No podía ni oír su voz

“Pensaba que era yo. Que quizá ya no servía para esto. Pero con solo verlo, sentía un nudo en el estómago. Y sentía rabia. Y odio. Palabras que nunca habría pensado que me definirían”. Luis —nombre ficticio— tardó meses en poner palabras al malestar que arrastraba. Es un hombre de mediana edad con una carrera consolidada en su sector. Nunca había tenido problemas con otros responsables. Pero la llegada de un nuevo jefe lo cambió todo: cuestionamientos constantes, desprecio sutil y silencios cargados de desconfianza.

Fuente