«Antes de que me pasase todo esto, no tenía la conciencia que tengo ahora acerca de los riesgos del sol». El «esto» al que se refiere Marta Caneiro, vecina de Narón, de 30 años, es un diagnóstico de melanoma, que le llegó «en mayo de 2020, en plena pandemia de COVID». Un lustro después, Marta colabora con la Asociación Española contra el Cáncer (AECC) sensibilizando a la población, y especialmente a los más jóvenes, sobre «la importancia de la fotoprotección».
«Pienso que los jóvenes no somos conscientes de que el cáncer de piel también nos puede tocar a nosotros. Creemos que, por no echarnos un día el fotoprotector, y quemarnos en la playa, no va a pasar nada… A veces, cometemos errores garrafales», reconoce, antes de compartir su historia, en el marco del Día mundial contra el melanoma, que se conmemora el 23 de mayo, para «contribuir a la prevención» de esa dolencia [y del cáncer de piel, en general], y «ayudar a otras personas». «Todos deberíamos llevar un pequeño control de nuestros lunares, al igual que las mujeres tenemos por costumbre autoexplorarnos las mamas», sugiere.
«Pienso que los jóvenes no somos conscientes de que el cáncer de piel también nos puede tocar a nosotros. Creemos que, por no echarnos un día el fotoprotector, y quemarnos en la playa, no va a pasar nada… A veces, cometemos errores garrafales»
Cuenta Marta que, en su caso, todo comenzó «justo antes de la pandemia de COVID», cuando le «salió un lunar, en el brazo izquierdo», y le «empezó a crecer». «A medida que pasaba el tiempo, fue aumentando de tamaño, poco a poco, y cambiando de forma, que se hizo un poco más extraña, diferente. Por una cuestión de estética, más bien, fui a mi médico de cabecera, para que me lo mirase, y este intentó derivarme al Servicio de Dermatología [del área sanitaria de Ferrol], varias veces. Mandó una foto del lunar, y le dijeron que era una verruga seborreica», recuerda, antes de resaltar que, no fue «hasta la tercera vez» cuando, por fin, la derivaron a Dermatología, donde le quitaron «lo que era el lunar», y «lo mandaron a analizar».
«Esto fue en febrero, si no me equivoco, justo antes del confinamiento, y me llamaron, en mayo, diciéndome que me pasase por la consulta. Allí fue donde me dijeron que tenía melanoma», rememora.
«No me lo esperaba», prosigue. «El día que me dieron el diagnóstico, de hecho, fui sola al médico, cuando, normalmente, mi madre siempre quiere ir conmigo. Pero, como me coincidió con el tema del COVID, tuve que ir sola», apunta esta joven naronesa, quien reconoce que, «al principio», se quedó «en shock», porque «no lograba, a lo mejor, asimilar lo que era», y «tampoco era del todo consciente» de «la gravedad del asunto».
«No fue hasta cierto tiempo después, cuando comencé a ver, un poco más, lo que había, lo peligroso que es… Todo. Como siempre digo, el ‘golpe’ me lo di después, a lo largo del tiempo…», reitera Marta. «El lunar me lo quitaron en febrero, el diagnóstico llegó en mayo y me operaron en junio. Después, en julio, ya fue cuando me confirmaron que el melanoma no había llegado a los ganglios, que estaba bien, y que no hacía falta darme radiación ni quimioterapia», detalla, antes de exponer en qué preciso momento, y por qué, decidió contactar con la Junta Provincial de AECC en A Coruña, donde encontró un «apoyo muy grande», también, para su madre.
«A las pocas semanas de decirme que yo estaba bien, a mi madrina le detectaron cáncer de mama. Su oncóloga la derivó a la AECC, y ella me propuso ir yo también, porque había unos profesionales increíbles; porque la psicóloga, Lucía, era un amor (hoy, la quiero un montón)… Así fue cómo, a los cinco o seis meses de mi diagnóstico, di el paso de acudir a la asociación», indica Marta, quien reivindica que «el entrar en contacto» con la AECC le ha aportado «mucha tranquilidad» y «mucha paz mental»
«A las pocas semanas de decirme que yo estaba bien, a mi madrina le detectaron cáncer de mama. Su oncóloga la derivó a la AECC, y ella me propuso ir yo también, porque había unos profesionales increíbles; porque la psicóloga, Lucía, era un amor (hoy, la quiero un montón)… Así fue cómo, a los cinco o seis meses de mi diagnóstico, di el paso de acudir a la asociación [en su caso, a la sede ferrolana, ubicada en C/ Tierra, 5]», indica Marta, quien reivindica que «el entrar en contacto» con la AECC le ha aportado «mucha tranquilidad» y «mucha paz mental».
Apoyo psicológico
«Me ha ayudado mucho, psicológicamente. Pasado un tiempo, después del diagnóstico del melanoma, cuando me di cuenta de lo que estaba viviendo, sí tenía miedo, sobre todo, por mis padres… Estaba más preocupada, a lo mejor, por cómo iban a llevar ellos mi situación, antes que por mí misma... En la AECC, de hecho, ayudaron a mi madre, quien también fue a la psicóloga de la asociación. Siento que estoy en deuda con ellos, por habernos ayudado a las dos y, también, a mi madrina», destaca esta vecina de Narón, antes de admitir que el diagnóstico del melanoma la ha vuelto «un poquito hipocondríaca», en todo lo referente «a la piel».
