La segunda película del prodigio Bi Gan, el romance ‘noir’ ‘Largo viaje hacia la noche’ (2018), incluía un plano secuencia de casi una hora de duración que hoy es considerado uno de los mayores hitos técnicos y sensoriales logrados por el cine reciente, y en general hacía que el espectador saliera de verla preguntándose si realmente la había visto o más bien la había soñado. Y esa capacidad del cine para la evocación onírica es precisamente el asunto central del nuevo trabajo del chino, ‘Resurrection’, una apabullante exhibición de musculatura creativa que repasa un siglo de China y, en el proceso, reflexiona sobre un siglo de cine.
Presentada hoy en la competición de Cannes, la película está dividida en seis episodios: uno de ellos funciona a modo de homenaje a hitos del cine mudo como el expresionismo alemán, el surrealismo o ‘El regador regado’ (1895), de los hermanos Lumière; otro ofrece un apabullante plano secuencia -la especialidad del director- ambientado en Nochevieja de 1999 y centrado en el ‘amour fou’ entre un hombre destinado a morir y una vampira, y su demoledor epílogo confirma ‘Resurrection’ como una reivindicación de la capacidad única del Séptimo Arte -cuando hablamos de Bi Gan, usar ese término es pertinente- para darnos acceso a algo tan necesario como soñar, y como una elegía por lo que perdemos si permitimos el declive de ese arte. Es una de las mejores películas presentadas a concurso este año en el festival, y la que por temática y envergadura tiene más hechuras de Palma de Oro de todas ellas. Falta muy poco para saber qué lugar ocupará en el palmarés.
El director de cine iraní Saeed Roustayee, en Cannes. / AP
Culebrón iraní
En las últimas horas, el Festival de Cannes ha sido duramente criticado por incluir en su programación la segunda película aspirante a la Palma de Oro presentada hoy, ‘Mother and Child’; una asociación de cineastas iraníes acusan a su director, Saeed Roustayee, de hacer propaganda a favor de la República Islámica a través de ella, y al festival de complicidad en esa propaganda. Y lo cierto es que resulta llamativo que los responsables del certamen se expusieran a unas críticas más bien previsibles por incluir una película tan deplorable en su concurso.
Retrato de una madre viuda cuyo mundo se viene abajo cuando muere uno de sus hijos y el hombre con el que iba a casarse la deja plantada, trata desesperadamente de parecerse a una de esas investigaciones morales sobre la verdad, la mentira y la culpa perfeccionadas por el también iraní Asghar Farhadi -’Nader y Simin, una separación’ (2011), ‘El viajante’ (2016)-, pero tan solo logra ser un culebrón que somete a su protagonista a todo tipo de perrerías, y castiga al espectador con un exceso de gritos y sollozos, de trampas argumentales y muchos tipos más de inconsistencias narrativas, y de demasiados actores que, en lugar de actuar bien, actúan mucho.