Es difícil de explicar con palabras lo vivido en el Príncipe Felipe. Pocas veces se puede ver a 10.857 personas, lleno absoluto, vibrando y animando sin cesar, pero es que lo de esta afición no es normal porque pese al horario y el día nunca defraudan. Si su equipo los necesita, van a ir a estar sin pensarlo porque independientemente del resultado «para nosotros ellas ya han ganado, esto ya es histórico y cada día que pasa siguen superándose«. Este era el último partido en el pabellón hasta la temporada que viene y no había mejor manera de hacerlo que demostrando que esta afición vale mucho más que cualquier título.
Dos horas antes del comienzo del partido ya se dejó entrever una pequeña parte del espectáculo que se iba a vivir en el pabellón. Una gran cantidad de aficionados esperó a las afueras de Príncipe Felipe para recibir a la plantilla y el cuerpo técnico en su llegada. Una muestra de la unión mágica que existe entre toda la afición y el equipo, porque ellos creen ciegamente en que este equipo puede con todo y se crece ante las adversidades. «Ha sido una temporada muy dura entre lesiones y momentos más bajos de rendimiento y ellas se merecen todo nuestro apoyo para ser esa energía extra cuando todo les falle», comentó una forofa.
En el momento en que la pelota saltó al aire todo el pabellón empezó a animar. Cada posesión, cada canasta y cada buena defensa eran festejadas con el mayor de los vítores desde todos los sectores de la grada al unísono. Pero esto era solo el principio de la explosión total del Príncipe Felipe, porque esta gente cree en su equipo hasta el final. «Vamos a ganar, lo tengo muy claro. Sé que vamos a sufrir mucho pero este final se va a decidir en la Fonteta», declaró una joven fanática.
Cuando el equipo iba 10 abajo en el último cuarto, la afición sabía que tenía que actuar y se comenzó a entonar «Zaragoza nunca se rinde» combinando con «sí, se puede» para con ello conseguir que sus jugadoras iniciaran una remontada muy difícil. Este periodo estuvo marcado por los constantes cánticos de los aficionados rojillos que trataban de todas las maneras posibles que su equipo se enganchase al duelo. Las decisiones arbitrales marcaron mucho el encuentro y esto llevó a que la gente estallase ante las faltas pitadas a favor del conjunto ‘taronja’ y la expulsión de Helena Pueyo no hizo más que caldear el ambiente y aunque se acabase cayendo, todos se pusieron de pie para aplaudir a su equipo.
A pesar de que el Casademont no consiguió forzar el tercer partido de la final y el desenlace haya sido cruel, este club tiene una afición ya no de equipo campeón, sino de un conjunto que con esta gente siempre va a tener detrás un alma y una vida que pocos pueden decir. Esta fanaticada es de envidiar por cualquiera. Porque esto no se consigue con títulos esto va mucho más allá de lo material y de lo tangible. La conexión entre jugadoras y grada es fenómeno que trasciende todo lo mundano y es de puro corazón de león.