El expresidente de Estados Unidos Joe Biden, de 81 años, ha sido diagnosticado con un cáncer de próstata que se ha extendido a los huesos, según ha comunicado este domingo su oficina. El tumor fue detectado tras la aparición de un pequeño nódulo que requería una evaluación más exhaustiva. Aunque se trata de una forma agresiva de la enfermedad, el equipo médico del exmandatario ha subrayado que responde positivamente a los tratamientos hormonales, lo que ofrece un margen para su control clínico.
“El expresidente y su familia están analizando las diferentes alternativas terapéuticas junto con sus doctores”, ha precisado un portavoz del entorno de Biden en un comunicado remitido a los medios. La noticia llega en un momento de discreta reaparición pública del político demócrata, que desde que dejó la Casa Blanca ha optado por mantener un perfil bajo.
La semana pasada, sin embargo, concedió dos entrevistas con motivo de los primeros cien días de la presidencia de Donald Trump. En una de ellas, realizada junto a su esposa, Jill Biden, en el programa The View, el exlíder estadounidense defendió su trayectoria en el cargo y rechazó las insinuaciones sobre un supuesto declive cognitivo en el tramo final de su mandato. “Están equivocados. No hay nada que respalde eso”, declaró.
La salud de Biden había suscitado preocupación entre sus colaboradores más próximos durante los últimos meses de su presidencia. En conversaciones reservadas, algunos asesores llegaron a contemplar la posibilidad de que tuviera que utilizar una silla de ruedas, como hiciera en su día Franklin D. Roosevelt, en caso de resultar reelegido para un segundo mandato.
Estas tensiones internas y el progresivo deterioro físico del expresidente son analizados en profundidad en Original Sin: President Biden’s Decline, Its Cover-Up, and His Disastrous Choice to Run Again, un libro que será publicado en los próximos días por Jake Tapper, presentador de CNN, y Alex Thompson, reportero de Axios. Los autores revelan que los informes médicos internos apuntaban a un deterioro marcado de la columna vertebral y a una marcha cada vez más inestable, síntomas que la Casa Blanca intentó minimizar para no comprometer la imagen pública de fortaleza del entonces candidato.
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