Chusina Carrero Moure firma desde «Crónicas desde Ingolstadt», una serie de artículos sobre la vida cotidiana de una asturiana en Alemania. La autora de estas crónicas desde esta ciudad alemana del estado de Baviera se define así: «Nací en Oviedo y viví toda mi juventud en Salinas, estudié Filología en la universidad de Oviedo, viví en muchos lugares de España y, desde hace diez años, estoy en Alemania, aprendiendo de esta tierra y enseñándoles nuestra lengua y nuestra cultura».
Ayer me tocó guardia en la escuela hasta las cinco de la tarde, desde las siete y media de la mañana hasta las cinco de la tarde, ya está más que bien, ¡pobres niños!
Aprovechando el increíble buen tiempo, casi veraniego, del que estamos disfrutando, los niños esperaban en el patio a ser recogidos por sus familiares. Nueve horas de cole, de las que solamente cuatro son lectivas, es mucho cole y, aunque el fútbol ayuda, la mayoría estaban agotados y sólo tenían ganas de ir a casa.
Me acerqué a un niño que estaba sentado en un banco a la sombra, es un niño que ha llegado hace poco, se llama Hamed.
Hamed me preguntó:
-Frau Carrero, ¿de dónde es usted?
-Soy de España, ¿y tú de dónde eres?
-Mi familia viene de Turquía, pero yo nací en Alemania.
Silencio reflexivo…
-¿Desde hace cuanto tiempo vives en Ingolstadt, Hamed?
– Hace mucho tiempo, llegué desde otra ciudad en noviembre, me gusta mucho Ingolstadt.
-¿Tienes ya amigos?
Hamed se queda callado, pensativo y responde…
-Si, tengo cinco en el cole, bueno, y a veces ninguno, porque discuten…
Mira a los niños que juegan al fútbol, le da un mordisco al bocadillo y cambia de tema…
-Frau Carrero, ¿cuándo es tu cumpleaños?
-En agosto
-El mío en diciembre, y cumplo nueve
-Yo cumplo cincuenta más que tú
-¡Ufffffffffff!, eres mayor que mi abuela…
-El tiempo pasa rápido, Hamed, disfruta de cada momento
-Si, Frau Carrero, el cole, el insti, la universidad, el trabajo y después de repente un día todo se acaba.
Nos quedamos callados y observé a los niños que jugaban: niños de Croacia, de Vietnam, de Rusia, de Rumania, de Madagascar, de Gana, de Alemania. Jugaban todos juntos, sin problemas por ser de distintas culturas.
Solamente una vez, al principio de la guerra entre Rusia y Ucrania, hubo algún conflicto porque los niños empezaron a jugar a la guerra y el bando de Ucrania era mucho mayor. Los niños del bando ruso perdían siempre, tenían menos soldados.
El juego duró poco, firmaron la paz y cambiaron las armas por el balón de fútbol.
-Frau Carrero, ¡está nevando!
-“No, Hamed, ¡es el polen de los chopos!… Mira, ya viene tu madre…
Venía con cara de cansada, después de haber pasado como mínimo tantas horas en el trabajo como Hamed en la escuela y, mientras su hijo recogía la mochila, aproveché para decirle que puede estar orgullosa de su Hamed, que tiene en la familia un pequeño caballero filósofo.
Cada día en este país en el que somos tantos de afuera, los niños me dan lecciones de solidaridad y a veces de filosofía.
Y yo les cuento que en mi tierra hay lobos, osos, jabalíes y calamares gigantes…