La lucha diaria con una mano invisible

Por el pasillo del hospital, Aitana gateaba como cualquier bebé de cinco meses. Llevaba una pequeña prótesis de silicona en el brazo izquierdo, la primera. No era funcional, solo estética, pero ayudaba a su cuerpo a moverse con simetría. A mantener el equilibrio, a prepararse para una vida que, desde el inicio, sería distinta. También era una forma de reconciliarse con el azar: durante la gestación, su mano izquierda no se formó.

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