Hay momentos que pueden definir una vida y en el caso de Nayim, de Mohamed Alí Amar, o de Yiyi en aquel Real Zaragoza inolvidable, todo pasa por esa noche del 10 de mayo de 1995 y en París donde un gol se hizo eterno en forma de parábola soñada. «Cada vez que lo veo se me pone la carne de gallina», proclama el autor del tanto más importante en la historia del Zaragoza, el que le dio la Recopa frente al Arsenal, la gloria sobre la bocina. «Es el gol con el que puede soñar cualquier futbolista. Ni en la mejor peli de Spielberg sale un guion igual, tan redondo. Soñaba con jugar en Primera, pero no se me había pasado por la cabeza meterlo así en una final europea, ni en mis mejores sueños», dice con ese trofeo en el balcón del ayuntamiento.
Y ese gol le va a acompañar siempre, ya hace tiempo que le trasciende a su propia figura como jugador, con una carrera importante y repleta de buenos momentos (Barcelona y Tottenham lo vieron jugar con su camiseta, ahí es nada…), pero ahora escondida tras ese instante mágico. «Es así, cada año que pasa incluso diría que más. Hay días que intentas no pensar en ello, pero basta con salir a la calle para que de una forma u otra te lo recuerden, para bien claro, porque la imagen fue increíble. Perdura por cómo fue y será siempre así. Intento, eso sí, no quedarme yo solo con el gol, porque a en esa situación me pusieron mis compañeros, esa banda de grandes jugadores y personas», explica Yiyi. Y admite que no puede ni hacerse a la idea de las veces que ha visto la jugada. «Es que lo veo casi cada día (sonríe). Me lo siguen mandando por el móvil, sale cada dos por tres en las redes, casi cada gol bonito que se ha metido en cualquier parte del mundo lo asocian al mío…».
«Ni en la mejor ‘peli’ de Spielberg sale un guion igual. Perdura el gol por cómo fue, será siempre así. Todo el mundo relaciona al Zaragoza con ese momento, con la Recopa, ha marcado un antes y un después»
De aquel instante tras marcar, con Seaman tendido sobre el césped con cara de circunstancias, mientras la locura se apoderaba de todos sus compañeros, Nayim recuerda en primer lugar cómo buscaba a su padre en la gradas del Parque de los Príncipes para «celebrarlo con él, aun sabiendo que era imposible». Y corría por la banda hasta que sus compañeros «me atropellaron, con el morreo que me dio Belsué y todo. Fue una locura». No podía ser de otra manera, lo sigue siendo 30 años después, cuando es inevitable que el zaragocismo tenga ese momento reconfortante recordando aquella diana que en los sueños de Nayim sigue siendo esa parábola perfecta, aunque «el Chucho Solana siempre me dice que no quiere ver mucho esa imagen porque piensa que no va a entrar el balón».
Pero ese balón entra siempre, llevando a la eternidad a un Zaragoza magnífico, con Víctor Fernández de director de orquesta y con jugadores increíbles. «Conforme pasa el tiempo vas entendiendo más y con mejor mirada lo que significó esa Recopa para el zaragocismo y para el fútbol mundial, porque todo el mundo relaciona al equipo con ese momento, se ha quedado grabado así, por mucho que la historia del club sea mucho más rica que ese logro, pero ha marcado un antes y un después», reflexiona Yiyi tres décadas después de un título que pudo cambiar para siempre al Zaragoza, pero que no lo hizo, ya que aquel grupo se desmanteló demasiado pronto.
«He envejecido tranquilamente, pero el que lo ha hecho mucho peor de lo que esperábamos es el club. A mí me duele el Zaragoza. Mucho, ni se imaginan cuánto, porque cada vez que me siento a ver un partido sé que voy a sufrir, y eso no va solo de ganar o perder»
La realidad poco a poco se fue devaluando después hasta llegar al Zaragoza actual, de 12 años en Segunda. «He envejecido tranquilamente, pero el que lo ha hecho mucho peor de lo que esperábamos es el club, basta solo con verlo en su actual situación, aunque al menos ahora está en buenas manos en la parcela económica, pero en la parte deportiva hay que tener más acierto, se deben ir corrigiendo errores y poniendo una base sólida», asevera el exjugador, que pasó por el banquillo zaragocista en 2009 para hacer tándem con Gay y llevar a la permanencia al Zaragoza en la élite en la 09-10 en un equipo en el que estaba Gabi, ahora entrenador. El presente es, sin embargo, aún más vulgar, anclado en Segunda y peleando por no dar con sus huesos en Primera RFEF. «A mí me duele el Zaragoza. Mucho, ni se imaginan cuánto, porque cada vez que me siento a ver un partido sé que voy a sufrir, y eso no va solo de ganar o perder».
Disfrutar el camino
Así está el Zaragoza 30 años después de aquel gol que le colocó en el olimpo europeo y ahora el zaragocismo solo suspira por volver a su sitio. «Si competimos un año tras otro con los mejores y haciendo proyectos serios, la propia inercia nos llevará a subir», suscribe Nayim como receta, con el deseo de que recupere la grandeza que tuvo. «Soy un privilegiado», insiste, «pero no por el gol, sino por llevar esta camiseta, por hacer lo que me apasiona y por disfrutar como lo hice con ese equipo. Disfruté mucho el camino». Y en él regaló un instante mágico, el gol que todos soñamos, pero que salió de sus botas y que le convirtió en eterno.