«Eurovisión es el nuevo Franco«. Con esta afirmación sorprendió Alberto Núñez Feijóo esta semana. El Ejecutivo aprovechó la dimensión del festival europeo para poner el foco en la masacre que Israel está cometiendo en Gaza. Y Feijóo se lo afeaba. Lo veía una cortina de humo.
Sánchez estaba consiguiendo que la UE se moviera y actuara ante la tragedia de Palestina y fuera más allá de las condenas. Sin embargo, no conseguía el reconocimiento deseado. Las polémicas votaciones en Eurovisión sirvieron para poner en evidencia el respaldo que la causa israelí mantiene en distintos sectores.
Para el PP y Vox, el Gobierno usaba Eurovisión como distracción para evitar hablar de los problemas reales. Para otros partidos, en cambio, era el PP quien desviaba el foco de la realidad en Gaza, donde miles de bebés pueden morir por hambruna, sumándose a los más de 55.000 asesinados en el último año y medio de conflicto. Así lo denunció el portavoz de ERC, Gabriel Rufián, en la tribuna del Parlamento, mostrando decenas de folios con los nombres de niños asesinados por Israel. Algunos diputados del PP no pudieron sostenerle la mirada ante el peso de esas palabras.
Sorprendente también, pero por crítica, constructiva y necesaria, fue la intervención de la diputada popular Ester Muñoz en la sesión de control. Esta vez no empleó el tono habitual de sus careos con Óscar Puente. Y descolocó a la vicepresidenta María Jesús Montero al denunciar que, tras casi siete meses desde la aprobación de la Ley ELA, «el dinero no llega» a los pacientes por falta de dotación presupuestaria. Tres enfermos de ELA mueren al día, le asestó.
Lejos de negar esa realidad, Montero, a la defensiva, recordó que la sanidad está transferida a las comunidades autónomas —11 de ellas gobernadas por el PP— y derivó el debate hacia la ley de vivienda y la negativa del PP a aplicarla, incluso mencionando casos de corrupción.
Aunque aseguró que «por supuesto» se cumpliría con los pacientes de ELA, no ofreció detalles. Criticó que Muñoz solo se preocupase por esos enfermos, como si hubiera distinciones, y señaló que «mueren cientos de personas» en regiones gobernadas por el PP por la falta de ayudas a la dependencia.
Muñoz hizo control al Gobierno, sin estridencias, y fue aplaudida por su bancada. Una intervención alejada de su estilo habitual y del tono de otros compañeros de partido.
Feijóo también adoptó inicialmente un tono más moderado. Criticó a Sánchez por el mal funcionamiento del país: “no salen las cuentas” y, pese a la “subida de impuestos”, “España es el país de la UE con mayor pobreza infantil”. Ese espejismo del líder del PP haciendo oposición se diluyó nada más afearle Sánchez que siguen “en la oposición”, actúan “siempre en contra de España” y su política se aferra a la “casquería”. El discurso del dirigente popular derivó en caos, apocalipsis y casos de corrupción que cercan al Gobierno y, más aún, al presidente.
Esos asuntos que preocupan en Moncloa, no solo por sus implicaciones judiciales, sino porque impiden retomar la iniciativa política. Se limitan a “resistir”, a “aguantar el chaparrón”, a “seguir gobernando”, pero sin capacidad de mostrar la gestión. Como advirtió la portavoz de EH Bildu, Mertxe Aizpurúa, “limitarse a resistir con grandes cifras económicas no es suficiente”. Ya hay voces en el PSOE que reclaman más ofensiva y menos contención.
Mientras tanto, en el PP comienzan a mover ficha. Desde dentro del partido ya se sugieren indicaciones a Feijóo sobre el rumbo a seguir: es momento de “entusiasmar a los propios”, y no limitarse únicamente a “atizar a Sánchez”. Directamente lo piden José María Aznar e Isabel Díaz Ayuso. Todo esto ocurre a las puertas de un congreso del partido en el que, según se anticipa, no habrá «grandes cambios» ni «grandes debates», pese a que algunos datos de las encuestas indican que Feijóo ha dilapidado un importante capital político en poco más de dos años y que su liderazgo no aporta valor añadido a la marca PP. En reuniones internas, ya hay cargos del partido que comienzan a plantear abiertamente la pregunta: ¿qué pasa con Feijóo?
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