Víctor Hernández resucita el toreo auténtico con una oreja de ley en Las Ventas

La plaza de toros de Las Ventas vivió este sábado una de esas tardes que quedan grabadas no tanto por la estadística, sino por el poso que dejan ciertos toreros. Víctor Hernández, apenas año y medio después de tomar la alternativa y tras ganar la Copa Chenel 2024, se presentó en San Isidro con una actitud que lo distingue: no vino a pasar, vino a quedarse. 

Al tercero de la tarde, un toro áspero, complicado y cada vez más incierto, le ganó la batalla desde el valor seco y la firmeza absoluta. A pesar del viento molesto y de las violentas coladas del animal, Hernández se mantuvo en el sitio, sin alivios, sin pasos en falso, tragando y convenciendo. Su labor con la muleta —especialmente con la diestra— fue un ejercicio de toreo de verdad, sin trampas, hasta hacer romper al público y al toro en una entrega mutua que acabó con una oreja rotunda. Aires de Galapagar trae este torero de Torres de la Alameda cuyo toreo captó perfectamente la afición venteña.

El sexto, un sobrero de Villamarta con comportamiento desabrido y de embestida vieja, volvió a poner a prueba el temple del madrileño. Esta vez, la estocada no acompañó, pero la actitud fue idéntica: asentado, sincero, dispuesto a cruzar el umbral del riesgo sin buscar refugio en lo accesorio. Con esa segunda faena, no hizo falta cortar trofeos para que quedara claro que hay torero para rato.

Del resto del cartel, David Galván fue el más favorecido por el sorteo, con dos toros que ofrecieron opciones claras. El segundo, noble y con recorrido del hierro titular; y el sobrero quinto de Castillejo de Huebra, manejable y de buena condición. El gaditano toreó con compostura y cierta elegancia, pero a faenas les faltó redondear, especialmente la del quinto. Las vueltas al ruedo que dio tras la muerte de ambos, con peticiones de oreja que no alcanzaron la mayoría necesaria de pañuelos, fueron reflejo de ambas labores.

En cambio, Diego Urdiales nada pudo hacer con un lote deslucido. El primero, sin fuerzas ni fondo; el cuarto, manso y descompuesto desde el inicio. El riojano tiró de oficio y dignidad, pero la falta de materia prima y el viento en contra impidieron cualquier intento de lucimiento.

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