no hacía el calor suficiente. Sólo unos pocos apreciaban aquello de dormir con una mantita, ponerse una rebequita al atardecer o el aire en condiciones en vez del aire acondicionado. Ahora parece que las olas de calor de los últimos veranos han dado la vuelta a la tendencia y es precisamente eso lo que nuestros visitantes vienen buscando. Bien está, pero de ahí a convertirnos en un «refugio climático» hay un trecho.
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