El avance del calentamiento global no solo se traduce en termómetros que marcan temperaturas cada vez más elevadas sino que, tal y como advierte un nuevo estudio liderado por el Trinity College de Dublín, el aumento de la frecuencia y de la intensidad de fenómenos como las olas de calor también podría estar aumentando el riesgo de transmisión de enfermedades infecciosas. Según concluye una nueva investigación publicada este miércoles en la revista científica ‘PLOS Climate’, la llegada de temperaturas extremas puede incrementar hasta 13 veces la carga de ciertas enfermedades transmitidas por bacterias y virus, un fenómeno que, destacan los expertos, hasta ahora había sido subestimado por muchos modelos predictivos.
«En comparación con otros tipos de variaciones térmicas, como las olas de frío, las olas de calor alteran profundamente la dinámica de infección«, recoge el estudio, que utilizó varios modelos de animales para estudiar la proliferación de microorganismos en distintos contextos. Según explican los impulsores de este trabajo, se realizaron experimentos tanto con pulgas de agua (Daphnia magna) como de patógenos conocidos como microsporidios (Ordospora colligata) para explorar cómo distintas condiciones de calor podrían afectar la proliferación de patógenos.
Durante el análisis se estudió un total de 64 combinaciones distintas de factores como, por ejemplo, la duración, la intensidad y las máximas alcanzadas durante estos episodios. La conclusión, afirman los expertos, fue clara. Y es que a más olas de calor más proliferación de microorganismos, más prevalencia de infecciones y, en general, más carga parasitaria. Este fenómeno, lejos de ser algo anecdótico, amenaza con ir a más conforme avance el cambio climático por lo que, tal y como destacan los expertos, hay que prestar atención a este «desafío para la salud pública».
Los expertos piden estudiar este fenómeno por sus implicaciones en la salud pública
«No podemos seguir modelando la propagación de enfermedades usando promedios de temperatura porque el clima ya no es así», advierte Niamh McCartan, autora principal del trabajo y especialista del departamento de Ciencias Naturales en el Trinity College. «Las fluctuaciones extremas de temperaturas, especialmente las olas de calor, tienen efectos desproporcionadamente grandes sobre la susceptibilidad del huésped, siendo en este caso los humanos, ya que afecta tanto el sistema inmunológico como a los comportamientos que facilitan la exposición a patógenos», añade esta especialista tras la publicación de este trabajo.
Un problema al alza
No es la primera ni seguramente la última vez que la comunidad alerta sobre el vínculo entre el cambio climático y el aumento de ciertas patologías. Según apuntaba un trabajo publicado recientemente en ‘Nature Climate Change’, el 58% de las enfermedades infecciosas humanas ya se han visto agravadas por factores relacionados con el cambio climático. Sobre todo, con las temperaturas al laza. En este sentido, los expertos afirman que a medida que el clima global se vuelve cada vez más cálido, enfermedades transmitidas por vectores como el dengue, el zika o la malaria están colonizando nuevas regiones, incluidas zonas del sur y centro de Europa que antes eran demasiado frías para albergar los mosquitos que las transmiten. En países como España, Italia o Francia, ya son muchos los centros sanitarios que alertan sobre cómo estas enfermedades empiezan a estar presente en la práctica clínica y en las alertas sanitarias.
Otros estudios sugieren que el 58% de las enfermedades infecciosas humanas ya se han visto agravadas por factores relacionados con el cambio climático
Según apuntan los análisis del informe ‘Lancet Countdown’, el mayor barómetro sobre salud y clima, «a medida que avanza el calentamiento global estamos viendo una redistribución global de enfermedades infecciosas«. Europa por ejemplo, está cada vez más expuesta al mosquito de la malaria, cuya presencia ha aumentado casi un 40% desde 1950 hasta ahora. También se detecta un aumento de casi el 10% del insecto responsable del dengue, la fiebre amarilla o el virus del virus del Nilo Occidental, así como un incremento del 13% del mosquito del dengue. «Comprender las dinámicas complejas entre fenómenos como las olas de calor y la transmisión de patógenos es fundamental para prepararnos ante estos nuevos escenarios», afirman los expertos.
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