En Alicante, hay quienes no entienden el calendario sin junio. Personas para quienes el olor a pólvora, el ruido de las mascletás y el calor de la Cremà no son solo momentos del año, son parte de su biografía. Hombres y mujeres que no han mirado las Hogueras desde la barrera, sino que las han vivido desde dentro, con el traje empolvado, el monumento entre las manos y su comisión siempre en la cabeza. Este 2025, varios de ellos han sido distinguidos con el Emblema Extraordinario de les Fogueres de Sant Joan, la máxima condecoración festera. Una recompensa que se obtiene sumando los puntos que les otorga sus años en la Fiesta o por haber sido presidentes de sus comisiones o miembros de Federació.
Un gesto que encierra décadas de trabajo y entrega por la Fiesta que, a pesar del paso del tiempo, sigue intacto. Entre los distinguidos este año se encuentran Vicente Mas Iborra, y Pascal Domínguez Pastor mientras que Francisco Javier Villacampa, Miguel Castelló y Manuel Gomis obtuvieron esta recompensa en 2024. Todos ellos son personas que han dedicado gran parte de sus vidas a las Hogueras, y que ahora, con este emblema, hacen de su testimonio una lección de su evolución. Y todos coinciden: las Hogueras no se viven, se sienten.
«Se necesita gente que quiera ser presidente y que asuma responsabilidades. No basta con disfrutar»
La Fiesta como forma de vida
«Yo casi puedo hablar por todos: esto es una forma de vida», resume Francisco Javier Villacampa, de la barraca La Millor de Totes. Empezó en 1978, cuando era aún un niño, arrastrado por un amigo de clase. Desde entonces, las Hogueras han sido su escuela vital. «He crecido como persona dentro de la Fiesta, y creo que eso nos pasa a todos los que llevamos tantos años», añade.
Esa entrega temprana se repite en otros reconocidos con el Emblema Extraordinario. Pascal Domínguez, de Florida Portazgo, recuerda con emoción sus primeros días tras emigrar desde Francia: «Al año de llegar ya era tesorero. La hoguera estaba llena de trabajadores y había mucho movimiento en el barrio«. Habla con ternura de los diez años al frente de la comisión infantil, con más de cien niños bajo su responsabilidad: «Era una alegría. Iban donde yo decía sin problema. Hoy mis nietos siguen en la hoguera».
Vicente Mas Iborra, de la barraca Els Chuanos, tiene una historia que arranca en los años 40, cuando se unió a la hoguera de Calderón de la Barca. Con los años fue comisionado, presidente y hasta cronista de las fiestas para La Verdad. «Hubo etapas duras. En los años 40 y 50 casi desaparecen las Hogueras, hubo muchas dificultades. Llegué a pensar que aquello acabaría con las Hogueras. Pero la Fiesta sobrevivió porque la llevábamos dentro», explica.
«Al año de llegar a Alicante ya era tesorero de mi hoguera y hoy mis nietos siguen en ella»
Mas también fue testigo directo del resurgir de la Fiesta en los años 60, y promovió la figura de la Bellea del Foc. «Antes no estaba bien visto que una chica quisiera ser Bellea. Íbamos casa por casa convenciendo a los padres. Hoy hay lista de espera. Eso también es una victoria», recuerda, a la vez que añade que con el paso de los años, lo que más le enorgullece es haber visto a generaciones enteras crecer dentro de la fiesta: «Yo he conocido a padres que ahora traen a sus nietos, es un orgullo».
Y es que desde su niñez, muchos de estos festeros supieron que su lugar estaba entre pasacalles. «Yo empecé cuando aún era un crío, y desde entonces las Hogueras han sido mi vida», confiesa Miguel Castelló, de la hoguera Avenida de Loring–Estació. En su casa, ahora, el testigo ha pasado a las nuevas generaciones: «Mi nieta es belleza este año y ya vivimos las Hogueras por la mañana, por la tarde y por la noche. No se detiene».
Y es algo compartido. «Esto es un sentir popular», resume Manuel Gomis, de la hoguera Hernán Cortés. «Para el que es alicantino como yo, hemos vivido la fiesta desde bien pequeños. Yo empecé como banderín con seis años y ya nunca he salido de las Hogueras». Su emoción al hablar de la plantà es la misma que compartía su familia: «Me emociona hablar de hogueras y me siento muy feliz de pertenecer a ellas».
