Hay una escena en la final de Múnich emblemática sobre la transformación de Ousmane Dembélé. Yann Somner, el portero suizo del Inter, se dispone a sacar de puerta, en corto como siempre, y el exdelantero del Barça aguarda al borde del área. No en posición de espera, sino con el cuerpo posicionado para la carrera rabiosa, como si estuviera en una pista de atletismo preparado para una prueba de velocidad. Cuando Somner pone el balón en juego, Dembélé se activa como si acabara de escuchar un pistoletazo de salida. A toda prisa se lanza a la presión. Sobre un defensa, a menudo Acerbi, o sobre el mismo cancerbero.
Si en el imaginario barcelonista aún burbujea la imagen de un futbolista indolente e intermitente, nadie en el PSG campeón comparte ya semejante impresión. Y menos que nadie Luis Enrique, que ha inoculado a Dembélé de su propio espíritu de lucha y al que colmó de elogios tras la final. “Ousmane siempre ha sido un fenómeno y es un líder. Pero un líder desde el ejemplo, no desde la palabra. ¿Has visto cómo ha presionado? Dime un ‘9’ en Europa que presione así al portero y al central de esa manera. Cuando uno presiona así siendo un líder, el resto solo tiene que seguir».
Y soltó las palabras mágicas en estos tiempos en que el márketing del fútbol busca individualizar el éxito. Habló del Balón de Oro, él que es un entrenador con un subrayado sentido colectivo del juego. El plan gremial siempre por encima de las estrellas. Eso sí, lo hizo en sus términos. «Yo le daria el Balon de Oro al señor Dembélé por cómo ha defendido y ha presionado todo el año, y de forma excepcional, en esta final”, espetó.
Muy de Luis Enrique fijarse en el esfuerzo antes que en el gol o el regate, el material con el que se montan vídeos para Youtube o Tik Tok. Y eso que el delantero francés fue también crucial en tres de los cinco tantos que le cayeron al Inter. No pueden olvidarse las dos asistencias, una al joven Doué y otra al georgiano Kvaratskhelia, y el detalle de lujo en el medio del campo en la construcción de la obra de arte del tercero, concebido por un imperial Vitinha y rematado por el chico de 19 años, el gran hallazgo para muchos espectadores de la final, que hizo doblete. Doué fue elegido el MVP de la final pero este domingo se ha sabido que Dembélé ha sido disntiguido como el mejor jugador de esta Champions.
El galardón convierte su candidatura al Balón de Oro en más firme que nunca. Lo dicen los números ofensivos. Lleva 33 goles y 13 asistencias en 49 partidos, es decir, ha participado en casi un gol por encuentro del PSG. Ya ha sido, a sus 28 años, la mejor temporada de su carrera, en la que ha ganado cuatro títulos y aún le quedan por disputar el Mundial de Clubs y antes la Liga de Naciones con Francia. Datos que demuestran la fiabilidad de El mosquito, que parece haber dejado atrás sus perennes percances físicos.
Vitinha, Dembélé y Luis Enrique, ante la Champions ganada tras golear en la final al Inter (5-0) en Múnich. / Ap / Luca Bruno
Luis Enrique le ha sabido manejar, con mucha zanahoria pero algún palo también. Como cuando tuvieron unos roces que el temperamental entrenador asturiano resolvió apartándole de un partido de Champions ante el Arsenal y uno de Liga ante el Estrasburgo. Fue mano de santo. Desde entonces, desde esa medicina militar, Dembélé se ha propulsado en este 2025, beneficiándose a la par de un cambio de posición.
La nueva posición
Ahora que ejerce de falso ‘9’, combina en la construcción, con mucho primer toque, más que regatear, que siempre ha sido su máxima virtud. Aún se escora en la banda de vez en cuando, explotando la amplitud de campo que le concede el extécnico del Barça, que cuenta con su explosiva velocidad para romper líneas allá donde esté y, por supuesto, en su capacidad para presionar.

Ousmane Dembele porta a su hija sobre el césped del Allianz Arena. / Luca Bruno / AP
Desde luego, no tiene nada que ver con el Dembélé que pasó seis años en Barcelona exasperando a propios y extraños, incapaz de estar a la altura de los 105 millones que se pagaron por él. Es un jugador renovado. Los aficionados parisinos en el Allianz Arena corearon su nombre una hora después de finalizar el partido. Una forma de recordarle que ahora es un futbolista que por fin está dejando huella. También lo hizo L’Equipe, el diario que entrega el trofeo individual sobre el que todo el mundo opina: «No marcó, pero fue decisivo y es más que nunca aspirante al Balón de Oro 2025», tituló.