gana hielo por primera vez en 30 años pero vuelve a encender las alarmas de los científicos

Un estudio publicado recientemente ha constatado un aumento de la capa de hielo de la Antártida entre 2021 y 2023, después de 30 años de destrucción de la misma. El fenómeno parece entrar en contradicción con la narrativa del calentamiento global pero sucede al contrario: reafirma el carácter extremo de los eventos asociados al cambio climático.

Realizado por investigadores de la universidad china de Tongji, utiliza la información proporcionada por los satélites de la archiconocida Agencia Nacional de Aeronáutica y Espacio, la NASA, para medir los cambios de la masa de hielo antártica entre abril de 2002 y diciembre de 2023.

Si el deshielo del continente había provocado una subida del nivel del mar de 5,99 milímetros hasta febrero de 2020, a finales de 2023 la contribución total había sido de 5,1 milímetros.

La situación ha marcado un notable contraste respecto a las dos décadas anteriores, en que el deshielo se aceleró. Si entre 2002 y 2010, la Antártida había perdido una media de 73.800 millones de toneladas anuales, durante la segunda década del siglo XXI ya eran 142.000 millones los que se perdían año a año.

En cambio, entre 2021 y 2023 la ganancia de hielo fue de 107.800 millones de toneladas. En un trabajo anterior, publicado en noviembre de 2023 y que daba cuenta de los años 2021 y 2022, los mismos autores apuntaban que la ganancia se daba en varias regiones del Este y en la Península Antártica.

Este aumento «sin precedentes» compensaba la masa perdida en sectores occidentales en las últimas dos décadas y se debía a un aumento de las precipitaciones acumuladas debido a dos sistemas de altas presiones y alteraron la dirección del viento, resultando en una acumulación de humedad en las regiones orientales y el aumento de la masa de hielo.

Entre 1992 y 2020, la capa de hielo de la Antártida venía menguando a un ritmo de 92.000 millones de toneladas anuales. Por eso, el aumento ocurrido entre 2021 y 2023 —que solo se ha dado en algunas regiones pero en otras no— es visto por algunos como un cambio de tendencia que ‘cancelaría’ el cambio climático.

Pero nada más lejos de la realidad. Uno de los autores del trabajo, Ynzhong Shen, apuntaba en RTVE que el resultado «no se puede utilizar para cuestionar el cambio climático ni el calentamiento global» y que el lapso de tiempo en que ha ocurrido esta ganancia «es demasiado corto para tratarlo como un cambio de tendencia».

«Una pérdida más rápida de lo que pensamos»

Es más, esta eventualidad debería ser vista como inherente al fenómeno general del cambio climático, al igual que el aumento de las tormentas torrenciales (como la dana que asoló Valencia el pasado 29 de octubre y dejó más de 200 muertos) está pronosticado por el calentamiento global.

Así lo apunta Fernando Valladares, profesor de investigación en el Museo Nacional de Ciencias Naturales, perteneciente al CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas) e incansable divulgador de los efectos del cambio climático.

«Pensemos que las inestabilidades de hielo dan lugar a eventos catastróficos o súbitos, en los cuales una ligera oscilación en las precipitaciones y las temperaturas puede provocar un gran desprendimiento, muy poco lineal, de ese hielo. El que haya inestabilidad nos dice que va a haber pérdidas de hielo muy abruptas en la Antártida tarde o temprano».

Los mismos autores destacan que la pérdida de hielo se ha producido durante un tiempo mucho más prolongado, y además «lo está haciendo mucho más rápido de lo que pensábamos», recalca Valladares.

«A pesar de que en un año concreto pueda haber una ganancia neta, la tendencia en las últimas décadas es una pérdida mucho más acelerada de lo que se había pensado». De hecho, las mediciones por satélite de la evolución del hielo en 2024 vuelven a remarcar «una pérdida incuestionable».

Esa pérdida la ha visto en primera persona Santiago Giralt, investigador de Geociencias Barcelona y miembro del grupo POLAR CSIC, al otro lado del mundo.

«Nosotros llevamos muchos años trabajando en Groenlandia. Cuando vas allí, se te ponen los pelo de punta porque el hielo se está retirando a marchas forzadas». La gran isla ártica ha vivido un fenómeno similar, aumentando su capa de hielo puntualmente pese a que la tendencia general es a la disminución.

En agosto de 2022, cuando es verano en el hemisferio norte, Groenlandia ganó 9.000 millones de toneladas de hielo en dos días, una situación que contrastaba con la intensa ola de calor que estaban viviendo muchos países en ese mismo momento.

La explicación a esta aparente contradicción venía, precisamente, de ese calor acumulado en Europa y Norteamérica, que empujó la corriente en chorro hacia el norte y generó una abundante nevada. Sin embargo, la temporada dejó una pérdida neta de 84.000 millones de toneladas de hielo.

Estos retrocesos, advierte Giralt, no niegan el cambio climático sino todo lo contrario: «Deberían crear más alarma, ya lo señalan los propios autores de los estudios, porque sus hallazgos ponen de manifiesto el impacto de los cambios en la circulación atmosférica sobre la Antártida».

Tanto él como Valladares hacen hincapié en que el clima no evoluciona de forma lineal y que los grandes modelos ya predicen situaciones como esta.

«El sistema atmosférico es extraordinariamente complicado», comenta Giralt. «No es como darle una patada a un balón y que se mueva en función de la fuerza con que le pego. Habrá años en que la temperatura será más baja, pero eso es la variabilidad climática. La tendencia general es irrefutable».

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