La historia de la Perla Peregrina comienza en el siglo XVI, cuando fue descubierta en aguas del archipiélago de las Perlas en Panamá. Con una forma inusual y tamaño excepcional, esta gema fue considerada desde sus inicios como una rareza de incalculable valor. Su nombre no se refiere a los múltiples viajes que realizaría con el tiempo, sino al uso antiguo del adjetivo “peregrino”, que significaba “raro” o “caprichoso”.
Fue ofrecida al rey Felipe II por el alguacil mayor de Panamá, Diego de Tebes, después de haberla llevado a Sevilla. Según un documento de la época, la perla pesaba 58,5 quilates, y fue incorporada a las joyas de la Corona de España, pasando a ser lucida por algunas de las más destacadas reinas españolas como Margarita de Austria-Estiria, Isabel de Borbón y María Luisa de Parma.
El rey Felipe III de España luce la Perla «Peregrina» prendida del sombrero
Durante siglos, la Peregrina fue engarzada junto al diamante conocido como “El Estanque” y apareció en retratos de la realeza pintados por artistas como Velázquez o en obras del taller de su escuela. Su simbolismo y belleza reforzaban su valor no solo material, sino también dinástico.
Robo, subasta y controversia
La gema permaneció en manos de la monarquía española hasta 1808, cuando José Bonaparte, rey impuesto por Napoleón, se apropió de ella junto a otras joyas reales. Fue enviada a su esposa en París y más tarde, tras perder el trono, Bonaparte la llevó consigo a Estados Unidos. Posteriormente, regresó a Europa y, según se cree, la legó a su sobrino Napoleón III. Este la vendió hacia 1848 por motivos económicos.
El comprador fue el marqués de Abercorn, cuya esposa la lució en bailes de la alta sociedad europea. Durante décadas, la joya pasó de mano en mano hasta que en 1969 fue subastada en Nueva York. La noticia desató revuelo en España. La Casa Real intentó entorpecer la venta alegando que se trataba de una copia, pues poseían otra perla de forma similar regalada por Alfonso XIII a su esposa, que también llamaban “la Peregrina”.
Sin embargo, documentos de 1914 prueban que Alfonso XIII ya conocía la existencia de la auténtica Peregrina en manos de una joyería inglesa, que incluso se la ofreció en venta. No se llegó a un acuerdo, y el rey terminó adquiriendo una segunda perla, que pasaría a la familia real española.
En la subasta de 1969, Richard Burton adquirió la perla por 37.000 dólares como regalo para su esposa, la actriz Elizabeth Taylor. Entre los postores estaba Alfonso de Borbón y Dampierre, quien ofreció hasta 20.000 dólares. El actor superó todas las ofertas y entregó la gema a Taylor, quien la lució en varias películas y encargó a Cartier el diseño de un collar renacentista con rubíes y diamantes para albergarla.

La perla fue noticia nuevamente cuando un caniche de la actriz la mordió accidentalmente, como relata ella misma en su libro de memorias My Love Affair With Jewels. Afortunadamente, la joya no sufrió daños.
Un fugaz regreso a Madrid y una venta millonaria
En 2011, tras el fallecimiento de Elizabeth Taylor, sus joyas fueron puestas a la venta por la casa de subastas Christie’s. Aunque España no estaba incluida en la gira internacional de exhibición, se hizo una excepción para presentar la Perla Peregrina en Madrid. Fue un retorno simbólico, dos siglos después de haber salido del país durante la invasión napoleónica.
Tesoros del Patrimonio Nacional

La subasta definitiva tuvo lugar el 13 de diciembre de 2011. La Perla Peregrina alcanzó un precio de 9 millones de euros, consolidando su estatus como una de las gemas más codiciadas del mundo.
Hoy en día, la disputa por su autenticidad sigue vigente. La Casa Real española mantiene la versión de que posee la auténtica Peregrina, heredada a través de Alfonso XIII. Sin embargo, numerosos expertos y documentos históricos apuntan a que la gema que pasó por las manos de Bonaparte, Abercorn y Taylor es la original.
La historia de la Perla Peregrina no solo refleja el devenir de una joya única, sino también la compleja relación entre patrimonio, identidad y poder, dejando en el aire una pregunta sin respuesta definitiva: ¿dónde está la verdadera Perla Peregrina?