«No voy a mentir. Antes de que me pasase todo esto, no tenía la conciencia que tengo ahora acerca del tema de la fotoprotección. De hecho, yo era de las que, incluso, me echaba aceite…», expone, con honestidad, antes de advertir [al igual que hiciera este viernes, en este medio, el dermatólogo coruñés Eduardo Fonseca] de que los adolescentes son un grupo «de bastante riesgo».
Falta de concienciación
«A veces, cometemos errores garrafales», resalta Marta, quien insiste en que, «a día de hoy», ella intenta «no cometerlos», apenas se expone al sol y siempre extrema las medidas de fotoprotección. «A raíz del diagnóstico del melanoma, y de la operación, me interesaba mucho ayudar, y continuar en contacto con la AECC, con quienes he colaborado en campañas de concienciación acerca de la importancia de la fotoprotección. Pienso que, a veces, los jóvenes no somos conscientes de que el cáncer de piel también nos puede tocar a nosotros. Creemos que, por no echarnos un día el fotoprotector y quemarnos en la playa, no va a pasar nada… Pero sí puede pasar», incide esta joven naronesa, convencida de que su historia «puede contribuir» a que sus congéneres, y la ciudadanía en general, «tomen conciencia» sobre la necesidad de «protegerse del sol».
«No basta con echarse el fotoprotector antes de salir de casa. Hay que replicarlo, cada dos horas, y después de realizar cualquier actividad que pueda eliminarlo de la piel, como sudar, nadar o secarse con una toalla», aconseja. «También es importante desechar el que nos sobra, al finalizar el verano, y comprarse uno nuevo, al año siguiente»
Tips de fotoprotección
«No basta con echarse el fotoprotector antes de salir de casa. Hay que replicarlo, cada dos horas, y después de realizar cualquier actividad que pueda eliminarlo de la piel, como sudar, nadar o secarse con una toalla», aconseja. «También es importante desechar el que nos sobra, al finalizar el verano, y comprarse uno nuevo, al año siguiente», añade Marta, quien llama la atención, asimismo, sobre «la importancia de autoexplorarse los lunares» para «detectar cualquier posible cambio (de tamaño, color, forma…)» y «consultarlo con un médico».
Control de lunares y tatuajes
«No cuesta nada hacerlo, por ejemplo, en la ducha. Todos deberíamos llevar un pequeño control de nuestros lunares, al igual que las mujeres tenemos por costumbre autoexplorarnos las mamas», sugiere, antes de poner sobre la mesa «otra cuestión», en la que también le «gusta incidir», y es «tema de los tatuajes». «Yo misma tengo un montón de tatoos, me encantan, y es importante recordarle a la gente que nunca se tapen un lunar con uno de ellos (algo que debería tener ya en cuenta cualquier buen tatuador). De hecho, yo intento avisar siempre a mi dermatóloga, cuando me voy a tatuar, por si acaso…», concluye.
Rosalía Fernández, psicóloga y técnica de prevención de la AECC: «El daño solar es acumulativo, de ahí la importancia de proteger a los niños desde muy pequeños»
«Desde la AECC trabajamos en la prevención del melanoma, a través de continuas campañas, y tenemos varios sectores de población ‘diana’: los más jóvenes, las personas que trabajan al aire libre y quienes hacen deporte, también, al aire libre. Aunque, obviamente, este es un mensaje para toda la ciudadanía, sí queremos poner especialmente el foco en esas personas que están más expuestas. Sobre todo, los niños, que muchas veces tienen que depender de los adultos para que los protejan y, además, sabemos que esto es acumulativo, de ahí la importancia de comenzar a hacerlo desde que son muy pequeños», resalta Rosalía Fernández, psicóloga y técnica de prevención de la Junta Provincial de la AECC.
«Lo que hacemos es concienciar a la población acerca de las medidas de protección. Por un lado, de las medidas físicas, es decir, que la gente permanezca a la sombra, sobre todo, de 11.00 a 17.00 horas; utilizar ropa que cubra la mayor parte posible del cuerpo; usar gorras, sombreros y gafas de sol; e hidratarse. Por otro, incidimos mucho, también, en el uso de crema de SPF 50 o 50+, que ha de renovarse cada dos horas, o cada vez que nos mojamos», explica Fernández, quien, advierte, asimismo, sobre la necesidad de concienciarse acerca de «la importancia de echarse fotoprotector, aun a la sombra», sobre todo, «si se está en un ambiente donde el mar, el agua, la arena o la nieve reflejan los rayos del sol»; así como de «tener presente la autoexploración de la piel», mediante la ‘regla del ABCDE’ (asimetría, bordes, color, diámetro y evolución), «aunque, ante cualquier lesión sospechosa, siempre se debe acudir a un dermatólogo».
Suscríbete para seguir leyendo