«Un trío sin feeling». Así titulaba este diario la crónica del día después de las elecciones municipales de hace ahora justo diez años en Alicante, que dibujaron un pacto natural entre las fuerzas de la izquierda, que se certificó días después tras unas ásperas negociaciones que no hicieron más que vislumbrar lo que vendría con el gobierno del tripartito. «Los candidatos de PSOE, Guanyar y Compromís reiteran en su primer encuentro tras las elecciones su intención de pactar para ‘echar’ al PP de la Alcaldía pero reflejan falta de sintonía», añadía el artículo que salió de una cita propiciada en plena resaca electoral por INFORMACIÓN a las puertas del Ayuntamiento. El desenlace de aquello, del que todavía no se ha recuperado la izquierda, es por todos conocido.
Veinte años tardaron las fuerzas progresistas en recuperar la Alcaldía de Alicante que perdieron tras los comicios de 1995, en los que Díaz Alperi se impuso a Luna, quien habría prolongado cuatro años el mandato socialista que inició Lassaletta en 1979. Ahora, la izquierda ya acumula siete años fuera de un gobierno que no pudieron conservar ni tres años, los que van desde el 13 de junio de 2015, cuando Echávarri cogió la vara de mando para compartirla en una imagen inaudita con sus socios (Pavón y Bellido), hasta el 19 de abril de 2018, cuando Barcala devolvió al PP al gobierno solo tres años después de perderlo.
Ahora, todo apunta, salvo giro de guion imprevisto, que los siete años de gobierno que acumula Barcala llegarán al menos hasta los nueve, cuando tocará paso obligado por las urnas el 23M. Y poco hacer pensar, más allá de esos giros súbitos que impiden a la política aspirar a ser una ciencia exacta, que el dominio popular no se pueda extender cuatro años más, hasta los trece.
Para intentar evitar un desenlace que muchos en la política alicantina ven más que probable, el PSPV ha intentado dar un volantazo. Uno más. Esta vez, en forma de gestora, la tercera en veinte años. «El Partido Socialista tiene que hacer las cosas mejor y de forma diferente. Si hacemos las cosas igual, llegaremos al mismo destino», admitía el pasado domingo en una entrevista con este diario el secretario de Organización del PSPV, Vicent Mascarell. De esa gestora, por ahora, solo se sabe que no se sabe nada. Cuando se anunció, de hecho, no se había esbozado ni el perfil de su futuro dirigente.
Por ahora, donde parece haber un mayor consenso es en torno a la figura del secretario local que pueda tomar el mando cuando la gestora dé paso a una ejecutiva, un desenlace que no se espera a corto plazo. De hecho, se habla de 2027. En el PSPV miran al diputado José Díaz como posible dirigente.
Donde no hay ni indicios de candidatos es a nivel electoral. «Eso es una pantalla que aún está lejos», reconoció Mascarell, que no dudó en poner como ejemplo a València, donde a dos años vista ya se sabe que la delegada del Gobierno, Pilar Bernabé, será la alcaldable del PSPV.
Incógnitas
En Alicante, por ahora, ni se adivina quién puede ser. Parece improbable que haya continuidad con Barceló. Nada nuevo. Y es que desde Luna, ningún candidato lo ha sido más de una vez, lo que evidencia la inestabilidad interna que arrastran los socialistas. Barceló parece sentenciada. Otra más para la lista. «El trabajo que está ejerciendo en una coyuntura difícil es encomiable, pero tenemos que hacerlo mejor también en nuestro papel de oposición», dijo Mascarell en la entrevista con INFORMACIÓN, para añadir preguntas después: «Ahora está con un reto importante, que es liderar la oposición a un gobierno incapaz, y en eso creo que lo está haciendo bien. ¿Que lo puede hacer mejor? También estoy convencido».
