Este artículo nace de una imagen. La que ven junto a estas líneas. Se produjo el día del congreso del PSPV de València, el día de proclamación formal de Pilar Bernabé como alternativa de los socialistas a la alcaldía de la ciudad, donde no pasan de tercera fuerza desde hace diez años. Un alma afín a ambas la captó. Las dos jefas actuales del PSPV, Bernabé y Diana Morant, tan cerca y tan lejos, de la mano, con gesto emocionado. Se emitía un vídeo sobre la pandemia, con glosas a la labor de la delegada del Gobierno que asumió el cargo en julio de 2022, en la etapa final de aquel drama.
La imagen, captada cuando estaban fuera del escenario, sin cámaras apuntando, contrasta con la ola que se escampa desde Madrid sobre la posibilidad de un relevo en el cartel socialista para disputar la presidencia de la Generalitat.
¿Pasará? Aventurar una respuesta sería un atrevimiento. Más en una formación donde estas decisiones hoy son imposibles sin el aliento, o al menos el beneplácito, del líder y presidente del Gobierno.
Pero si pasara, no sería por la existencia de un clima enrarecido entre los dos rostros hoy del PSPV. Por celos o batallas subterráneas. Otra cosa será el día después si sucediera. Pero el paisaje hoy es el de un entendimiento «sólido y sincero». «Hay feeling», sentencian quienes están cerca de Bernabé. Se llevan un año de edad, son mujeres jóvenes en puestos de responsabilidad y han congeniado desde la llegada de la exconcejala de València al Palau del Temple.
Todo eso suena bien, pero la ola baja fuerte porque hay agua. Hay argumentos. La figura de Bernabé se ha agigantado con la dana. En Madrid ha pasado a ser el rostro del Gobierno en todo lo referido con la riada, con una presencia constante y visible. La que no ha tenido Morant en la tragedia, constreñida en el papel de ministra de Ciencia y Universidades, el que le ocupa buena parte de las semanas, de forma que el liderazgo del PSPV lo ha de ejercer a distancia y delegando mucho. Bernabé, Jordi Mayor (portavoz de la ejecutiva) y José Muñoz (síndic en Corts) son los que llevan la voz del PSPV cuando la ministra no está. Y con la dana, la presencia de la delegada del Gobierno se ha multiplicado, también para contrarrestar el relato que la Generalitat ha intentado asentar. El reconocimiento ha sido tan importante que Sánchez la quiso a su lado en el último congreso del PSOE y le dio uno de los puestos primeros en la nueva ejecutiva federal (la secretaría de Igualdad), uno de esos que supone salir en las fotos en cada reunión. Mientras, la visibilidad de la exalcaldesa de Gandia en el Consejo de Ministros no es de las principales. Es la lectura que sostiene todo el runrún.
Así que la ola, que suena mucho dentro de la M-30, no es de humo. Pero nada indica tampoco que el cambio esté sobre la mesa. Orgánicamente, todas las piezas están dispuestas. Y lo están de la manera que quiso el gran patrón. Es el esquema en el que se trabajaba discretamente desde las elecciones de 2023: Morant a la Generalitat y Bernabé, a València. La delegada lleva tiempo diseñando una estrategia para una larga campaña de competencia con María José Catalá. ¿Cómo sostener ahora dar la vuelta al calcetín? Además de los daños colaterales: el agujero que se abriría en València y una ministra quemada si hubiera de dar un paso al lado. El movimiento de ajedrez no parece sencillo.
Entre lo real y lo hipotético, lo que existe hoy es una buena amistad. Eso es seguro.
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