M&G cree que ha llegado el momento de la inversión en la «humilde» red eléctrica

El apagón sufrido el pasado 28 de abril sigue marcando la actualidad en España. La información sobre qué sucedió esa jornada ha ido aumentando con el paso de los días, pero todavía quedan muchos interrogantes sin responder. Lo que sí parece estar claro es una cosa: pocos eventos en la historia moderna «han puesto tan en evidencia nuestra dependencia de la infraestructura eléctrica» como este.

Así lo afirman Álex Araújo y Michael Rae, gestores de fondos de M&G Investments, en un informe titulado ‘Dolor en España’ (‘Pain in Spain’), en el que exploran la resiliencia de las redes eléctricas y cómo el cambio hacia la generación de electricidad renovable podría crear oportunidades de inversión para las empresas de infraestructura.

Para estos expertos, la pérdida en tan solo cinco segundos de entre 15 y 25 GW de carga eléctrica, equivalente al 60-100 % de la demanda nacional, probablemente reavivará el debate sobre «los niveles de tolerancia a las energías renovables en la combinación energética».

«Vale la pena repetir que, desde la perspectiva de la capacidad instalada, España es una historia de éxito destacada en energías renovables. El país ocupa el quinto lugar a nivel mundial en instalaciones totales tanto de energía eólica como solar a gran escala, según datos hasta finales de 2023. En los últimos cinco años, España y Portugal juntos han experimentado el mayor aumento en el consumo de energía renovable de toda Europa, aproximadamente un 25 % más que Alemania», señalan.

RESILIENCIA DE LA RED

Según Araújo y Rae, un aumento como este plantea la cuestión de si la red eléctrica puede adaptarse a nuevas fuentes de generación, lo que se expresa en parte mediante el concepto de «inercia».

La inercia es una característica de las redes eléctricas que les permite soportar cambios, ya sean de demanda o de suministro. Como estamos acostumbrados a que la energía se genere mediante maquinaria rotatoria (gas, carbón, nuclear e hidroeléctrica utilizan turbinas), la corriente resultante tiene forma de onda sinusoidal. En el Reino Unido y Europa, por ejemplo, la frecuencia de 50 hertzios (Hz) equivale a una turbina girando 3.000 veces por minuto.

«Las fluctuaciones en la demanda —famosamente ilustradas por personas encendiendo hervidores durante las pausas publicitarias en televisión— pueden absorberse mediante pequeñas desviaciones en esa frecuencia, porque al final de la red hay un activo físico girando constantemente», explican.

Las fuentes de generación que producen corriente continua, como la eólica y la solar, solo pueden replicar la onda sinusoidal mediante electrónica de potencia; no pueden generar inercia por sí mismas. Esto, apuntan, reduce la resiliencia de la red frente a cambios repentinos en la oferta o la demanda y, si bien no parece haber causado directamente el problema ibérico del 28 de abril, podría explicar por qué tomó tanto tiempo resolverlo.

Ya se están llevando a cabo experimentos para proporcionar «inercia sintética» a través de baterías, como en la Hornsdale Power Reserve en Australia, pero es seguro decir que estamos aún lejos de una implementación generalizada y que, por ahora, operamos con un sistema híbrido en evolución.

Y es que este no es solo un desafío europeo. «Estados Unidos se encuentra en un punto de inflexión importante en cuanto a la demanda de electricidad: tras casi 20 años con un crecimiento anual de apenas el 0,4 %, la Administración de Información Energética de EEUU predice un crecimiento anual del 2,8 % durante los próximos cinco años. Y esto ocurre en una red que ya tiene entre 40 y 50 años de antigüedad y que muestra signos de deterioro. Los cortes de energía no relacionados con el clima ya están aumentando considerablemente en Estados Unidos», señalan los analistas de M&G.

INVERSIÓN Y TRANSICIÓN

Para estos estrategas, el apagón pone de manifiesto la importancia «crítica» de los activos de infraestructura física y también de la «significativa inversión» y «reconfiguración» de las redes eléctricas que requiere la transición a una generación eléctrica a través de fuentes renovables.

«A medida que los responsables políticos y los actores del sector energético trabajan para garantizar la resiliencia y la seguridad energética en las redes, en nuestra opinión, se necesita una inversión sustancial adicional», subrayan Araújo y Rae.

Según la Agencia Internacional de Energía (AIE), se espera que la inversión mundial en infraestructura de redes eléctricas aumente más del 50% entre 2023 y 2030, hasta alcanzar aproximadamente los 600.000 millones de dólares. Y es que la transición energética es, posiblemente, el mayor proyecto de construcción de la historia mundial y está resultando extremadamente compleja.

El despliegue a gran escala de almacenamiento energético, nuevas conexiones, redes de transmisión y distribución más resilientes, generación de respaldo y de picos, y conexiones internacionales de alta tensión son solo algunos ejemplos de las posibles oportunidades de inversión para las empresas de infraestructura que operan en este sector crítico.

«A medida que el mundo avanza en su camino hacia la descarbonización, la desglobalización y la digitalización, creemos que la importancia crítica de la infraestructura y la dependencia de activos físicos solo aumentará. Quizás, finalmente, ha llegado ese momento para la humilde red eléctrica«, afirman estos expertos.

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