La evolución imparable
Pese a las raíces firmes, la Fiesta no ha sido inmune al paso del tiempo. La evolución tecnológica, la expansión de actos y el crecimiento de las comisiones han transformado las Hogueras en algo más grande y complejo que en sus orígenes. «En 1978 todo era muy distinto. Hoy en día, las redes sociales son un canal fundamental, y dentro de poco lo será la inteligencia artificial«, señala Villacampa. «Eso sí, tenemos que adaptarnos, pero sin perder la esencia. No todo puede ser modernidad y racós populares. La tradición hay que cuidarla«.
«He crecido como persona dentro de la fiesta, y creo que eso nos pasa a todos los que llevamos años»
Estas nuevas herramientas, el crecimiento de las comisiones y los cambios en la financiación han transformado las Hogueras. «Ahora ya no hay patrocinadores como había antes», recuerda Manuel Gomis. «Hoy en día cuesta mucho más conseguirlos, y muchas hogueras se autofinancian solo con las cuotas de los comisionados«. Aunque algunos lamentan la pérdida de ciertos elementos, como el apoyo de los comercios del barrio o la venta de cartillas, que antes eran fundamentales para la financiación, todos coinciden en que la fiesta goza de buena salud. «Las comisiones están llenas de niños», dice Pascal Domínguez: «El futuro está garantizado».
Pero advierten: hace falta más implicación. «Se necesita gente que quiera ser presidente, que asuma responsabilidades. No basta con disfrutar, hay que trabajar», señala Vicente Mas. Él, que fue secretario de la gestora con Tomás Valcárcel y presidente de la que era su hoguera, sabe de lo que habla. «Ahora hay muchos actos durante todo el año, y eso sobrecarga a quien dirige. Hay que encontrar un equilibrio».
«Mi nieta es belleza este año y ya vivimos las Hogueras por la mañana, por la tarde y por la noche»
La esencia no se negocia
Aunque el pulso festero se ha desplazado más hacia la noche en las últimas décadas, muchos echan de menos la intensidad de las mañanas. «Nosotros ya no somos tanto de noche como antes», admite Villacampa entre risas. “Yo prefiero las mascletàs, los pasacalles, lo de siempre, antes que la noche».
Pero pese a los cambios, todos ellos insisten: la fiesta debe evolucionar, sí, pero sin renunciar a lo que la hace única. «Mucha gente cree que la Fiesta es solo el racó, la carpa, la noche. Y se olvidan del porqué, del origen. Me da pena que algunos no sepan ni de qué está hecho un monumento», lamenta Manuel Gomis quien todavía confía: «Las comisiones del barrio mantienen la esencia. Eso que te emociona cuando escuchas la banda, cuando ves una plantà bien hecha. Y aunque el estilo de los monumentos ha cambiado, cada vez más estilizado, menos barroco, seguimos teniendo nuestro sello alicantino», afirma Gomis.
«Mucha gente cree que la Fiesta es solo el racó, la carpa y la noche. Y se olvidan del origen, del monumento»
Esa esencia también la subraya Miguel Castelló, quien apunta a que el monumento debe seguir siendo el centro de las Hogueras. «El monumento sigue siendo el corazón. Lo más importante. No podemos olvidarlo. Hay gente que piensa que la fiesta es solo racó, pero sin el monumento no hay Hogueras«. Castelló, además, ha sido jurado en varias ocasiones: «Necesitamos cuidar a los artistas, darles visibilidad, acompañarlos. Estos últimos años ha habido una evolución muy buena de los artistas valencianos, más adaptada a nuestro estilo, aquí tienen más libertad para crear», asegura.
Vicente Mas lo corrobora: «En Valencia todo es más encorsetado. Aquí la fiesta es de calle, abierta, viva, también condiciona mucho el tiempo, en Hogueras siempre hace sol frente a la lluvia de las Fallas. Esa es nuestra gran diferencia. Aquí la gente participa». Y esa participación es, para él, la garantía de futuro: «Mientras haya niños con ilusión, las Hogueras seguirán vivas«.
El peso del reconocimiento
Ser distinguido con el Emblema Extraordinario las Hogueras no es solo reconocimiento a una trayectoria ejemplar, sino que también se vive con cierta ironía. «El año pasado, cuando nos dieron el emblema, una señora nos dijo: ‘Chicos, que sepáis que esta es la insignia de los muertos’. Y claro, todos nos reímos», cuenta Villacampa. «Pero también sabes que estás ahí porque lo has dado todo por la fiesta».
Aun así, ninguno de ellos se detiene. Javier sigue implicado, Miguel vive la fiesta a través de su nieta, Pascal acompaña a los suyos en cada acto, Vicente mantiene el testigo de la historia, y Manuel, como muchos otros, espera ansioso la plantà. «Ya no puedo pedir más», afirma Vicente Mas. Como él, los demás sienten que este homenaje es un reflejo de toda una vida volcada en la Fiesta.
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