Que el PSOE, en su mandato como principal partido de la oposición, lo puede hacer mejor, es innegable. Siempre. Aunque la ciudad, complaciente, nunca ayuda a quien tiene como deber sacar los colores al que manda. Como también pueden mejorar Compromís y EU, así como el PP en su labor de gobierno o Vox en la suya de muleta… Con todo, resulta llamativa la exigencia en público del PSPV a su grupo en el Ayuntamiento, al que ha abandonado este mandato. A leguas se nota que no existe coordinación alguna entre el grupo en las Cortes y el municipal, y qué decir con el provincial, tan inexistente como el gobierno de Toni Pérez en la Diputación.
De espaldas
Pero no solo ha faltado colaboración entre los representantes del partido en las diferentes administraciones, lo que muestra la falta de control ejercido por el partido, sino que cada vez que ha tenido ocasión, hasta la fecha, la dirección autonómica, con Morant al frente, ha tomado partido, en la misma dirección, en la batalla librada entre Barceló y Franco.
La ahora portavoz, desde que Puig le hizo el encargo envenenado de encabezar la candidatura municipal, dejó claro que no iba a pasar por el aro. Su objetivo, en lo orgánico, era acabar con un control sobre la agrupación que el exsenador llevaba ejerciendo décadas. Y lo demostró desde el primer momento, cuando se negó a pactar la lista electoral, asumiendo unas consecuencias previsibles: boicot a la candidatura socialista desde el entorno de Franco, donde se optó por hacer una campaña a la contra. Ya como portavoz, Barceló cerró el grifo al partido: la financiación del Ayuntamiento al grupo municipal socialista, que no ha protagonizado ni un solo lío interno pese a ser lo habitual en los socialistas en Alicante, no iba a ir a las arcas de la agrupación controlada por Franco.
Esas desavenencias han sido continuas a lo largo de estos dos años, con un momento crítico a principios del pasado verano. Entonces, tras una tensa reunión de la Ejecutiva, una más, Millana, por entonces secretario local, cargó contra la portavoz municipal: «Barceló ha mostrado unas ínfulas que no vienen a cuento; me sorprende su actitud de baja estofa».
Responsabilidad… unidireccional
En respuesta, la munícipe, que aún siendo presidenta del PSPV llegó a ser silenciada por Millana ante los medios en la propia sede socialista, respondió pidiendo la dimisión del dirigente local, que en esos momentos actuaba al dictado de Franco. «Una agrupación como la de Alicante no puede permitir que el pensamiento único se imponga», señaló la portavoz municipal. Desde el PSPV, sin embargo, el plan era distinto. Y así se lo hicieron saber, siendo públicamente reprendida. «Ha sido un intercambio de declaraciones desafortunadas por ambas partes, pero sobre todo por el lado de la portavoz. Tenemos que evitar comunicados de ese tipo y hacemos un llamamiento a la responsabilidad», subrayó Mascarell, mano derecha de Morant, quien ya mostró sus cartas al apostar por rehabilitar políticamente a Franco, incluyéndolo en la dirección autonómica desde su llegada, a principios de 2024, y manteniéndolo en la renovación en el congreso de este 2025.
En estos dos años, la secretaria general de los socialistas valencianos no ha dudado a la hora de elegir bando. De Franco dijo hace apenas cinco meses que era «una voz autorizada» a la que escuchaba «cada vez que hablaba». Unas semanas después, se reafirmó: «Igual que escucho a Puig, a Lerma o a Zapatero, escucho a Ángel Franco por su experiencia y capacidad de análisis». Unas palabras, por los nombres, que no dejaron indiferentes.
Ahora, en cambio, Morant ha dado luz verde a una gestora para intentar retirar a Franco el control de la ejecutiva, sumándose, en la práctica, al objetivo que se propuso Barceló hace dos años, quien no ha cejado en su empeño pese a los palos en las ruedas puestos desde su partido. ¿Se le ha reconocido ahora esa batalla en solitario? No, se le ha llamado la atención en público por su trabajo. Como si el PSPV estuviera para dar lecciones.